Foto: Diario Sur |
“Trabajo pensando en que las personas que vienen a las exposiciones tienen diferentes niveles de lectura en función de si son españoles o de fuera. Me interesan esos diferentes niveles de las obras”. Pilar Albarracín habla frente a los micrófonos delante de una pared alicatada de latas de conservas convertidas en maceteros de geranios. A un lado espera una máquina de feria de esas que ofrece un saco de boxeo para darle un puñetazo, sólo que aquí la pera de piel se transforma en una cabeza de toro.
Y al otro lado de los maceteros, una montaña de libros, muchos de ellos de arte, coronada por un burro disecado que simula leer uno de esos volúmenes. Y así la fiesta en la plaza del pueblo se mezcla con las pinturas negras de Goya, la violencia se filtra en la juerga -y también viceversa- en 'Ritos de fiesta y de sangre', la exposición que lleva el 'typical spanish' de Albarracín al Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (CAC Málaga).
“Que una cosa sea exportable no tiene por qué ser negativo. ¿Por qué hay que reducirlas si lo importante es ampliarlas? ¿Por qué no las vamos a exportar? ¿Por qué lo vamos a negativizar?”, se preguntaba esta mañana la autora sevillana en el estreno de la muestra que repasa sus últimos 15 años de trabajo y que podrá visitarse en el centro malagueño hasta el próximo 18 de septiembre. El director del CAC Málaga, Fernando Francés, recordaba por su parte que han pasado 14 años desde la última gran exposición de Pilar Albarracín en España, al tiempo que ha reivindicado a la autora como “la artista andaluza más internacional” de la escena contemporánea. Asimismo, Francés ha planteado la “revisión permanente de los ritos, las costumbres y las fiestas andaluzas” que brinda el trabajo de Albarracín. Una obra marcada por una serie de “tópicos recurrentes” como el flamenco, lo taurino y lo ancestral a los que Albarracín da “un giro de tuerca”, en palabras del director del CAC Málaga. “En cuanto traspasas la frontera visual, te das cuenta de que hay un nivel más profundo”, ha apostillado Francés en alusión a una propuesta que partiendo de una vocación pop aspira a una lectura de compromiso más hondo.
Eso para quien maneje los mecanismos que pueden abrir las distintas capas de significado de las que habla Albarracín. Quien no los tenga o no los quiera emplear, encontrará algo lúcido y desenfadado, quizá, incluso, un poco gamberro. Porque Albarracín quiere “que la gente disfrute el momento que le ha tocado vivir” delante de sus obras. Y después, si eso, que busque el trasfondo: “Si tienes una obra que te hace reír y al mismo tiempo te hace reflexionar, mejor”. Así que ahí espera la 'Asnería' (2010) del burro sentado en una cumbre de libros; la taxidermia y los bordados al modo de los mantones de Manila reunidos en 'Pavos reales' (2010) y 'Guapa' (2015); la fotografía de la gitana amordaza en una tasca que saluda al visitante en 'Prohibido el cante' (2001); la serie 'Paraísos artificiales' (2001) que entre las flores bordadas deja ver, entre juguetonas y tristes, algunas cápsulas para remediar males del cuerpo y del alma. O ese 'Muro de geranios' (2015) donde los maceteros son latas de aceitunas, bonito en escabeche o alcachofas y las flores de vivos colores son en realidad, de tela.
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