viernes, 21 de abril de 2017

La gentrificación y sus efectos en Málaga

El destino turístico «Málaga» se ha convertido en un producto que, al exponerse en el mercado, acaba confundiéndose con la ciudad en sí, del mismo modo que si París fuera absorbida por Disneyland y mostrara como su principalesseñas de identidad a Mickey y Donald.


La ciudad, por el contrario, es el espacio común que compartimos sus habitantes, siempre diversos, y a quienes se nos ofrece en múltiples usos. Lugar habitacional, pero también de ocio, encuentro, trabajo, sociabilidad, consumo, creatividad, memoria, comunidad, descanso, etc., por mucho que se pretenda imponer una deriva que reduzca su uso primordial al turismo, que la convierta únicamente en un destino turístico: un fenómeno conocido como «turistificación», que obliga a la ciudad a adaptar sus funciones y entorno a ese único objetivo.
1. MUSEOS

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El primer paso consiste en crear un motivo o foco de atracción: los museos, en el caso de Málaga, que desde hace unos años llegan sin cesar a la ciudad. Y decimos «llegan» desde el momento en que por lo general se trata de museos-franquicia que, a costa de un enorme desembolso de las arcas públicas, se instalan por un plazo de tiempo determinado, según criterios de rentabilidad económica. De hecho, es la concejalía de Turismo y no la de Cultura la encargada de ofrecer los datos anuales.


De momento, Málaga registra un total de 81,4 visitas a los museos por cada cien pernoctaciones, por delante de Valencia, Madrid, Barcelona o Sevilla, y cinco de sus centros (Centro de Arte Contemporáneo, Museo Picasso, el Centre Pompidou, Museo Carmen Thyssen y la Fundación Picasso-Casa Natal) se encuentran entre los diez más visitados del país, lo que en 2016 generó un impacto económico de unos 550 millones de euros en un concepto tan vago como «gasto de turistas y visitantes». Lo único cierto y realmente cuantificable, sin embargo, es que al contrario de lo que se había asegura los museos distan muchos de ser autosostenibles, de manera que los presupuestos de 2017 les ha reservado 15 millones de euros. A la cabeza, muy por encima de todos los demás, se encuentra el Museo Ruso, con más de 96.000 visitas. A la cabeza, muy por encima de todos los demás, se encuentra el Museo Ruso, con más de 96.000 visitas. Mencionemos alguno de los casos más conocidos de Málaga.







Tabacalera


Si otras ciudades tienen aeropuertos sin aviones, Málaga cuenta con el Edificio de Tabacalera: una infraestructura en la que se ha derrochado de manera inaudita el dinero público y que aún no encuentra un destino claro. Solo en el frustrado Museo de las Gemas, que permaneció abierto un par de horas, se invirtieron entre 30 y 40 millones de euros, según quién ofrezca las cifras, pues la opacidad es seña de identidad en este tipo de proyectos faraónicos. Por si fuera poco, Art Natura, empresa encargada del proyecto, ha denunciado públicamente que se inflaron de manera artificial y escandalosa los costes de la obra con el único propósito de desviar fondos a las campañas del PP, algo que motivó una Comisión de Investigación en el Ayuntamiento de Málaga que comenzó en 2016 y concluirá a mediados de 2017.


Según la documentación aportada por Art Natura, el acta de apertura fue una ficción jurídica: solo estaba disponible un 7,5% del edificio. De esta forma, si un mes antes de las elecciones municipales de 2011 De la Torre se anotaba un tanto, luego se le volvió en contra: en la inaugruación ofical de enero de 2012 la policía clausuró a las dos horas el edificio por falta de licencia de apertura e informe de Bomberos. La defensa del equipo de gobierno, de hecho, pasa por la victimización: su ingenuidad -aseguran- hizo que fueran estafados por empresarios sin escrúpulos, pero, del mismo modo pueril, rechaza cualquier responsabilidad, siquiera política.


