martes, 30 de agosto de 2016

Políticos, conseguidores de nada ... por Rafael Fenoy

Se instaló hace tiempo, entre algunas personas que a esto de la política se dedican, la clara tendencia de apuntarse como méritos cualquier realización pública o incluso una simple propuesta sin mayor viso de realidad. Y es que se dieron cuenta que si no salían en la foto del rotativo de turno, si no se hablaba de ellas o, mejor aún, eran ellas las interpeladas por los medios de comunicación, nada tenían que hacer cuando su partido se pusiera a elaborar las candidaturas para las elecciones siguientes. Y claro, como el partido tampoco hace nada de nada y además estos los políticos, a ellos adscritos, tienen mayor interés en que la imagen que se proyecte, en los medios de comunicación, sea la suya y no la de su partido, exhiben sus enormes egos, cual si de inmensos globos aerostáticos se tratara.

Amplios, en orgullo, inmensos ególatras, sólo pretenden que el respetable se acuerde unas milésimas de segundo de su rostro, y cuerpo serrano, cuando al votar vaya. Y es imprescindible que esto sea así porque ¿Qué entiende el pueblo de ideologías? Lo positivo, según estos políticos, es que ese pueblo los vea en esta y aquella foto, de wassap, facebook, telegram, prensa on-line o en papel, en éste y aquel programa de televisión o les oiga en tal o cual radio. Importa y mucho que cada día su imagen sea captada por una población que, al fin y al cabo, sólo recordará en las urnas que estuvieron en todas partes.

Omniscientes, conocedoras de todo, omnipresente, en todos lados, cual dioses del Olimpo, con cuidado de que no trascienda que en realidad son otras personas las que hacen, las que trabajan por el bien del pueblo y que ellas sólo tienen que salir en el último minuto para que la obra, la iniciativa o la propuesta goce de su autoría, de su exclusiva propiedad. Corren más que el “tío de la lista” para atribuirse tal o cual iniciativa, y de paso conseguir que otra persona, la contrincante, sobre todo cuando sea de su mismo partido, no salga en la foto antes.

En el fondo a pesar de su disfraz de triunfadores se esconde la mayor de las inseguridades en sí mismas. Serían dignas de lastima, si no fuese porque su insaciable ego acapara más y más poder, quitándoselo al pueblo, permitiéndoles mangonear a diestro y siniestro, sin hacer caso de plenos ni de asambleas. Son la viva actualización de la maldición de Sísifo, porque al fin de sus días, tampoco gozarán del reconocimiento de las gentes de las que se beneficiaron y a las que mangonearon vilmente. Condenados en vida a existir no por sí, sino por el reconocimiento de los demás. De esa guisa, precisando tener publico sin descanso, no hacen caso de las criticas, ya que usando la de Goethe (que nunca de Cervantes) espetan aquello de “Pero sus estridentes ladridos, sólo son señal de que cabalgamos”. Lo que el poeta alemán no garantiza con esa frase es que esa cabalgada no sea al precipicio.

La persona que a esto de la política, sobre todo municipal, se sienta llamada, debe asumir que será siempre una parte de un todo y que como tal debe estar al servicio de la idea, del programa, de la organización política que ofreció su nombre a la ciudadanía. Juntarse con otras personas en política supone asumir humildemente el papel que colectivamente se establezca, sin aspavientos, sin egos procelosos que acaban remitiendo a la nada el esfuerzo cooperativo solidario de otras gentes.






Fdo Rafael Fenoy Rico

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