Llega septiembre con las ínfulas de un año nuevo. Por encima de los calendarios y las campanadas de la Puerta del Sol, el año comienza con este mes en el que maduran las uvas, los estudiantes vuelven a las aulas y los buenos propósitos al espíritu de todos. Esa era la fama de este mes amarillento, sin embargo, este año todo suena a repetición. A reválida de mal estudiante, a mensajes de segunda o tercera mano. Ya han calificado nuestra situación política como día de la marmota. Con toda razón. Ahí están las voces de Podemos hablando de gobierno de coalición y las del PSOE de programas y materias a estudiar. Para eso se supone que han estado trabajando los socialistas con colectivos de izquierda, haciendo una labor de erosión lenta. Tan lenta como la que borra las aristas a las cordilleras. Un trabajo invisible para el ojo humano.
Invisibles, haciendo sombras chinescas, lanzando mensajes sordos o sencillamente dejando pasar las horas con la misma actitud del mal estudiante que aplaza día a día el momento de abrir los libros y finalmente lo encomienda todo a la suerte del último momento. Dijeron que se iban a flagelar, que se iban a quedar sin vacaciones. No se sabe muy bien si realmente lo han cumplido y si lo han hecho qué sentido ha tenido que lo hicieran. Con lo que sí contaban desde luego era con las vacaciones de los demás, con la relajación de una ciudadanía fatigada que apenas ha querido mirar de reojo a la arena política. Demasiado resol, demasiado hastío.
Francisco Umbral, hablando de los intelectuales comprometidos con la cosa pública, decía que «los poetas, en política, son como niños». A veces los políticos también son como niños en política. Como niños penosos. Ahora parecen condenados a copiar mil veces la misma oración en la pizarra nacional. Y nosotros estaremos obligados a oír y leer otras mil veces la misma cantinela. Sí, hay novedades. La barba de Pablo Casado, los aparatos que sobrevuelan los jardines de la Moncloa para derribar drones. Incluso es posible que Pablo Iglesias haya estado ensayando alguna voltereta mental con la que amenizar la rentrée. Algo muy difícil de pedirle a Albert Rivera, que despidió el curso aferrado a un crítica política de tanta altura como la machacona calificación al PSOE de banda. Después de la intensificación del romance entre Macron y Pedro Sánchez no se sabe hasta dónde alcanzarán los celos de Rivera. De Vox, como mucho, puede esperarse que haya estado recosiendo su cota de mallas y, empachados de testosterona, sacándole brillo a la Tizona. De modo que las grandes novedades vendrán de otra parte. Por un lado, del Tribunal Supremo y su sentencia a los independentistas encausados y de Londres y su presunto 'Brexit' duro. Eso y la imposibilidad de volver a aplazar nuevamente la elección de jefe de Gobierno terminarán con este estancamiento. Como amenaza, la repetición de elecciones. La repetición de curso para unos políticos que a veces son como poetas pergeñando un ripio tras otro.
Antonio Soler
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