Lo cierto es que el mismo edificio alberga el Museo Ruso, que costó 5 millones de euros cuando se habían anunciado 400.000, y el del Automóvil. De este último, el Ayuntamiento recibe un 7% de los ingresos en taquilla…, pero prácticamente la totalidad de esos ingresos proviene de entradas compradas por el propio Ayuntamiento, entre 500.000 y 600.000 euros al año. Los fiascos de este pozo son interminables: el célebre Polo Digital ocupará, con un años de retraso, el espacio originariamente destinado al Museo de las Gemas, cuya remodelación ha supuesto una nueva inyección de 2,7 millones de euros.
Pompidou


Inaugurado en 2015, las previsiones iniciales para su primer eran de 250.000 visitantes, que se quedaron en 220.000. Para Serge Lasvignes, presidente de esta institución francesa, son datos tan buenos que, en declaraciones a la prensa local, aseguró que «le cuesta encontrar imperfecciones» y le gustaría hacer efectiva la cláusula que permite prorrogar el contrato de tan solo cinco años a otros tantos: «[Debemos] trabajar el gran vivero que representan los turistas. Tenemos un 70% de visitantes españoles. Tenemos un terreno muy fértil que podemos desarrollar en cuestión de turistas», declaró en la edición del 7 de abril de 2016 en Sur.


La inversión para el Centre Pompidou fue disparatada, de modo que la propina de esos cinco años es lo menos que se podía esperar. Veamos esos costes:
Las obras de adaptación del Cubo (el característico edifico del museo) costaron 6,7 millones de euros, un 50% más de lo presupuestado inicialmente. Algunas partidas rozaban el absurdo, como el compromiso contractual de que las placas de plástico del Cubo fueran compradas a una empresa de Francia, lo que triplicaba el coste de adquirirlas en Málaga.
El canon por el uso del Cubo es de 334.254 euros al año y no está reflejado, ya que se compensará con la deuda del IBI del Puerto de Málaga, en cuyos terrenos se ubica.
El presupuesto público designado para el proyecto era de unos 4,2 millones de euros al año, que salen de la Agencia Pública creada recientemente. De esa partida, el Ayuntamiento se compromete a abonar anualmente al Centro Pompidou 2,07 millones de euros al año: un millón de euros en concepto de canon de uso de la marca y préstamo de las obras, y 1,07 millones por gastos derivados de seguros, transportes y personal técnico.


En lo que corresponde a los ingresos, el Ayuntamiento esperaba recaudar 990.000 euros por las entradas de los 250.000 visitantes anuales estimados, pero aún no se disponen de datos definitivos, si bien, como hemos visto, los visitantes fueron menos.


¿Ha sedimentado realmente el Pompidou en Málaga o solo en su imagen turística? ¿Tiene sentido esta ingente inversión cuando nuestro creadores emigran a Barcelona y Madrid, cuando el Soho ha sido un fiasco y faltan locales y ayudas a nuestras propios creadores? ¿Tiene sentido que, ante estas cifras, las trabajadoras del museo cobren 4,5 euros la hora?

2. ADAPTAR EL ENTORNO


En segundo lugar, la «turistificación» exige adaptar el entorno al uso previsto. Lógicamente, un turista no tiene por qué acudir a una ferretería, droguería o peluquería. De ahí la proliferación de restaurantes de comida rápida, establecimientos de las grandes cadenas textiles y, si acaso, en lugar de la peluquería encontraremos una barbería hipster.


Por descontado, existe un tipo de turismo que busca lo singular y autóctono, que huye de zonas saturadas por el propio turismo, que se empapa de la gente, sus costumbres, sus historias, un turismo que consume en los establecimientos originales, distribuye la riqueza entre el tejido comercial pequeño y tradicional, que repite atraído por lo auténtico y recomienda el destino: un turismo de calidad y de continuidad para el que Málaga podría tener muchas posibilidades. Ciertamente aún perduran rincones únicos, aunque debamos lamentar pérdidas como La Coracha, los 315 edificios de patrimonio histórico derruidos en las más de dos décadas de gobierno local del PP (200 en el centro, y 32 de ellos del siglo XVII, lo que deja vacía la expresión «centro histórico»), la judería eliminada para construir el primero de los grandes museos (el Picasso), cada uno de sus comercios y establecimientos que se han perdido, etc.












Por paradójico que resulte, en ocasiones se recrean en formato cartón piedra esta vida y parte de las ciudades que se pierde: el fachadismo del patrimonio derruido y expoliado, tabernas-franquicia que imitan viejas bodegas, imágenes costumbristas en forma de estatuas, personas con uniformes-disfraces, postales que desprenden nostalgia sobre una ciudad que ahora pretende ser recreada por el mismo modelo turístico que la ha destrozado.


