Pero quieren abreviar. Ir por la vía rápida y clausurar eso que ellos llaman el Régimen del 78. Es decir, una democracia muy parecida a la que aspiraban los bisabuelos Azaña, Besteiro y demás, pero que a ellos les molesta enormemente por ser amigos del borrón y la cuenta nueva. Y así andan con la pirueta, con Ada Colau mostrando algo que ya se sabía: sus grandes facultades para el contorsionismo. Sí pero no y no pero sí. La idea a defender es una y grande. Estar perfectamente colocados en la línea de salida el 2 de octubre. Colau -que por medio de una magistral voltereta pasó de mera artífice del antidesahucio a alcaldesa de Barcelona- aspira aún al salto mortal. La presidencia de la Generalitat o lo que se encuentre por el camino.
El régimen del 78 no ha prescrito porque la democracia no ha prescrito. Lo que sí es cierto es que ha llegado a un punto de contracción, o de contrición, del que deberá salir modificada. El andamio tan rápida como esmeradamente levantado por los padres de la Transición padece aluminosis. Sólo que esas reformas y reparaciones no deberían hacerse según el interés partidista de unos u otros. La ahora denostada Transición fue algo más que un despliegue de tacticismos. La prisa por liquidar el pasado no es buena, sobre todo si es un pasado democrático y que sirvió para sacarnos de un pozo oscuro. Abreviar y a otra cosa. Cada uno a lo suyo. Como el prófugo Fernández. Lo robado, robado está. Ahí anda su abogado estirando el código penal para que los delitos queden prescritos y aquel repartidor de sobres del gilismo pueda volver como si nada hubiera pasado. Más allá de los términos legales hay prescripciones morales. Pero, claro, ese es un idioma del que el prófugo Fernández dio muestras de gran ignorancia. Tampoco están muy al día en la materia quienes en estos momentos de gravedad institucional en vez de hacer política de Estado se dedican a la cuenta de la vieja.
Antonio Soler
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