lunes, 13 de noviembre de 2017

Dave Holland, al compás de la vanguardia

El contrabajista británico sorprende en el teatro Cervantes con su ecléctico trío en el primer concierto de su nueva gira

Blues, ritmos africanos, reflejos de rock… no hay límites para un ‘power trío’ como el que Dave Holland llevó anoche al Teatro Cervantes. La recta final del 31.º Festival Internacional de Jazz de Málaga tenía un as guardado en la manga, y era la formación minimalista pero efectiva con la que el afamado contrabajista británico jugó a experimentar entre diferentes géneros musicales, de la mano de Kevin Eubanks a la guitarra y Oved Calvaire a la batería. El show de anoche hizo vibrar a un teatro en el que, aunque quedaron localidades vacías, la música se vivió con intensidad y se valoró con los numerosos aplausos de un público entregado. En las manos de Holland, el jazz fue tan solo una excusa: un telón de fondo para mover los hilos del tempo y atreverse con todo, clásico y contemporáneo, siempre al compás de la vanguardia y la innovación que han marcado su prolífica carrera.



El Festival de Jazz de Málaga apuesta en su recta final por un concepto experimental con gran acogida



«Hola», fue la única palabra que Holland pronunció en castellano, momentos antes de comenzar el espectáculo. En su inglés natal explicó que el de anoche era el primer concierto de su nueva gira, por lo que estaban «muy emocionados de estar en un teatro tan bonito», dijo justo antes de presentar a sus compañeros sobre el escenario. El primer tema (si es que puede llamarse así a un bloque de más de media hora sin ninguna pausa) comenzó con un rompedor juego de armónicos al contrabajo. Ya en este primer segmento, el trío experimentó con diferentes géneros y con un envolvente sinfin de sonidos, exprimiendo al máximo los tres instrumentos.

Dave Holland ha sido uno de los nombres propios más trascendentes del jazz desde que debutó en los 70. Sus graves han sonado junto a artistas de la talla de Stan Getz o Miles Davis, y ha formado conjuntos con piezas clave como el innovador Chick Corea o John Abercrombie. Ganador de dos premios Grammy y otros tantos entregados por la crítica y publicaciones especializadas, ayer demostró que se ha ganado a pulso ser un capítulo vivo en la historia del jazz y la música moderna.
Para todos los gustos

En el juego a seis manos que Holland y los suyos plantearon hubo partidas para todos los gustos, rozando límites experimentales que sólo ellos conocen. Desde el más clásico blues atresillado hasta momentos de ‘free jazz’ (una de las corrientes más psicodélicas del género), pasando por fragmentos de caos aparente y ruptura total con la armonía. Las cuatro cuerdas del inglés, además de cumplir con la función básica de los bajos, sirvieron de hilo conductor entre sus colegas en una conversación constante de miradas, preguntas, respuestas y solos (por parte de los tres músicos) cargados de complejidad.




Desde el más clásico blues hasta ritmos africanos, no hay límites para la formación


La diversidad técnica sobre el escenario fue una de las claves del éxito de la velada: Kevin Eubanks mezcló punteos electrizantes con ‘taping’ –golpear las cuerdas como si el mástil de la guitarra fuera un piano– y acordes jazzeros. Por su parte, el propio Holland demostró que toda una vida tras el contrabajo vale para aprender algún que otro truco, como el de utilizar los agudos sin complejos y encontrar sonidos difíciles de escuchar en un instrumento de ese rango. Calvaire protagonizó uno de los momentos más aplaudidos de la noche con un largo solo ensordecedor a base de baqueta, mano desnuda y timbal. Así, divirtiéndose entre juegos y fusión, los tres músicos se despidieron frente a un Cervantes en pie tocando una ecléctica canción compuesta por el guitarrista de la formación.

Fernando Torres

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