En Málaga desembarca un turismo de masas, un turismo indistinto que busca el consumo rápido y cuyo paradigma principal son los cruceros, un turismo que transita acelerado por la ciudad y apenas se detiene para hacerse selfies, tachar de lista los objetivos ya visitados, en una suerte de yincana en la que no pueden faltar dos o tres museos, una cadena de ropa o comida rápida antes de volver y rentabilizar el «todo pagado» del crucero o, quizás, emprender una excursión guiada a los destinos del entorno (Ronda, Granada, Córdoba…) .


Se trata por tanto de un turismo que, cuando deja riqueza, lo hace en grandes cadenas con personal precarizado y que seguramente confundirá nuestros museos con los de su próximo destino, pues Málaga se convierte en una confusa escala más, difícil de recordar en el futuro y recomendar, así como a la que regresar, salvo en caso de un nuevo paquete-oferta.





3. HOTELES


Málaga capital se ha convertido, tras Barcelona, en la segunda capital del país con mayor ocupación media anual de hoteles, un 76%, con cerca de 4 millones de visitantes, con Reino Unido a la cabeza después del propio turismo español. De hecho, la oferta total de la ciudad de todo tipo de alojamiento reglado roza ya las 18.500 plazas.


En esta misma línea se debe entender la construcción o previsión de nuevos hoteles de lujo, en una ciudad en la que hasta hace unos pocos años no había ningún cinco estrellas. Esto atiende a una nueva tendencia en el sector, entre otros motivos porque en 2016 se declaró en varios grandes foros a Bilbao y Málaga como «ciudades de oportunidad de inversión».


Los fondos de inversión que están realizando los primeros movimientos son rusos, asiáticos y británicos, después de que abriera la veda el fondo catarí para el hotel del Dique Levante, que veremos más adelante. La propia Asociación de Constructores y Promotores en Málaga y la Costa del Sol ha admitido que está encontrando mucho menos problemas en nuestra provincia que en otros Ayuntamientos. En este sentido, recordemos que el grupo ARC Resorts de Singapur, que promueve un casino en la zona de San Andrés, se marchó de Valencia por «falta de interés de los políticos» (en otras palabras: ni siquiera Rita Barberá se avino a modificar la ley sobre casinos, y esta por ver qué sucederá en Andalucía). Cabe recordar que en 2013, con el polémico Damián Caneda como concejal de Turismo, comenzaron los primeros contactos con grandes grupos rusos para cambiar el uso residencial de varios suelos y destinarlos a grandes casinos.


Las previsiones apuntan a que esta tendencia abarque también a complejos residenciales, algo que estaba a la espera de la formación de un nuevo gobierno tras casi un año de ejecutivo en funciones. La continuidad del Partido Popular parece garantizarlo.


A continuación vamos a repasar alguno de los más recientes proyectos hoteleros, para después analizar qué beneficios reales están trayendo al conjunto de la población.
Hotel Gran Lujo del Puerto (Dique Levante)


A mediados de 2017 estará redactado el estudio ambiental del hotel de lujo planeado en el Dique Levante, esto es, en terrenos del Puerto.


La empresa encargada de este estudio es la malagueña Sfera Proyecto Ambiental, que también debe asesorar sobre los demás trámites para modificar el Plan Especial del Puerto, de modo que la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento dé vía libre a la construcción de este inaudito rascacielos de 135 metros de altura. Después aún restarían varios trámites burocráticos, por lo que con toda seguridad el grupo catarí Al Bidda no podrá cumplir sus intenciones de iniciar las obras a principios de 2018 para inaugurarlo en 2020.


Para la construcción y explotación de este hotel concurrieron dos proyectos, ambos por encima de los 100 millones de euros. Uno fue el Consorcio Ligth Power de Málaga (150 metros -máximo permitido en el pliego- y 350 habitaciones) y otro el del mencionado fondo catarí (135 metros y 350 habitaciones). La pretensión de este grupo es también construir un casino, lo que choca con reglamento andaluz para la provincia, que de manera explícita impide la concesión de más licencias. Actualmente la provincia cuenta con los casinos de Torre Quebrada (Benalmádena) y de Nueva Andalucía (Marbella), y el reglamento abre la puerta a un tercero situado entre Estepona y Cádiz. La única solución pasa por comprar los derechos de traslado del de Torre Quebrada, que parece que ya se está negociando.


