Septiembre arranca con nubes oscuras en el horizonte. Atrás queda un agosto insólitamente lluvioso y sangriento. Sobre la sangre y las tumbas baila ahora la política. 'Escupiré sobre vuestra tumba' se titulaba aquella novela del ahora olvidado Boris Vian. Mejor olvidarlo. Sobre las aceras, sobre la calzada y por donde cree oportuno, escupe parte de la ciudadanía malagueña sus chicles, arroja sus envoltorios o cualquier cosa que le estorbe en los bolsillos. Limasa intentará paliar la falta de decoro. Y Limasa se erige como una de las nubes negras en el septiembre malagueño. Ciudadanos, con Juan Cassá a la cabeza, así lo ha decidido. Limasa, el parque de Gibralfaro, los bomberos con sus protestas y el descampado de Repsol. Esas son las asignaturas septembrinas sin cuya aprobación Ciudadanos no moverá un dedo para sancionar los próximos presupuestos.
Amenaza de parálisis total si no se resuelve la inmovilidad de unos asuntos ya ganados previamente por la duda y sus hemiplejias. Ciudadanos inicia septiembre con el buen propósito de los estudiantes medianos, esos que en cursos anteriores han visto cómo la rutina y el día a día los ha llevado al cuatro y medio, a las angustias de la mediocridad. Curso nuevo y vida nueva, Juan Cassá viene con las coderas recién puestas y el propósito de enmienda inmaculado. Las próximas elecciones municipales empiezan a dejar de ser una utopía y las promesas básicas hechas a su electorado no pueden quedarse en la nada más absoluta. No podrán vender que han sido una muleta cómoda para un Partido Popular inhibido en torno a la figura de un alcalde personalista y, por fases, aclamado por la ciudadanía.
Septiembre es el mes de las buenas intenciones. Es un uno de enero dilatado a lo largo de cuatro semanas que desembocan en un nuevo curso social y político. Ir al gimnasio, aprender inglés, dejar vicios menores. El gimnasio de Ciudadanos, su inglés y su dieta sana están colocados sobre la mesa del alcalde a modo de reto. Otro de los títulos del postergado Vian era 'El lobo-hombre'. Cassá ha considerado llegado el momento de volver a mostrar las fauces tal como hizo a su llegada al Ayuntamiento. Entonces hizo pasar a Francisco de la Torre por un embudo estrecho y a veces tan incomprensible como caprichoso. Después de un tramo de cierta calma, el hombre se vuelve lobo de nuevo. Limasa es la calavera hamletiana de De la Torre. Una de ellas. Los muchachos de la limpieza malagueña, tan eficaces ante las catástrofes atmosféricas como ante la barahúnda de ferias y procesiones, son un duro hueso de roer. La margarita del alcalde va de la privatización completa a la competencia pública pasando por un punto intermedio. Una asignatura que colea de muchos cursos anteriores y que mantiene la ciudad en un suspenso higiénico. Las cartas de Cassá están sobre la mesa. Ahora queda algo mucho más interesante. Ver cómo juega las suyas un auténtico mago del naipe político como Francisco de la Torre para eludir, pulir o dar esplendor al envite.
Antonio Soler
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