viernes, 24 de noviembre de 2017

El año pasado ya reivindicamos la necesidad de apuntarse a una tendencia que nos parecía más desarrollada de apostar por que en la cabalgata de los reyes a Baltasar le interprete un negro de verdad. No era una mera cuestión histórica. Debería estar tipificado en la Ley del Menor que entre todos hayamos sometido a los niños que una vez fuimos al espectáculo de descubrir que tu rey mago favorito era un hombre o mujer dedicado mayormente a la política y con la cara empapada en betún negro. Al final del recorrido siempre había algo de la pintura que se desprendía por el sudor y que delataba que aquello era un tongo con todas las letras. En la historia de nuestra provincia y en la de España, en general, seguro que hay gente que ha interpretado a Baltasar y no ha tenido un negro a menos de tres metros en su vida.

También es verdad que antes no teníamos tantos inmigrantes, la sociedad tenía tintes monocromáticos y seguramente mucho más aburridos que los de ahora. Esto apunta a que la decisión que ha tomado el Ayuntamiento de Málaga por iniciativa de Málaga Ahora es además una cuestión de representatividad. También parece una propuesta de un contenido más bellamente didáctico que la anterior estampa de cara negra con churretes blancos que no puedes dejar de mirar. Por si fuera poco argumento y a tenor de lo que se ha escrito de él, el ciudadano que hará de Baltasar en la próxima procesión de carrozas es un encanto, un hombre rehecho a sí mismo después de haber huido hacia delante del horror de la guerra en Costa de Marfil, que a pesar de ser geólogo trabaja en la construcción y que tiene un hijo de 8 años que va a fliparlo mucho cuando vea a su padre en la carroza de la cabalgata.
Nuestro héroe Brahima Traore ha explicado además que es ateo y ese detalle ha provocado que hayamos tenido que leer las típicas idioteces en los mentideros de internet. Hay quien ha escrito, sin miedo a despeinarse, que al ser la cabalgata un espectáculo religioso su práctica debería limitarse a los cristianos (claro, como la Semana Santa: ¡ja!) demostrando no sólo una falta completa de visión de las cosas, sino una manera de quitarle la gracia a este asunto y un cojonudo error histórico, porque además en el caso hipotético de que fuera cierto que una madrugada del 6 de enero anduviera por Belén un rey mago negro acompañado por varios notas, no hay manera posible de que ese señor fuera cristiano porque el cristianismo estaba en pañales en aquella época. El propio Jesucristo era judío. En fin, si empezamos a poner trabas a la tradición de los reyes magos puede que no terminemos nunca. Ese melón es mejor no abrirlo. La cabalgata irá mutando hasta convertirse en una fiesta puramente laica si es que no lo es ya, lo cual por otro lado no dejará de ser desconcertante, pero también más amoldado al panorama de lo real.

 

Txema Martín 

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