La ubicación de este hotel, en la punta del dique, lo sitúa no en el litoral, sino realmente adentrado en el mar. Así, además del evidente impacto paisajístico sobre lugares emblemáticos de la ciudad, como la Alcazaba y Gibralfaro, tal y como ha estudiado Matías Mérida, profesor de Geografía de la Universidad de Málaga, surgen dudas sobre la gestión de residuos, por ejemplo, en una bahía como la nuestra, extremadamente castigada. Este proyecto, que está soliviantando a un sector de la ciudadanía, acabará por levantar en unos meses una oleada de protestas que se intentarán capear bajo el mantra de la creación de empleo (de nuevo precario). Ya son, de hecho, un centenar de profesionales reconocidos los que han firmado un manifiesto para que el hotel no se construya en la ubicación prevista.


Repasemos brevemente otros hitos de este boom hotelero.




Hotel Gran Lujo Casino de San Andrés


El grupo hotelero multinacional ARC Resorts (Singapur) ha presentado a su vez otro proyecto de hotel gran lujo con casino en el muelle de San Andrés (también en el Puerto). Los responsables de la empresa ya han pedido reunirse con Susana Díaz para convencerla de las ventajas de este tipo de inversiones. Las soluciones pasan, en este caso, por un cambio de la ley o la inclusión en la actual listado de un nuevo emplazamiento.
Hotel La Rosaleda


La compañía Blue Bay, que pugna en los tribunales por quedarse con el Málaga CF, propone ampliar el Estadio de la Rosaleda para construir una zona comercial y un hotel de cinco estrellas en una de sus plantas con 160 habitaciones y capacidad para 1.600 espectadores-inquilinos. La inversión rondaría entre los 40 y 50 millones de euros. Los responsables aseguran que, si finalmente se hacen con la propiedad del club, las tres administraciones (Ayuntamiento, Diputación Provincial y Junta de Andalucía, propietarias a partes iguales de La Rosaleda) darán los vistos buenos, puesto que se trata de, atención, «un proyecto que busca algo social», y aumentaría los ingresos del club en unos 25 millones de euros anuales.




Hotel Myramar


Otro Gran Lujo inaugurado definitivamente a principios de 2017 tras una remodelación muy polémica que ha destruido elementos patrimoniales protegidos (la escalinata principal, sin ir más lejos) de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.




Otras actuaciones en marcha


El fondo alemán Activium SG ya trabaja en otro hotel de lujo en la calle Granada, mientras que la gestora Patrizia, del mismo país, ha adquirido el edificio de la firma textil HM de la plaza Félix Sáenz.




4. DÓNDE ESTÁN LOS BENEFICIOS


Como estamos viendo, este tipo de proyectos abundan en la brecha que nuestra ciudad padece: una ciudad marca, escaparate, que se apelotona en el centro y expulsa a sus habitantes, y unos barrios cada más más degradados y que carecen de servicios adecuados, como la limpieza. La pregunta es: ¿se trata de un proyecto de ciudad o meramente empresarial? En otras palabras: ¿traerá beneficios sociales o solo reparto de dividendos para unos pocos?


Según los últimos datos del propio Ayuntamiento, los ingresos de esta avalancha turística son de 1.600 millones de euros, que sin embargo no han reducido la brecha social ni creado empleos de calidad. Antes al contrario, según al Encuesta de Población Activa (EPA) la provincia acabó el año con 10.400 personas ocupadas menos de los que tenía al empezar, con unas tasas de desempleo en la capital del 26,5% (66.276 personas desempleadas). Así, Málaga, con un 32,9% es la cuarta capital española con mayor porcentaje de su población en riesgo de pobreza (ingresos inferiores a 332€ mensuales), dato muy superior a la media nacional. Las tres que nos superan, por cierto, también son andaluzas (Córdoba, Almería y Huelva). En marzo de 2017, cuando a bombo y platillo se anunció que el mes anterior se había creado empleo al ritmo previo a la crisis, descubrimos que los datos para el municipio arrojaban un descenso en las cifras de paro de… 157 personas, casi todas en precario.


En nuestra ciudad, más de 1.600 personas fueron atendidas el último año por la Agrupación de Desarrollo para Personas sin Hogar, y Cáritas habla de más de 27.500 unidades familias asistidas para Málaga provincia y Melilla. De hecho, en Málaga se ha triplicado el número de personas en situación de pobreza crónica, muchas de las cuales cuentan con empleos, lo que las convierte en «trabajadoras pobres».


