El Unicaja pierde en la prórroga ante un Zalgiris que casi siempre fue por delante, pero al que pudo recuperar una desventaja de 20 puntos en el último cuarto, hasta llevar el partido al tiempo extra - Ulanovas, con una canasta sobre la bocina, decidió el partido
El «miedo a ganar» del Zalgiris cuando lo tenía todo de cara, a poco más de 10 minutos para llegar al 40' (36-56), y una reacción increíble de un Unicaja triste y meditabundo durante tres cuartos largos del partido, pero enrabietado en ese esprint final, permitió anoche al equipo verde soñar con una victoria que casi siempre estuvo imposible, en una prórroga que se decidió con una canasta de Edgaras Ulanovas tan dolorosa como cruel, sobre la misma bocina.
Los 2 puntos finales del alero zurdo lituano quizás hicieron justicia a lo visto durante los 45 minutos de juego, en los que el Unicaja estuvo casi siempre a remolque en el marcador, pero después del esfuerzo por tratar de remontar, dolió de lo lindo el desenlace final. La imagen de Brooks, de rodillas sobre el parqué, lamentando la mala suerte del último tiro del rival, mientras los lituanos eran una piña en torno al ejecutor final, fue la imagen que resumió a la perfección lo vivido anoche en el Carpena. Un quiero y no puedo.
El «miedo a ganar» del Zalgiris cuando lo tenía todo de cara, a poco más de 10 minutos para llegar al 40' (36-56), y una reacción increíble de un Unicaja triste y meditabundo durante tres cuartos largos del partido, pero enrabietado en ese esprint final, permitió anoche al equipo verde soñar con una victoria que casi siempre estuvo imposible, en una prórroga que se decidió con una canasta de Edgaras Ulanovas tan dolorosa como cruel, sobre la misma bocina.
Los 2 puntos finales del alero zurdo lituano quizás hicieron justicia a lo visto durante los 45 minutos de juego, en los que el Unicaja estuvo casi siempre a remolque en el marcador, pero después del esfuerzo por tratar de remontar, dolió de lo lindo el desenlace final. La imagen de Brooks, de rodillas sobre el parqué, lamentando la mala suerte del último tiro del rival, mientras los lituanos eran una piña en torno al ejecutor final, fue la imagen que resumió a la perfección lo vivido anoche en el Carpena. Un quiero y no puedo.
El de ayer era un día «D» en Europa. Lo sabíamos todos. Y el equipo no dio la talla hasta que se vio contra la cuerdas y al Zalgiris le entró el miedo escénico. Entonces jugó mejor, le puso ganas y testiculina. Pero fue demasiado tarde. Solo le valió para forzar la prórroga y para perder con cierto honor. Lo que pasa es que eso vale de poco y compromete seriamente el futuro continental de los cajistas.
Lo voy a repetir una vez más: En la Euroliga, los partidos de casa son FUNDAMENTALES. La única manera de ir cumpliendo objetivos es sumarlo casi todo como local. Ganar fuera es muy difícil, sobre todo para equipos del pedigrí del Unicaja. No hay ni una sola cancha asequible. Por eso, hacer de tu pista un fortín es el único camino que te puede llevar al ansiado cruce de cuartos de final. La derrota de ayer ante el Zalgiris, unida a la del día del Brose, coloca a los verdes en una situación crítica antes de viajar mañana a la pista del Real Madrid y de recibir la próxima semana al todopoderoso CSKA. Ojito porque la ilusión de la Euroliga se puede esfumar muy pronto y convertir el premio de jugar al más alto nivel continental en un suplicio de viajes y partidos sin sentido a partir de Navidad. Ojalá no sea así, pero la dinámica es la que es e invita a poco optimismo.
El Unicaja fue un desastre durante 30 minutos. Y el maquillaje final no puede ocultar el fiasco anterior. Este Unicaja de mediados del mes de noviembre es un equipo que no juega a nada, que no tiene un plan de partido sólido ni tampoco uno alternativo para cuando las cosas se tuercen. Me niego a pensar que la realidad deportiva del Unicaja es la que mostró los primeros 30 minutos ayer o los 40 del domingo pasado en San Sebastián. Hay 14 jugadores para competirle a cualquiera. En la ACB y en la Euroliga, por mucho que parezca todo lo contrario. Y aquí que cada perro se lama su herida, porque los culpables son todos: entrenador, staff y jugadores.
Emilio Fernandez
La Opinion de Málaga
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