domingo, 12 de noviembre de 2017

Dave Holland : "La música nos une a todos en algo que nos supera, en una conciencia universal"

El bajista británico, miembro del histórico quinteto que armó Miles Davis a finales de los 60 y leyenda viva del jazz, actuará con Kevin Eubanks y Obed Calvaire hoy domingo en el Cervantes
Quien quiera hacerse una idea más o menos clara de la belleza que el jazz es capaz de expresar, no tiene más que atender al catálogo de discos que Dave Holland ( Wolverhampton, Staffordshire, 1946) ha facturado en el sello ECM. Miembro del histórico quinteto que Miles Davis armó a finales de los 60 para alumbrar obras maestras como Britches Brew (en cuyo seno pudo tocar junto a Chick Corea, John McLaughlin, Jack DeJohnette y Joe Zawinul, entre otros), el compositor y bajista británico, profundo renovador de la técnica y la hondura de su instrumento a mayor gloria del género, ha compartido además oficio con otros maestros como Stan Getz y Pepe Habichuela. 

Hoy domingo 12 actuará en el Teatro Cervantes con su actual trío, que completan el guitarrista Kevin Eubanks y el batería Obed Calvaire, dentro del Festival de Jazz de Málaga.

-El público malagueño ha podido disfrutar ya de su música en algunos conciertos, pero ¿qué va a encontrar en esta ocasión?
-Kevin, Obed y yo venimos trabajando con este trío desde hace ya dos o tres años. En realidad, con Kevin he puesto en marcha varios proyectos desde 1998, pero ahora tenemos una implicación mayor. Digamos que lo que hacemos es poner en común la música que hacemos a partir de ciertos elementos, ciertas intuiciones compartidas. A partir de aquí, le concedemos un protagonismo especial a la improvisación, de manera que cada concierto se convierte en algo único. Lo que hacemos, en gran medida, se parece mucho a una jam: no sabemos bien qué va a pasar. Pero lo disfrutamos muchísimo. Y el público con nosotros.

-¿Hay alguna conexión entre este grupo y el Gateway Trio, el que formó en 1975 junto a John Abercrombie y Jack DeJohnette?
-No, no la hay. A ver, la música es, ante todo, una cuestión de individualidades. Cada músico, como persona, es de una manera determinada, y toca en consecuencia. Por eso no puede haber dos músicos que expresen exactamente la misma inspiración. John [Abrecrombie], a quien perdimos hace sólo dos meses de forma tan triste, y a quien recuerdo cada día, era un guitarrista extraordinario, y también una personalidad única. Así que no tendría sentido intentar revalidarlo, porque como músico era irrepetible. Lo que sí te puedo decir es que tanto el Gateway Trio como mi grupo actual comparten un mismo sentido de la libertad: tocamos lo que queremos, cuando y como queremos. Pero no hay ninguna intención por nuestra parte de reeditar el Gateway Trio.

-Por la atención que demuestra usted en el escenario, siempre me ha parecido al verlo en sus conciertos un pintor que utiliza el contrabajo como un lienzo. ¿Comparte esta impresión?
-Es una idea preciosa, sí. El arte es algo que me interesa especialmente. Es cierto que hay músicos que se comparan abiertamente a sí mismos con artistas, pero no, no es mi caso. Soy un músico que trabaja con sonidos, nada más. Lo que yo hago es contar historias al público a través de la música, suscitar emociones en otros a partir de las más propias a través de la performance. Y esto, salvo en los conciertos en los que actúo solo, sucede siempre desde un diálogo que se establece con los demás músicos y también con el público.

-¿Cómo ve a estas alturas al contrabajo: como a un amigo, como a un amante o como a un enemigo del que le gustaría librarse?
-Dejémoslo en amigo, en compañero. Las cuestiones amatorias las resuelvo con otra persona. El contrabajo es mi voz, me comunico a través de él. Y siento permanentemente el deseo de tocarlo. Es cierto que para llegar a dominarlo hay que tomarse en serio una rigurosa disciplina, pero, más allá de esto, lo que me une a él es el placer que siento tocando. Siempre tengo ganas de practicar. De hecho, antes de que me llamaras estaba pensando en ponerme a ello. Sí, lo disfruto mucho. Más ahora que en mi juventud, ¿sabes? Imagino que a estas alturas no tengo que esforzarme por aparentar nada. Toco, lo paso en grande y ya está.

-¿Le dice algo la palabra espiritual en relación a su música?
-¿Cómo definirías tú eso?
-Como la posibilidad de decir cosas que no pueden ser dichas.

-Sí, creo que hay un elemento trascendente en la música. Algo imprevisible, especial e intuitivo. No sabes lo que es, pero está ahí. Cuando dialogas en un escenario con otros intérpretes y con el público, la música nos une a todos en algo que nos supera, algo que es más grande que nosotros. Tal vez una conciencia universal, una presencia que lo atraviesa todo.

-Hablando de diálogos entre músicos, ¿cuál ha sido su preferido, el que más recuerda?
-No puedo responderte a eso. No hago comparaciones. No se trata de decir esto es mejor que aquello, tal músico es mejor que tal otro. Cada experiencia es única y no tiene mucho sentido compararlas. Fíjate, últimamente estoy alternando los conciertos con el trío con otros que comparto con el maestro de la tabla india Zakir Hussain. ¿Crees que puede compararse una cosa con la otra? No, no tienen nada que ver. Lo que sí puedo decirte es que me siento tremendamente afortunado por haber trabajado con tan buenos músicos, gente tan generosa a la hora de tocar y crear juntos. Es un verdadero placer servir a la música con ellos.

-¿Y qué significó para usted su colaboración Pepe Habichuela?
-Ah, Pepe es un músico extraordinario. Hace poco le rindieron un homenaje en Madrid por sus sesenta años de trayectoria, me invitaron pero no pude ir, así que envié un vídeo de felicitación. Él fue mi maestro. Cuando empecé a tocar con Pepe yo conocía muy poco del flamenco, así que durante tres años estuve viajando a España para aprender con él. Y, desde luego, fue una experiencia inolvidable.

-¿Forma parte el flamenco de su equipaje personal, al igual que el jazz y otras músicas?
-Por supuesto. Pero ten en cuenta que toda la música está conectada. No hay muchas músicas, la música es una. Los gitanos llegaron a Europa desde India y trajeron consigo una tradición musical que luego se incorporó al flamenco. Yo he podido tocar con músicos indios y con músicos flamencos y he percibido claramente este vínculo. Las migraciones tienen una responsabilidad directa en la evolución de la música, y el flamenco es un ejemplo decisivo. No me gustaría ponerme muy filosófico, pero todos venimos de la misma ruta, de la misma raíz. Todos somos hermanos y hermanas. Bien, pues con la música sucede lo mismo. Mi crecimiento ha tenido lugar dentro del jazz, pero en realidad me interesa cualquier expresión musical honesta y sincera.

-¿Era más difícil para un bajista británico abrirse paso en EEUU a finales de los 60? ¿Tuvo que demostrar más allí por el hecho de haber llegado desde Europa?
-Entre 1965 y 1968 toqué en Londres con músicos ingleses y americanos. Pero tuve la enorme suerte de que Miles Davis me invitara a unirme al proyecto que entonces se traía entre manos allí, en Londres. Al día siguiente de conocerlo ya estaba tocando con Davis, con Jack DeJohnette y con Eddie Gómez en un escenario. Imagínate.

Pablo Bujalance

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