Evidentemente, la pobreza se distribuye por barrios, y los distritos de Campanillas, Palma-Palmilla y Bailén-Miraflores son donde más ayudas sociales se solicitan al ayuntamiento, con un 60% de mujeres como demandantes.


Al tiempo, los sindicatos denuncian una vez tras otras la nefastas condiciones laborales de las plantillas hoteleras. El pasado 21 de febrero propio Ayuntamiento, por boca de su concejal de Turismo, Julio Andrade, pidió en febrero apostar por la calidad «para no matara la gallina de los huevos de oro» y reconocía repetidas quejas por los precios abusivos de los hoteles.


Recordemos, por consiguiente, las preguntas que nos hacíamos más arriba: ¿se trata de un proyecto de ciudad o meramente empresarial? En otras palabras: ¿traerá beneficios sociales o solo reparto de dividendos para unos pocos?




5. CRUCEROS


En 2020 Málaga acogerá la principal feria del sector de los cruceros (la Seatrade Cruise Med). Son dos las compañías de cruceros (Carnival y Royal Caribbean) que controlan casi dos tercios del negocia mundial. La promesa que llevan a sus destinos es que sus numerosos pasajeros van a gastar una importante cantidad de dinero en negocios locales, que después la realidad desmiente, entre otros motivos porque cuentan con acuerdos de antemano para llevar a los pasajeros a determinados establecimientos.


Los coste energéticos, como explicaba no hace tanto el New York Times, no son en absoluto despreciables: cuando un crucero atraca produce una contaminación equivalente a la de 12.000 coches, que sufren principalmente las aguas. En cuanto a las condiciones laborales cabe resaltar que los sueldos de los camareros son tan exiguos (a veces de unos 50 euros al mes) que en la práctica viven de las propinas. Los controles son tan opacos que ni siquiera hay datos fidedignos de adónde va a parar toda la basura, desechos y residuos que generan estos gigantescos cruceros.


Entre tanto, ya se han instalado en nuestros puertos compañías especializadas en eventos náuticos de empresas, como Sail and Fun, que cuenta con trece embarcaciones. Para este año están previstos cinco eventos de este tipo, al tiempo que se está potenciando el turismo náutico, mediante el alquiler de embarcaciones. Todo ello está llevando a a que se exija el aumento de plazas portuarias o la creación e un puerto específico para este tipo de actividades, algo aún incipiente en la ciudad, pero que dará que hablar en breve.

6. PATRIMONIO


En el centro histórico de Málaga se han perdido 569 edificios de patrimonio histórico desde 1957, la mayor parte de ellos (315) a partir de que el PP asumiera el gobierno local y Francisco de la Torre ocupara la concejalía de urbanismo antes de convertirse en alcalde.


Los datos hablan por sí solos: si en el año precedente a la llegada del PP no se había producido ninguna demolición, en 1995 ya se producen 7, con picos como los 64 de 1997, los 31 de 2000, los 19 de 2001, etc. De hecho, durante el mandato de De la Torre ya se han destruido 200 edificios históricos de la almendra del centro, 32 de ellos del siglo XVIII.


El casco histórico, reducido a una especie de escenario, pierde sus particularidades y se asemeja al de cualquier otra ciudad (de ahí, como decíamos, que resulte difícil repetir visitas y recomendar el destino), lo que además conlleva la pérdida de calidad de vida para sus habitantes, que poco a poco acaban por desplazarse a otras zonas de la ciudad, como veremos a continuación.





7. EXPULSIÓN DE LA POBLACIÓN DEL CENTRO


La población original del centro estaba compuesta básicamente por residentes de edad avanzada que habían crecido en la zona, igual que sus padres, así como de población de bajo o medio poder adquisitivo que fue llegando durante la época de abandono para, precisamente, vigorizar y volver a llenar de vida el área.

Esto se debe a que la práctica general de los poderes públicos durante décadas fue el abandono de la zona, que decaía entre ruinas, solares, falta de servicios públicos, basura, suciedad, etc. Así, los precios de la vivienda resultaban accesibles para la población migrante, jóvenes estudiantes o con trabajos precarios, tejido creativo-cultural, etc. La llegada de esta población, de bares de ocio nocturno, de espacios creativos y culturales, dio dinamismo a una zona que, al mismo tiempo, atraía a perfiles de mayor poder adquisitivo.





