El filósofo Emilio Lledó reivindica el lenguaje, la memoria y la cultura al recibir en Málaga el Premio Internacional Humanismo Solidario Erasmo de Rotterdam
El pensador reivindica el lenguaje, la memoria y la cultura al recibir en Málaga el Premio Internacional Humanismo Solidario Erasmo de Rotterdam
málaga. En su cara lleva escritas las huellas del tiempo, pero también el rastro del que no ha dejado pasar la vida sin pensar lo que ve y leer entre líneas. Dice que todavía se reconoce en ese niño de la guerra que fue, al que no es difícil imaginar en la mirada inquieta de un Emilio Lledó (Sevilla, 1927) que, en cuerpo, alma y mente, se empeña en llevarle la contraria a los 90 años de su biografía. Premio Princesa de Asturias, Nacional de las Letras e Hijo Predilecto de Andalucía, el filósofo sumó ayer en Málaga un nuevo reconocimiento a su indispensable trayectoria: el Premio Internacional Humanismo Solidario Erasmo de Rotterdam. El autor de ‘El silencio de la escritura’ y ‘Filosofía y lenguaje’ se sentó con SUR a hablar sobre la memoria, la cultura y el lenguaje, valores fundamentales pero también en retroceso en la sociedad contemporánea. Un presente que también aborda al hablar de la situación de Cataluña y del machismo.
–El humanismo de Erasmo de Rotterdam no pierde vigencia.
–El humanismo fue el redescubrimiento de un pensamiento que ya había estado presente en la cultura griega: la mirada hacía el ser humano, la mirada hacia el lenguaje que es su característica esencial. Pero el lenguaje se había acartonado en tiempos de Erasmo y eso cortaba la posibilidad de reflexionar. Él encabeza esa nueva mirada hacia el mundo que dialoga con la aportación más extraordinaria de la vida humana: la cultura.
–¿Se repiten esos tiempos acartonados?
–Estamos un poco obturados. Nuestra educación está siendo básicamente informática y ese conocimiento es fundamental en nuestro tiempo, pero sólo es una parte. Lo esencial es el lenguaje, la reflexión, la filosofía, la literatura... Los chisporroteos del mundo digital son importantes, pero por debajo de eso está el lenguaje de la cultura, la tradición, la memoria.
–¿Se está perdiendo esa batalla?
–Me parece escandaloso que se quieran quitar la filosofía, porque la gran tradición humanística es la que nos enriquece y nos da vida. No sé si yo estaré equivocado, pero es maravilloso poder dialogar con autores como Platón, Aristóteles, Esquilo, Homero. La característica de la literatura clásica es que todavía está viva. Pero muchos de lo que escribimos ahora, tal vez, dentro de 30 años no habrá quien nos lea.
–Pues he leído una novela sobre un futuro próximo en la que los libros son piezas de coleccionistas.
–Sería terrible, la muerte de la humanidad. Me acuerdo de un dibujo de El Roto en el que se ven dos montoncitos de libros y uno le dice al otro: «Antes nos quemaban, ahora nos digitalizan». «Bueno, no es lo mismo», le contesta el segundo. A lo que el primero replica: «Ya veremos».
«¿Cómo se va a hacer democracia estableciendo murallas y separándose?», se pregunta el pensador
–Ja, ja, buena advertencia. En su caso, ¿escribo, luego existo?
–Para mí es fundamental. Es mi trabajo y, a pesar de que tengo unos años, sigo escribiendo. Trabajo, luego existo.
–El pasado noviembre cumplió 90 años. ¿Ha cambiado su visión del mundo con el paso del tiempo?
–Sí. Pero también me sigo reconociendo en el que fui. En ese joven que se fue a Alemania a estudiar o en el que padeció la guerra civil de niño. Naturalmente he aprendido cosas, porque por muy tonto que seas siempre aprendes algo. Pero aunque me haya enriquecido mentalmente, hay una cierta continuidad. Sigo siendo aquel.
Democracia y murallas
–El premio tiene el apellido ‘solidario’. ¿Cómo de solidaria es nuestra sociedad?
–Es un reto que tenemos que asumir porque es esencial. El sentimiento de felicidad propio no puede sentirse si no es en solidaridad con los otros. En un mundo insolidario es un sarcasmo hablar de felicidad. Sin embargo, la felicidad es algo que, como decían lo griegos, los seres humanos tienden por naturaleza.
–Nuestra sociedad canaliza buena parte de la solidaridad a través de ONG. ¿Los episodios de abusos que se han conocido esta semana, como los de Oxfam, quiebra ese sistema?
–Es descorazonador e inconcebible. No sé que decir. Cuando veo esas noticias y comprobamos sus desperfectos, pienso que se nos hunden todos los ideales. Pero jamás debemos caer en el desaliento.
–¿Y como ve nuestra España que parece que ya no es la casa de todos?
–Se está hablando tanto de nacionalismo que me molesta, porque no lo siento. No soy nacionalista y no lo entiendo. Soy nacionalista de mi lengua, del país de la lengua que yo quisiera ser. Un nacionalismo integrador. El concepto esencial de la democracia es la filantropía y el amor a los otros. No puedes estructurar un país, resquebrajándolo, dividiéndolo, separándolo y alienándolo, eso es antidemocrático y antihumano. ¿Cómo se va a hacer democracia estableciendo murallas y separándose? Eso no es amor al hombre y al ser humano, es egoísmo y, al mismo tiempo, reaccionario porque va contra los principios de la época moderna.
Reivindicación de la «decencia» en la política
La Asociación Internacional Humanismo Solidario hizo ayer entrega del Premio Erasmo de Rotterdam al filósofo Emilio Lledó en un acto celebrado en el Rectorado de la Universidad de Málaga. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, y el consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, hicieron entrega del galardón al pensador, que reivindicó la «decencia» en la política, un valor que no es una novedad, sino que viene de los escritos fundacionales de la democracia y de Aristóteles. Por su parte, el catedrático Manuel Ángel Vázquez Medel realizó la laudatio del premiado, del que destacó su defensa de la «libertad de pensamiento que solo es posible desde la educación».
–Nuestra democracia parece no encontrar una respuesta.
–Tiene que buscarla partiendo de la educación, de la cultura y de la lucha por la igualdad.
–Usted pertenece a la RAE, una institución que se pone como ejemplo de la desigual representación entre hombres y mujeres.
–Eso es un poco injusto. El diccionario no puede decir como deben ser las palabras, sino que recoge lo que hay. Es verdad que no podemos cultivar los desperfectos lingüísticos, pero creo que hay un cierto escándalo farisaico hacia la Academia y el diccionario. Es una crítica facilona y demagógica.
–¿Estamos por fin despertando de cierta inconsciencia machista como colectivo?
–El machismo es indudable. Estamos despertando y siempre lo podremos mejorar.
Francisco Griñán
Diario Sur
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