Los colombianos han dicho NO al acuerdo de paz firmado por el gobierno y las FARC, por una exigua diferencia: 50,22% vs
49,77%. ¿Consecuencias?: Caos, desencanto, frustración, incertidumbre, fracaso…..
Esta guerra fratricida, que comenzó
a mediados de los años sesenta, deja
250.000 muertos, decenas de miles de desaparecidos, un país sin
posibilidades de desarrollo, una sociedad chantajeada y una juventud
rural que sólo tenía dos caminos: o ingresar en el ejército para
combatir a las FARC o afiliarse a las FARC para luchar contra
el ejército.
Los cuatro años de conversaciones
en La Habana para lograr el cese de las
hostilidades se materializaron en una ceremonia en Cartagena de Indias
entre el presidente del país
Juan Manuel Santos y el jefe de la guerrilla Timoleón Jiménez.
Ahí podía haber quedado zanjado el asunto, pero cometieron
-a mi juicio-la imprudencia de dar al pueblo la última palabra.
Son muchos los que creen que consultar, o trasladar a los ciudadanos la responsabilidad de
decidir, es un valor consustancial a la democracia, pero, a veces, no es así, especialmente cuando
-y se sabe de antemano- no habrá un triunfo holgado
de una de las opciones, o cuando los consultados no tienen toda la
información necesaria para decantarse por una u otra iniciativa.
Verbigracia: Brexit.
Colombia y su gente merecen vivir en paz, y al igual que ocurrió en otros países como Vietnam,
Nicaragua o Sudáfrica, llegará el día en que este tiempo siniestro y aciago sólo formará parte de la Historia.
Manuel Mata
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