Foto: P. Lobato |
-Abuelo, no sé si lo sabe, pero la bailaora malagueña Rocío Molina ha bailado en la pasada Bienal durante cuatro horas seguidas y todo improvisado.
-Sí,
claro que lo sé. No pude estar en el acontecimiento. Por cierto, quiero
que sepas que fui el primero que escribió de ella en Sevilla, un día
que bailó en el Parque de María Luisa y que me recordó a la gran
Fernanda Romero. ¿Sabías que en La Unión la echaron para atrás porque no
valía?
-¡Jura, abuelo!
-Pues
sí. Tendría un mal día, digo yo. Era muy jovencita, claro. Y fíjate,
hoy es conocida en todo el mundo y la referencia de otras muchas
bailaoras jóvenes.
-¿No son muchas horas bailando?
-Muchas,
Manolillo. No sé cuántas pizzas se pedirían esa noche, supongo que unas
cuantas. Me han contado que casi nadie se movió de su butaca. Eso es
muy difícil, así que tuvo que ser digno de ver. Rocío Molina es muy
valiente y una bailaora que va a su bola y que tiene muy claro lo que
quiere hacer. Es una creadora, de eso no hay ninguna duda. La Cuenca de
este tiempo.
-¿Quién fue La Cuenca?
-Una bailaora malagueña, como Rocío, que rompió moldes en su tiempo. Fresca como ella sola, y valiente.
-¿Esa es la que dicen que fue la primera bailaora en vestirse de hombre para bailar en los escenarios?
-De
las flamencas, parece que sí. Hubo boleras que se vistieron de hombre
para bailar en los escenarios, antes que ella. A partir de La Cuenca, lo hicieron otras muchas, como Salud Rodríguez, hija de El Ciego, la más célebre.
-Ahora hay bailaores que se ponen basta de cola, ¿no, abuelo?
-El
baile está así, las bailaoras se han metido en el terreno del hombre, y
el hombre en el de las bailaoras. Si quieres que te sea sincero, lo veo
bien, porque el baile flamenco no tiene sexo. Eso del baile femenino y
el baile macho, está ya muy antiguo. Hombre, a mí me gusta que una
bailaora sea femenina, sensual, y también que un bailaor no se tronche,
pero por encima de todo esto está bailar bien. Es lo verdaderamente
importante.
-¿En qué momento crees que está el baile?
-En
un gran momento. Echo de menos el arte, el baile natural, pero
técnicamente no ha habido nunca tantos bailaores y tantas bailaoras,
como ahora. El arte no se aprende, es un don. Y cuando una bailaora
tiene arte y buena técnica, como Rocío Molina, el resultado de esa
mezcla es una gran figura. Israel Galván o Joaquín Grilo podrían ser
otros ejemplos válidos. Incluso Farruquito, un verdadero animal del
baile flamenco.
-¿Mucho baile de academia, abuelo?
-Casi
todas las grandes figuras de la historia salieron de las academias. Las
grandes boleras sevillanas, como Petra Cámara, Manuela Perea o La
Campanera, no salieron por que sí, sino de las academias de Félix
Moreno, Miguel y Manuel de la Barrera. El gran Antonio el Bailarín, de
la academia de Realito. Y Milagros Mengíbar, por citar a una bailaora
actual, de la de Matilde Coral, base de la escuela actual del baile
sevillano.
-No me imagino a La Macarrona en una academia, la verdad.
-Yo tampoco, pero de alguien aprendería. Nadie nace bailando, y La Macarrona aprendería, como La Malena o Josefa La Charrúa,
su tía materna, de bailaoras mayores de Jerez, con academia o sin ella.
Cualquier casa de vecinos del Barrio de Santiago de Jerez era una buena
academia en aquellos años, el último tercio del siglo XIX. Aprendían a
bailar por soleares o bulerías, como lo hacían a coser o a poner un
puchero, de sus madres o abuelas.
-¿Cuál crees que puede ser la próxima gesta de Rocío Molina?
-Conociéndola,
no pondrá límites a su fantasía y capacidad creadora. El baile ha
evolucionado por artistas como ella, como el cante lo ha hecho por
cantaores como Chacón, Marchena, Caracol, Morente o Lebrijano. Cuando
los genios se aburren de hacer siempre lo mismo, se ponen a crear. De
todo lo que crean, unas cosas quedan y otras no. Lo que queda es lo que
señala el camino a los que vienen detrás.
-Hoy te los has currado, abuelo.
-Sí, hoy estoy inspirado, se ve que se acerca la llegada del mosto y eso me suele poner las pilas.
-Seguro que hoy almorzamos lubina a la sal, ¿no?
-Arroz con tomate y huevos fritos, que la Bienal me ha dejado tieso.
-Qué pesado con el arroz.
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