jueves, 2 de noviembre de 2017

Eugenio Rivas en La Casa Amarilla.



Hoy jueves día 2 de Noviembre a las 20:30h se inaugura la nueva exposición de Eugenio Rivas en La Casa Amarilla.

En esta exposición Eugenio Rivas explora el dilatado territorio de lo sonoro para establecer una reflexión sobre el silencio. Una actitud callada que descubrimos como necesidad interior implícita a nuestro ser, cuya práctica nos devuelve al presente. En el Tao Te Ching, Lao Tse apunta que sonido y silencio se armonizan mutuamente y se engendran uno al otro según las leyes recíprocas de lo natural. De modo que quien quiera escuchar la ley del Tao puede dejar de esperar y atender al silencio.


A través de la abstención y la reserva nos acercamos al concepto Wu Wei, que defiende la no-acción. Con esta noción taoísta se plantea un retorno a la acción espontánea “como la del niño que juega, únicamente por jugar —explica Onorio Ferrero en el prólogo al texto de Tse—, como la del viento que mueve los árboles, como la del riachuelo que corre”. Este concepto nos empuja a hacer sin esfuerzo, como el modo en el que crecen las plantas, llevando a cabo un desarrollo nuestra acción con armonía según las leyes que sustentan el equilibrio del Tao.

Esta visión abierta del mundo nos libera de prejuicios y nos acerca al modo de proceder de la naturaleza. Pablo d’Ors nos explica que este concepto chino “consiste en ponerse en disposición para que algo pueda hacerse por mediación tuya, pero no hacerlo tú directamente, forzando su arranque, desarrollo o culminación. […] De manera que no hay que inventar nada, sino recibir lo que la vida ha inventado para nosotros; y luego, eso sí, dárselo a los otros”. La verdadera sabiduría consistirá, por tanto, en actuar sin tener en cuenta los propios deseos, la voluntad propia, y aceptar nuestra realidad tal cual es. En esta difícil tarea el silencio nos predispone para la escucha, para la observación y, con ellas, para la aceptación ecuánime.

En el segundo poema del Tao Te Ching Lao Tse anota que el “sabio obra sin actuar” y “enseña sin hablar”, “crea sin esperar nada”, porque es consciente de que “todos los seres se renuevan sin cesar”. Así, “cumple su obra pero no reclama su mérito / y, precisamente porque no lo reclama / su mérito nunca le abandona”. Solo gracias a su desprendimiento y falta de pretensión logra conservar su virtud


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