En Málaga hay muchos conciertos pero se repiten cada año los mismos artistas con un descaro clamoroso
Con el paso de los años ha resultado ser una evidencia que la programación musical de la Costa del Sol se ha visto beneficiada por la afluencia de visitantes extranjeros que ha provocado que durante los veranos podamos contar con la visita de grandes artistas de primer nivel. Enumerarlos aquí supondría el sacrificio de esta columna, pero por hablar sólo de los últimos años hemos visto cómo se han celebrado conciertos míticos en pistas de tenis, en escenarios históricos como el Castillo de Sohail o en la cantera de Nagüeles en Marbella, donde se celebra con éxito el festival Starlite que resume muy bien toda esa desenfadada demanda de música.
Seguimos sin embargo con idénticas carencias de contenido. Estamos a punto de terminar el año y ya hay confirmados más de una veintena de grandes conciertos de pop y rock para los meses que transcurren entre enero y julio y ya salta a la vista algo evidente: ninguno de estos artistas viene a Málaga por primera vez. Todos repiten. En algunos casos el descaro es clamoroso: Sting vino hace solo unos meses y repetirá el próximo verano, al igual que Bisbal o Sergio Dalma, a los que tenemos aquí todos los años junto a Raphael de quien ya es una tradición que acuda a la provincia de Málaga, a veces en varias ocasiones a lo largo de la misma temporada, y eso por no hablar de los artistas malagueños de los que también se espera omnipresencia como Pablo López, Pablo Alborán o Antonio Cortés. Uno ojea con ilusión la programación musical que se nos viene en 2018 y se topa con la reincidencia, la falta absoluta de riesgo, cero innovación y una desagradable sensación de haberlo visto todo. Carajo, es que solo falta Siempre Así. La Costa se está convirtiendo en un cementerio de elefantes solo interrumpido por la radiofórmula más comercial. Por supuesto que no podemos despreciar un concierto o una propuesta simplemente porque ya se haya celebrado pero, con la apabullante hornada de nuevas músicas para tantísimos gustos, ¿no es posible una programación que mezcle artistas de comprobada eficacia con otros más nuevos o que no estén tan endemoniadamente vistos? ¿Es de verdad necesario repetir los mismos artistas todos los años?
Si a las promotoras privadas les parece genial apostar una y otra vez por lo mismo, poco podemos hacer al respecto además de quejarnos, dejarnos llevar por la desgana y afrontarlo como una decisión comercial conservadora. La programación que emana de lo público por su parte olvida que no puede seguir ejerciendo del mismo modo que los privados. Todo esto delata la certeza de que a Málaga no se la espera en las giras más relevantes y que los grandes grupos prefieren hacer parada en Madrid, Barcelona o en algunos de los macrofestivales que pululan por el territorio nacional y de los que sólo tenemos en Málaga un par de ejemplos mal contados. A la espera de conocer más citas en Málaga, lo único que nos queda por hacer es lamentarnos. Qué aburrimiento.
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