Sin embargo, con la explosión en los últimos años de la «turistificación» ha cambiado el hábitat. El entorno se ha llenado de bares, entre los que abundan lo de grandes cadenas, franquicias y otros sin apenas singularidad, así como un comercio que, orientado al consumo de masas, deja a las vecinas sin posibilidades de cubrir sus necesidades cotidianas. De especial relevancia fue el cierre, durante un año completo, de Mercado de la Merced para, aun manteniendo alguno de los puestos originales, convertir la mayor parte en un Mercado Gourmet, es decir, de restaurantes. Un año y medio después de su inauguración, en septiembre de 2015, de esos 12 nuevos establecimientos ya solo quedaban 3.


El caso del Ensanche Heredia es significativo: convertirlo a fuerza de piqueta en foco cool implicó rebautizarlo como «Soho», pagar con dinero público murales de los grafiteros más trendy, com D*Face y Obey, pero prohibir los de los artistas locales. En definitiva, se trata de un proyecto diseñado en los despachos de los especuladores, al margen de la realidad social y creativa de la ciudad, que ha comportado el cierre de varias de las galerías, locales y hoteles que en teoría iban a revitalizar la zona y que solo han contribuido al encarecimiento de los alquileres.


Debemos sumar a ello la, en principio, positiva peatonalización de grandes áreas, que, no obstante, ha traído consigo la invasión del espacio público. Donde antes encontrábamos vehículos a motor, ahora no solo aumentan los «segways», sino que se aglomeran las terrazas, que de nuevo dejan a la vecindad sin espacio. El esparcimiento apenas tiene cabida si no es en la medida en que consumes.


Como es obvio, la multiplicación de terrazas trae aparejado un ruido constante, a lo que debemos sumar la agenda institucional, que concentra la mayor parte de las actividades públicas en esta zona: conciertos, festividades de todo tipo, eventos promocionales. Mencionemos también las omnipresentes procesiones que, lejos de circunscribirse a la Semana Santa, se suceden a lo largo del año merced a una política municipal que concede a las cofradías todo tipo de prebendas, entre ellas el abuso del espacio público, hasta el punto de modificar y encarecer planes de remodelación de plazas o llevar a cabo talas con tal de facilitar el tránsito de los tronos (como los casos de la plaza de Camas y de San Franciso).


No por gusto, la vecindad acaba abandonando el centro. De hecho, ya solo quedan 4.700 vecinas en el Centro, un dato muy alejado de los 12.000 con los que comenzamos la democracia y cerca de un 9% menos que hace 8 años. La cifra, a buen seguro, seguirá cayendo.

8. BARES


Los bares enfocados al turismo crecieron en el Centro un 84% desde 2011 a 2014 (de 118 a 218); el Centro acumula hoy más de 400 terrazas, el 40% de las autorizadas en toda la ciudad. El OMAU (Observatorio de Medio Ambiente Urbano) ya ha alertado del riesgo de convertir el Centro en «una ciudad de cartón piedra» si no hay vecinos. Pero la cosa va a más: en 2014 contábamos 218 establecimientos de comida rápida y tapas (100 más que en 2011) y 600 locales hosteleros donde antes había 465. Todo ello cuando los bares de cuatro calles del Centro (Císter, Molina Lario, Duque de la Victoria y Santa María) mantenían sus terrazas sin autorización, hasta que la presión mediática llevó a que por fin las cerrara en febrero de 2016… si bien el me siguiente dio marcha atrás y permitió que muchos de ellos volvieran a colocarlas.


No obstante, el caso paradigmático sigue siendo el del emblemático Pimpi, que mediante barras de alcance y terrazas extensas incumple varias normativas de la ordenanza actual, entre otras el acceso a la estatua de Ibn Gabirol. En la práctica, el pasaje Cegrí y la plaza de la Judería han sido privatizados por el establecimiento.


Semejante concentración de bares ha motivado informes del Defensor del Pueblo Andaluz para que el Ayuntamiento cumpla su propia normativa sobre ruido. Lugares como la plaza de Mitjana han conseguido que el vecindario se organice y presione con intención de que varias áreas se consideren zonas acústicas especiales. A finales de 2015 habían presentado 150 denuncias individuales en el Ayuntamiento, sin que recibieran una sola respuesta.


