Retiran al alcalde, despejan el camino y tienen a un nuevo regidor que a lo largo de tres años se hará con las llaves del reino y se consolidará ante los malagueños para afrontar con solvencia las elecciones de 2019. Todo perfecto, sí, pero, ¿y el electorado? ¿Y esa gente a la que apenas hace un año se le pidió el voto personalizado, teledirigido al rostro de Francisco de la Torre con la promesa de que sería su alcalde en los próximos cuatro años? A Moreno Bonilla, Bendodo y compañía la cuestión les importa más bien poco. Nada. Un apaño que hay que comprender, un truco que si lo hace el vecino es un timo pero que si lo hace uno tiene dispensa papal. Lo que piensen los ciudadanos no cuenta. Se da por hecho que la cúpula dirigente del partido sabe mejor que los ciudadanos lo que les conviene. Y se lo dan. De tal modo que el hecho de ir a votar se queda en un puro formalismo que luego la cúpula decide cómo interpretar. Sobre todo si es de la conveniencia de la propia cúpula.
Quizás cuando De la Torre decía que llevar a Bendodo de segundo le resultaba perjudicial se refería a alguna maniobra de este tipo. Estaba largamente prevenido, así que no ha tardado en dar una respuesta al intento de desalojo. Gracias, pero no. Sin embargo, el cartero de la política siempre llama más de dos veces. De momento todo es cortesía, o algo parecido. La oposición se ha puesto en guardia. Ciudadanos, socio inevitable, ha sacado a relucir su diplomacia de esparto. Después de decir que ésa es una cuestión interna, Cassá ha llegado incluso a proponer al sucesor del PP que más le gusta. Primer asalto de la operación salida. En cualquier caso, está claro que a De la Torre sólo podrán ganarle por KO.
Antonio Soler . Diario Sur

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