Como si fuera un producto que sale con una tara que le obliga a
venderse en las tiendas de saldo, el pasado domingo La Sexta emitió sin
querer el mejor anuncio posible de Mercadona, que además fue líder de
audiencia. Lo hizo sin utilizar su sintonía, sin anunciar ofertas ni
productos. A los autores de este publirreportaje accidental les habría
encantado que la cadena de supermercados fuera el culmen del desprecio a
sus trabajadores, pero se han llevado un chasco porque no es así. Al
abrirle las puertas de su supermercado y permitir que hablen delante de
las cámaras a sus máximos responsables, Juan Roig, el hombre que enseñó a
España lo que era el gluten, ha sido capaz de quedar como un señor sin
aparecer en el programa.
Mercadona es una fábrica de felicidad para la clase trabajadora. Es
asequible, utiliza cuando puede materia prima nacional y además, gracias
a gente como Évole, descubres que te hacen fijo desde el primer día,
sin experiencia ni estudios, con un sueldo base de 1.200 euros y, sin
tener por qué, su propietario comparte con los trabajadores una cuarta
parte del beneficio de la empresa, que no es poco. Que en una plantilla
de 76.000 empleados el equipo de Salvados, con su pequeño ejército de
becarios no remunerados, sólo haya sido capaz de localizar a 70
descontentos da buena cuenta de lo felices que están sus trabajadores.
Conozco empresas de medio pelo que tienen más conflictos laborales que
Mercadona, y tampoco entiendo por qué el hecho de que sólo haya un 1,5%
de absentismo laboral no es, aunque sea en parte, una buena noticia.
Tampoco se habló en el programa de los vídeos de señoras desempaquetando
sus productos, lo mejor que nos ha dado la marca desde la tarta de
chocolate con galletas.
También nos parece ideal que a todos los reponedores y carniceros de
Mercadona les obliguen a hacer un curso y a leerse un libro, del mismo
modo que resulta estupendo que exista en el mundo una Universidad de la
Hamburguesa. Sólo porque Amy Winehouse confesara que su comida favorita
del mundo es la tortilla de patatas de Hacendado, la marca ya merece
nuestro respeto. Lo que Évole ha pretendido criticar sin éxito son en
realidad las bases del capitalismo, y mira que hay perversión en el
sistema, pero ni aun así le ha salido bien. No hay nada más marxista que
ver a todo el mundo consumiendo los mismos productos y con idénticas
marcas. Pese a eso, y aunque nuestra relación con Mercadona no ha vuelto
a ser la misma desde que Postres Montero la abandonó, no se puede negar
que España le tiene un cariño especial a la cadena porque es un ejemplo
que deberían seguir muchas empresas extranjeras que nos encantan. Es
responsable de un inesperado fenómeno fan no exento de radicalismos que
debería estudiarse en las mejores universidades del mundo, por sus
buenas formas y por la creación de una marca que ha puesto el lujo al
alcance de un país empobrecido.
Txema Martín .
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