Además del ruido, las denuncias instaban a que se cumpliera la normativa sobre accesibilidad, que dispone medidas como la obligatoria separación entre las mesas de las terrazas y las fachadas para facilitar la orientación con el bastón de las personas ciegas.


Las denuncias, así mismo, mencionaban la llamada «Declaración responsable», una norma europea de obligado cumplimiento concebida para comercios, aunque en Málaga, de manera sorprendente, se incluyó en ella a la hostelería. En virtud de esta norma los establecimientos deben declarar que se comprometen a habilitar por su cuenta las instalaciones preceptivas -aseos, por ejemplo-, en lugar de que el Ayuntamiento comprueba que es así antes de conceder las licencias de apertura. En el Centro no se realizan inspecciones para comprobar su cumplimiento, cuando a simple vista encontramos multitud de establecimientos que la vulneran.


Por si fuera poco, las asociaciones hosteleras de Málaga (MAHOS y AHECOS, actualmente unificadas) han trasladado al consejero de Turismo su deseo de ampliar la definición de Zona de Gran Afluencia Turística para la ciudad. El sector propone un espacio delimitado entre Muelle 1 y el río Guadalmedina. También pretender ampliar la normativa de horarios que afecta a bares de copas, discotecas y restaurantes para que en la práctica sean ilimitados. Entre tanto, cada verano Inspección de Trabajo abre entre 500 y 600 expediente en bares por la condiciones laborales de sus empleadas.


El fin de la renta antigua ha multiplicado los precios de los alquileres de locales por cuatro o por cinco, lo que ya ha provocado el cierre de multitud de negocios, sustituidos por franquicias o grandes firmas.

9. MODIFICACIÓN DEL USO HABITACIONAL


Al motivo del ruido para la expulsión de la vecindad se une un nuevo factor, la proliferación de apartamentos turísticos que, en los tres últimos años, han crecido de manera exponencial. Se dan de dos tipos: los negocios «profesionales» de edificios convertidos en bloques de apartamentos, y los «amateur», con habitaciones o pisos completos que la población, como medida de desprecarización o invitada al festín del negocio turístico, pone en alquiler en plataformas digitales, la más conocida Airbnb. En este último caso la paradoja es evidente: la población en situación de precariedad contribuye, sin pretenderlo, al encarecimiento de unos alquileres que al cabo de poco tiempo acabará expulsándola a ella misma.


Y es que en tan solo dos años ha desaparecido casi toda la oferta de alquiler en el centro urbano. De hecho, los datos oficiales de la Junta -a los que habría que añadir los subterráneos- de septiembre de 2016 hablaban de que en Málaga capital se contaban 673 viviendas para alquileres, incluso por día, a viajeros, lo que suponía 3.323 plazas. En marzo de 2017 ya eran el doble, 6.634, y en la provincia superaban a las plazas hoteleras.


Las piezas del mecanismo de recambio de población están listas, algo además allanado por una población flotante en permanente rotación y tránsito, que dificulta cualquier relación de vecindad y lazos de comunidad frente al proceso en marcha. La población originaria, resistente, se ve sitiada por todo el ruido descrito (al que ahora también suma en ocasiones el de esas habitaciones alquiladas para el ocio), por la falta de oferta y precios asequibles del alquiler, la ausencia de equipamientos y comercios de primera necesidad y la paulatina desaparición del tejido vecinal.


En definitiva, es empujada a abandonar la zona y dar vía libre a su sustitución por una población flotante de turistas, que requiere negocios ruidosos para su ocio, en lo que es parte de ese círculo vicioso de la «turistificación».


El modelo se va extendiendo por la ciudad como una mancha de aceite. En un proceso que se denomina esponjosidad: la «turistificación» de un territorio muy concreto (el centro urbano) hace que alcance tales cotas de saturación que para continuar y reproducirse debe expandirse, «esponjarse», por nuevas zonas, como Lagunillas, San Rafael, Trinidad, entre otras.




10. POLÍTICA


Todo el proceso descrito no surge como un fenómeno natural, espontáneo, ajeno a la complicidad, implicación, incluso impulso, de las distintas administraciones públicas durante los últimos años.


