Cristina Cifuentes parecía la gran esperanza blanca del PP, la cara amable, joven y tatuada, la posible 'tapada' para suceder a Rajoy, y se ha desvelado como una segunda edición de Esperanza Aguirre, debe ser que la poltrona contagia. Sus declaraciones de ayer acerca de cómo los madrileños nos pagan la fiesta a los andaluces, que tal cosa parece aunque hable de educación y sanidad, suena tan a viejo y a rancio que le será difícil recuperarse, y eso que la memoria colectiva es cada vez más frágil... salvo porque refleja lo que muchos piensan más allá de Despeñaperros. Que es, por otra parte, lo que creen los europeos del norte respecto a los del sur, así que no presuma mucho la señora de la coleta rubia y planchada, que a ella también la desprecian los nórdicos.Los nórdicos populistas, claro.
Pero la victoria de Trump parece haber dado alas al facherío mundial y se quitan la careta, la capucha, el capirote todos esos que a duras penas aceptaban, al menos en público, que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, que los inmigrantes merecen acogida, que es preciso ayudar a los más pobres o que los homosexuales no tienen que ser sometidos a electroshock, por ejemplo, y andan como desaforados, liberados de la brida. Desbocados.
Pero la victoria de Trump parece haber dado alas al facherío mundial y se quitan la careta, la capucha, el capirote todos esos que a duras penas aceptaban, al menos en público, que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, que los inmigrantes merecen acogida, que es preciso ayudar a los más pobres o que los homosexuales no tienen que ser sometidos a electroshock, por ejemplo, y andan como desaforados, liberados de la brida. Desbocados.
En ese contexto las palabras de Cifuentes, que se pueden desmentir con muchas cifras y lo hicieron enseguida todos los líderes andaluces, vienen a ser una gota más en el amargo vaso del desprecio hacia Andalucía, que se agudiza ahora por razones, de fondo, económicas. Llega la hora de empezar a hablar de repartir el dinero a las comunidades autónomas y todas argumentan para intentar mejorar sus posiciones, sin importar el rigor ni la verdad, ni la coherencia con los propios principios. Se abre así un escenario de consecuencias incalculables, porque después, como vemos, asoma la patita la xenofobia, el nacionalismo cutre y cerril, la frontera, el proteccionismo, el odio. El populismo. La frase de Cifuentes llega en el momento en el que aparece en escena el 'clasismo antiandaluz' hacia Susana Díaz, como viene denunciando el círculo de la presidenta y lideresa andaluza. Hay un 'scheckt' de Polonia, el programa de humor de TV3, sangrante hacia ella. Se advierte en especial desde Cataluña un desprecio contagioso, de Durán a Rufián pasando por el presentador aquél que se quejaba de que en Andalucía hay más piscinas que en Cataluña, pese a la diferencia de renta per cápita. Cifuentes hace, de paso, un flaco favor a Juanma Moreno, empeñado en una 'new age' en las relaciones del PP con la comunidad.
Igual ha llegado ya la hora de que Andalucía reclame lo que le corresponde, después de siglos de maltrato en la planificación del Estado. Y eso es lo que temen los del norte, que saben bien que su bonanza no es sólo mérito de su esfuerzo, por muy crecidos que estén, y que deben mucho a la marginación de Andalucía,a los privilegios a su costa y a la explotación de su mano de obra.
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