jueves, 3 de octubre de 2019
A los que fuman ... por Txema Martín
La Administración Pública va a subvencionar que dejemos de fumar con ayuda de lo químico
Por fin ese otro padre que tenemos y que se llama Estado va a lanzar una campaña contra el tabaquismo que de verdad va a funcionar. La Seguridad Social empezará a cubrir dentro de unas semanas la compra de vareniclina, principio activo del medicamento que responde al simpático nombre de Champix y que es uno de los pocos medios para dejar de fumar que está demostrado por la ciencia.
Los Champix, que nunca han sido precisamente baratos, sirven para bloquear los receptores placenteros de la nicotina y ayudan a calmar la ansiedad. Administrado junto a un poquito de terapia, algún parche y fortaleza durante 12 semanas, el medicamento tiene eficacia completa en un 40% de los casos, un porcentaje respetable. Quizá no alivie los cambios de humor, la frustración, el devastador sentimiento de echar de menos algo y la ganancia de peso porque, para mucha gente, engordar es uno de los mayores obstáculos para dejarlo. Se dice que los cinco kilos no te los quita nadie, pero no es menos cierto que hay personas que toman provecho de la situación y, con la excusa de calmar los nervios o de compensarse, dan rienda suelta a sus instintos y se ponen tibias de dulces y de embutido, metiéndole a la tarrina de zurrapa unos viajes que harían temblar al ejército de los cerdos más valientes.
Ahora que se habla de la prohibición de fumar en terrazas, en playas y en coches, la Administración Pública nos señala el plan B que es dejar de fumar con ayuda de lo químico, contribuir desde lo público al final de aquello de «dejar de fumar es fácil, yo lo he dejado cinco veces» y sumar el Champix a terapias más o menos eficaces como acupuntura, grupos de apoyo, libros de autoayuda, enclaustramientos en la Buchinger, terapia magnética, láser frío, echarse una pareja antitabaco o dejarlo de un día para otro con la única ayuda de la fuerza de voluntad. También existía antiguamente una fórmula cannábica empleada por personas despreocupadas o universitarios que consiste en dejar el tabaco para fumar solamente porros. Esto posibilita dar la respuesta más descarada posible cuando se le ofrece un cigarro a un fumeta tipo «yo solo fumo porros» o el cutrísimo «esto me lo guardo para luego». En definitiva, la sustitución de una droga por otra no funciona para dejar de fumar, pero sumerge al aspirante en un estado de flojera que nubla su ansiedad y las ganas de encenderse un 'cigarrillo industrial'.
Se calcula que de entrada podrán beneficiarse 70.000 personas, pero un estudio reciente señala que 200.000 españoles podrían dejar de fumar y que la factura rondaría los 61 millones de euros; poca cosa si lo comparamos con el número de muertes y de dolor que ha provocado este vicio. Con esto ocurre algo parecido a muchas otras medidas, que siempre saldrá más barato prevenir cualquier enfermedad que curarla.
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