No hay mayor mandato democrático: la educación es el ámbito fundamental para hacer política, no para vivir de ella
Ciertos días invitan a reparar en lo esencial. A pasar por alto la politología, la polémica, el laberinto ideológico, la cháchara tertuliana, la originalidad en el enfoque y la madre del cordero. Hay días en que lo apropiado parece ser volver a llamar a las cosas por su nombre, con la pureza y espontaneidad de lo evidente, sin andarnos por las ramas, con la atención puesta en el valor de lo que no por garantizado necesita un compromiso menor. Y hoy es uno de esos días. Hoy empieza un nuevo curso escolar. Los maestros y profesores se incorporan a sus centros a la espera de que lo hagan los alumnos en las próximas semanas. Septiembre comporta esta rutina, el horario, el gasto, las sorpresas anunciadas y las sobrevenidas, el estrés por llegar cada jornada al lugar indicado a la hora correcta; pero resultaría nefasto que la costumbre nos volviera insensibles respecto a cuanto de excepcional mantiene este proceso. El termómetro más fiable de la calidad democrática de la sociedad española no tiene que ver con las boquitas de sus señorías, ni con el enfrentamiento dialéctico de turno, ni con el tu quoque, ni con las naciones, ni con las banderas, ni con los reyes, ni con la república, sino justamente con toda la maquinaria que a partir de hoy se pone en marcha para que el derecho a la educación sea posible. Lo demás es paja.
En consecuencia, no estaría nada mal que nuestros representantes públicos, ya que han sido elegidos para hacerse cargo, compartieran el propósito con vistas al nuevo curso de sacar la educación y la actividad en las aulas de la estéril peleíta política a la que tanta devoción profesa este país. Que garanticen los mayores esfuerzos y la mayor altitud de miras para que todos los miembros de la comunidad escolar desempeñen su tarea en las mejores condiciones. Que pongan toda la leña en el fuego, sin echar las culpas a las anteriores administraciones de las incompetencias propias, sin sacar rédito partidista del órdago en el que como comunidad nos lo jugamos todo; que escuchen a todo el mundo, que se metan en el barro a diario, que no trabajen por el beneficio de siglas y consignas sino por el futuro de todos. No existe mandato democrático más urgente, noble, importante y decisivo. La educación es el ámbito fundamental para hacer política, no para vivir de la política.
Pero sólo se puede plantear esta exigencia al poder político desde una sociedad comprometida plenamente con la escuela y con no hacer de ella piedra arrojadiza para derribar al contrario. Olvídense de informes PISA: las aulas necesitan la contribución de todos. Si es que a alguien le importa.
Pablo Bujalance
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