sábado, 11 de junio de 2016

La Plaza del Sol de Justicia ... por Txema Martín

Sería suficiente decir que quien esto suscribe ha asistido a un mitin de Unidos Podemos a las siete de la tarde y con terral en una plaza al aire libre, pero entonces nos perderíamos el relato de lo inimaginable.
Durante el día de hoy reconocerán a los asistentes por su rojez en la nuca. El calor también provocó que desde primeras horas ya discurrieran libres en nuestra atmósfera y por lo tanto en los conectores del cerebro esos efluvios que el comunismo lleva acumulados en las entrañas. Brotaban con la misma tensión que la primera noche de bodas en un matrimonio de conveniencia.
Entre las consignas que canturreaba alegremente la audiencia se percibieron sigilosas batallas argumentales, se vendían igualmente el Mundo Obrero y las camisetas del 'Sí se puede'. La mezcla parecía irresistible. Regalaban vasitos de agua fría y limonada de Juan Roig, y en la esquina teníamos una guardería en principio vacía hasta que la megafonía actuó como un efecto llamada de bebés. Estábamos encima de la tumba de Torrijos pero encerrados al aire libre bajo una temperatura diabólica. Absolutamente todo en este mitin arrojaba los rigores de cualquier contradicción.

Echenique siempre saca réditos de esa actitud de vivir atrapado en un anuncio de Apple. Irene Montero funcionó como vivo ejemplo del feminismo de las Kelis. Maíllo abrazó a Teresa Rodríguez, la 'sorpassá', del mismo modo en el que Almodóvar abrazaría a Carmen Maura en una gala del Festival de Cannes. Alberto Montero, nuestro número uno, insistió en su estrategia de dibujar Málaga como un infierno inhabitable, algo que no le funciona porque en el fondo aquí se vive bastante bien. Nos sorprendió que a estas alturas Alberto Garzón aún conservara esa humildad o inexperiencia de aplaudir cuando se le aplaude, y que emplee con tanta insistencia el «nosotros y nosotras», ya saben, el lenguaje De la Calle. Cuando Errejón terminó de hablar con ese tono mitinero como de recitar un poema, comenzaron a sonar los ritmos de una batucada que ya son como los Rolling Stones de las manifestaciones en Málaga, y que sirvió para romper algunos de los silencios más incómodos de este partido sin himno.

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