En el contexto económico global a España se le ha reservado el papel de rincón para el Turismo, lo que también explica, aunque no solo (eso excede el marco de este reportaje) que en los años anteriores a la crisis en el país se construyera más que en la suma de los tres más poblados de Europa (Alemania, Fracia e Italia). Desde la entrada en 1986 en la Comunidad Económica Europea (después Unión Europea) se fue desmantelando o impidiendo cualquier otra alternativa productiva. Nuestros sucesivos gobiernos y administraciones han reforzado esta dinámica.


A nivel estatal se creó un marco legislativo cada vez más laxo para la explotación del territorio, la sobreconstrucción o la indefensión en los alquileres, entre otros. Se generó todo un imaginario social de «cultura del pelotazo», urbanístico en primera instancia y, cuando la crisis lo reventó en 2008, se derivó hacia el turístico, siempre a costa del medio ambiente.


Quizás el caso más relevante en el conjunto del Estado sea el de Barcelona, cuyo gobierno actual ha emprendido decididas medidas para frenar o revertir en lo posible este proceso. Málaga, como estamos viendo, le va a la zaga, solo que aquí se sigue promoviendo este modelo, pese a la alarma social que ha generado en Barcelona y el aplauso que despiertan las medidas para su contención. Así, en nuestra ciudad comprobamos lo siguiente:


-Abandono institucional y permisividad ante la destrucción y expolio patrimonial, lo que, inédito en otras ciudades, supone un rasgo distintivo de Málaga.


-Planificación y transformación urbanística a la medida del modelo de turismo masificado, y de espaldas a la participación y necesidades vecinales.


-Priorización de políticas culturales (museos-franquicia) que consideran la cultura como producto de consumo turístico rápido, frente a modelos con vistas a largo plazo para generar turismo de calidad y, sobre todo, cultura.


-Permisividad absoluta con el abuso de ocupación de la vía pública por las terrazas hosteleras.


En cuanto al vínculo de la ciudad con el turismo como única vía productiva, y por lo tanto con el sector de la hostelería, se genera otro círculo vicioso. Las instituciones no abogan por alternativas productivas y favorecen solo a este sector. El sector hostelero, con permisividad administrativa y dado el perfil laboral de baja cualificación, contribuye de manera incontestable a la precariedad laboral y desempleo estacional. Debido a sus cortas duraciones, los contratos temporales dejan a las trabajadoras sin apenas posibilidad de acceso al subsidios por desempleo.


El pasado verano, por ejemplo, en Málaga capital se produjeron 2.353 contrataciones, la mayor parte ligadas al turismo -seguido de la construcción, nuevamente- sin continuidad llegado el mes de noviembre. Como ya se ha dicho, Inspección de Trabajo abrió más de medio millar de expedientes por contratos laborales fraudulentos. Además, entre las mujeres el paro disminuyó solo un 3,6% frente al 5,5 entre los hombres (datos para toda la provincia). Las informadoras turística cobran 4 euros la hora y cuando han expresados sus quejas, el Ayuntamiento ha cambiado los pliegos de condiciones para dejarlas fuera en las siguientes adjudicaciones y no subrogarlas.


Esto ha generado un altísimo grado de dependencia, cuando no de sumisión, de la población malagueña con este sector, lo que dificulta cualquier crítica al abuso urbanístico, al modelo de «turistificación» descrito, y a los favores mutuos que discurren en esta relación lobby-clientelar de la hostelería con la administraciones locales. Cabe, no obstante, hacerse algunas preguntas:


-¿Cuánto dinero público se destina anualmente a generar las condiciones propicias y a promocionar el sector turístico y hostelero?


-¿Cómo se distribuye el producto de ese dinero público invertido? ¿Cuánto va a manos de un sector empresarial concreto año tras año? ¿Y cuánto a la población malagueña a través de los empleos precarios de hostelería?


-¿Qué otros costes incuantificables para la población supone este modelo de ciudad «turistificada»? Por ejemplo en forma de pérdida patrimonial, pérdida de opciones de uso del espacio público, pérdidas en calidad de vida, trastornos en la salud y el descanso, incremento de precio de la vivienda, pérdida de comunidad, expulsión del entorno habitual, etc.


-¿Qué ocurriría si las misma apuesta y respaldo institucional se destinase a otras alternativas productivas sostenibles en términos sociales y ecológicos? ¿Se podría romper así el círculo vicioso de dependencia y precariedad actual respecto a la hostelería?






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