sábado, 19 de noviembre de 2016

4.425 Satélites... por Juan Gómez Jurado

Hay una parte de esta sociedad, la que ya damos por cierta, la sociedad de la Información, aterradora. Vivimos permanentemente conectados a Internet, con todo lo que ello supone de dependencia, de control y de sumisión a la pantalla de 4,5 pulgadas de los móviles. O cinco, o seis. Por supuesto, si uno se para realmente a pensar en lo que significa para la individualidad, para los derechos civiles y para el intelecto esa adaptación que como especie hemos tenido que realizar en los países del primer mundo, puede aterrarse. Puede ver Black Mirror (una serie que en España se podría haber titulado 'Todo Mal') y saltar por la ventana, o, mejor aún, arrojar por ella todo lo que esté conectado. No se conforme con el móvil, el reloj, el ordenador, la tele, la videoconsola, la impresora y los altavoces. Tire también el secador de pelo, que ayer vi el anuncio de uno que incluía un microchip y yo ya no estoy tranquilo ni al salir de la ducha.


Por otro lado.

Hay una parte de esta sociedad en la que vivimos, la que ya damos por cierta, la sociedad de la Información, que es luminosa. Y es que vivimos con la posibilidad permanente de contactar con nuestra familia y nuestros amigos, de emocionarnos una película, de escuchar la Novena Sinfonía, de ver ganar la Undécima. Podemos encontrar una dirección mientras caminamos por la calle, decidir si un restaurante es bueno sin ni siquiera asomarnos, podemos ver la cara de nuestros seres queridos en esas pantallas de 4,5 pulgadas. O cinco, o seis.Nos asustan los peligros mientras damos por sentadas las ventajas, no hay nada más humano que eso. Por eso ignoramos que solo el 38% de la población mundial se ha conectado alguna vez a Internet, y que solo una cuarta parte lo hace habitualmente. Internet, decían, es el futuro, y tantas veces lo repitieron que incluso ahora que es un presente imperfecto nos olvidamos de que 3.000 millones de personas viven atascados en el pretérito perfecto simple. Por eso, cuando leo que Elon Musk, el emprendedor -disculpen que use esta palabra, pero imaginen una que esté a medio camino entre genio, innovador y visionario, y luego añádanle lo del emprendimiento- norteamericano quiere lanzar al espacio 4.425 satélites, con la financiación de Google, que den acceso a Internet a la totalidad de las áreas pobladas del planeta, no puedo evitar sonreír. Quizás Google lo use para espiar al resto del mundo al que aún no espía, y le salgan baratos los miles de millones de dólares que costaría. A mí, espiado como estoy, no me preocupa. Pero si este mundo finalmente conectado en su totalidad se materializa dentro de dos años será un logro del tamaño del Descubrimiento de América o del aterrizaje en la Luna. Y por fin podremos dejar de usar de forma irónica lo de que Internet es el futuro.

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