Este fin de semana ha ocurrido una de esas conjunciones que ha sido
responsable de una moderada euforia.
Una de esas cosas que le hacen a
uno sentirse un poco más orgulloso de ser malagueño, dicho sea con la
salvedad de que este sentimiento tiene muy poco que ver con la patria,
sino con algo mucho más intrínseco, un rollo casi familiar. El caso es
que este fin de semana nos hemos puesto contentos porque hemos
comprobado una vez más que en Málaga se baila bien. Aquí la danza
siempre se practicó con soltura, quizás incluso con cierto poso de
despreocupación local. Ahora además la danza estará de enhorabuena.
El
sábado y el domingo recogimos para nuestra memoria dos bailes
inolvidables. Primero con La Phármaco con uno de los impresionantes
solos, cada vez más elaborados, de la malagueña Luz Arcas. Ella ha
estudiado danza en Madrid, Bruselas, Ámsterdam, Croacia, la India o
Berlín y llena el teatro cuando viene a su tierra, como debe ser; porque
hay que salir, estudiar, vivir fuera y ver el mundo para poder dar más
amplitud a tu arte, y que luego los tuyos te recojan un poquito para que
tomes más impulso. Cantes de ida y vuelta. El sábado vimos a Rocío
Molina, que en el Cervantes dio el que podrá suponer uno de los
movimientos más emocionantes de su carrera después de una ausencia en la
capital malagueña que fue mortal y que no se entiende porque sólo puede
venir de la ignorancia, de otro tipo de despreocupación que es absurda
porque no te deja bailar. La veleña, cuya visita a Málaga formaba parte
del territorio de la reivindicación, vino acompañada por el cante y la
guitarra de La Tremendita y nos presentó 'Afectos', un trabajo
portentoso que explora el flamenco en amplitud desde las intimidades.
Una joya.
Sumados al concierto del saxofonista Ernesto Aurignac, suman tres los
espectáculos de talento malagueño que se celebraron con los teatros
llenos, y eso es otro motivo de alegría que va mucho más allá de los
chovinismos, porque en Málaga a veces ocurren cosas geniales a las que
no va nadie. Como en todas las ciudades, seguramente, y por eso la
gestión cultural vive esclavizada por las cifras de asistencia, pero a
esta le ha dado por explotar la cultura y a veces vemos necesario apelar
también a la responsabilidad del público, de la gente, motivar la
capacidad de un ciudadano para convertirse en espectador. A veces nos
preguntamos si hay demasiadas cosas o hay muy poco interés. Sea como
sea, no hace falta ni siquiera mancharse con argumentos de
rentabilidades y de dinero público, ni que decir que es que la gente
prefiere las bulerías que el fandango. Es que la mayoría de las veces
asistir a este tipo de cosas y tan cerca de tu casa es un auténtico
gustazo. Y si encima hemos disfrutado tanto con tres artistas que son un
poco nuestros, pues mejor.
Si señor, vaya fin de semana malagueño.
ResponderEliminarEl viernes jazz total con Ernesto Aurignac , con Jose Carra , Juanma Nieto y con la OFM dirigida por el malagueño Arturo Díez Boscovich.
El sábado volvió Arturo Díez Boscovich a coger la batuta en el Cervantes en el espectáculo homenaje a John Williams y la saga galáctica .
Mientras que en el Echegaray la malagueña Luz Arcas con La Phármaco nos presentaba su Kaspar Hauser
Y el domingo fue tremendo lo de las malagueñas Rocio Molina y Rosario la Tremendita.
¡Vaya conjunción de estrellar malagueñas en un solo fin de semana. Genial.