Audio: Tiojimeno
GUION DE LA NOCHE :
Introducción :
TÉLLEZ TEXTO 1 :
A usted quizá le suene el nombre de Tito Wanted, de cuando morían los años 70 y en Algeciras la noche era todavía ingenua: las parejas pudientes cenaban en el mesón de Sancho y los más jóvenes buscaban fantasmas que eran búhos en un chalet del Secano, entre redadas de la policía y los jipis bajando al moro. La vieja Isla Verde era tan fashion como hoy, si tenemos en cuenta que hoy es tan cutre como entonces. Diosa de los mares y ama de los vientos. Hermosa como el hotel Cristina, audaz como La Bajadilla, entre las dos aguas eternas de Paco de Lucía. Entre el puerto creciente y la luna menguante, Tito Wanted supo que había una puerta de escape a las chabolas de San José, a las estrecheces de La Piñera, a la soledad de Las Vegas y al viejo río que sonaba bajo su tumba de piedra, rumbo a Pajarete y El Cobre.
El sentido que peor le funcionaba a Tito Wanted era el sexto. Pero el que le funcionaba mejor era la vista. Así que vio claro que allí, donde había dinero hasta legal, no tenía por qué ser ilegal conseguir dinero a pesar de la ley. Entre tanta gente honrada, de esas que nunca van a ser ricas con el sudor de su frente, entre tanto currito de la industria con macrobeneficios y microderechos y entre tanto parado, marineros sin barcos, barcos sin caladeros, caladeros sin peces, se preguntó finalmente por qué no se pasaba al lado oscuro de la fuerza, como en aquella película de marcianos que él recordaba del cine Delicias, en uno de esos veranos con olor a dama de noche. Y si allí había quien traficara con el ladrillo y las hormigoneras, arrasando edificios del siglo XVIII, y si allí había quien contrabandeaba transbordadores, coches de gama alta o encofrados, ¿por qué no se metía él también a traficante, a contrabandista? Estaba en una tierra de comerciantes y corsarios. El, que era muy patriota, estaba dispuesto a ser ambas cosas.
TÉLLEZ POEMA MAR
Viejo mar nuestro de velas, leyes y catacumbas
de una antigua memoria escrita en el aire
entre guerras de troya y la paz de nunca,
el silencio de un beso y el estruendo de un baile.
Yo zarpé de tiro y amaneci en Cádiz,
vi volver a Ulises y morir pompeyas,
la luz de la menorá iluminaba un cáliz,
y un verso del Corán escrito en las centellas.
A la isla de Orlando llegan los sin nada.
los hijos de Zeus sin derecho al abrazo
los que huyen de la rabia desatada,
y de las ideas ahogadas entre limo y sargazo.
Hace mucho tu orilla alumbró la belleza
el soneto, las cítaras, Alepo y Barcelona,
el dios de los sin dios como única certeza,
la máscara del personaje, la faz de la persona.
Desde el Bósforo al faro de Punta carnero
mi patria es un mar sin rompeolas,
una Argelia sin sombra del extranjero,
y una viña frente al goliath de las cocacolas.
Bienvenidos al monte de los olivos,
bienhalladas las tablas de la ley,
brindemos por desvivir a los vivos
y que el deseo sea nuestro único rey.
La noria de Beirut le está guiñando a Niza
junto a un Picasso de la etapa azul,
la tarde huele a pasteles hechos sin prisa,
a la niebla del muelle y a un amor de night club.
Los hidropedales se cruzan con las fragatas,
Judea y Palestina se fugan juntas
hacia una isla perdida donde nadie mata
la esperanza ni nadie hace preguntas.
TÉLLEZ TEXTO 2
A Tito Wanted, por un tiempo, le fue bien el negocio, aunque los cementerios se estuvieran poniendo perdidos de yonquis. El único problema de la droga, mucho antes de que apareciera doñablanca, era blanquearla. Así que, en los alrededores de aquel trasiego de canutos, el próspero empresario creó una pequeña red de gorrillas y matuteros, junto con una serie de franquicias que le permitieron lavar más blanco el dinero al que nunca se le iría sin embargo el color de negocio sucio. También abrió un par de boutiques y una galería de arte en primera línea de yates en Puerto Banús. Eso sí, practicaba la cooperación internacional con Marruecos y Gibraltar. Sus marcas patrocinaban al Algeciras y a un equipo de petanca, se postuló como apoderado de un torero y le pagó su primer disco a una cantante de rock que no llegó nunca al segundo. Tito Wanted se convirtió en uno de los firmes pilares de la comunidad e incluso, en uno de los primeros carnavales, llegaron a darle la ansiada pescadilla de oro en una peña recreativa. Ya estaban muriendo los ochenta y estaban muriendo todas las utopías. Crecía San García como la Piñera Chica, los algecireños tomaban Tarifa y el paseo marítimo era tan peculiar que apenas se podía pasear por él y el mar quedaba lejos. Las antiguas plazas de toros se convertían en centros comerciales y la honradez de la política dejaba de ser honrada e incluso dejaba de ser política. Los pobres de San José seguían siendo pobres en El Saladillo. Los ricos de los Pinos ahora eran ricos en el parque de Golf o en el remoto Sotogrande. Tito Wanted no dejó la droga, sino que fue la droga le dejó a él, cuando llegaron los competidores marroquíes, colombianos, italianos y gallegos. El Estrecho hablaba idiomas y él no sabía hablar ninguno. Sabía que siempre habría algo con lo que traficar, así que decidió cambiar su modelo de negocio. Con los mismos beneficios probablemente. Con mucho menos riesgos, tal vez. Cada cuatro años, por ejemplo, había miles de crédulos que depositaban su soberanía en manos de quienes sólo creían en un país, el de ellos mismos. Y que sólo creían en un futuro, el de sus cuentas corrientes. A partir de entonces Tito Wanted sería un perfecto contrabandista de sueños.
TEXTO CHIPI
ALGECIRAS CUESTA
ÁL-GE-CI-RAS / AL-GÉ-CI-RAS / AL-GE-CI-RÁS… AL-GE-CI-RAS.
Algeciras… llana, llana pero con cuestas.
Cuesta del Rayo, Cuesta de los Pastores, Cuesta de San Bernabé.
Desde San Bernabé se ve. Se ven todas las cuestas.
Muchas cuestas y todas cuesta arriba, solo hay una bajada o mejor dicho, una bajadilla, pero también llena de cuestas.
Algeciras, es llana, llana pero con cuestas.
Con carril Bici, pero con cuestas, por eso cuesta ir con la bici por el carril.
Cuesta del Piojo, Cuesta del Caballo Dorado, cuesta de San Isidro.
Cuesta y más cuesta, pero lo que más cuesta es encontrar trabajo fijo.
Cuesta entrar en portuario, cuesta, pero más va a costar echarlos.
Cuesta entrar en el ayuntamiento. Miento, no cuesta tano.
Pelotas, mucho pelotas, pelotas y pelotas: de fútbol, de balonmano.
Mucho pelota o ser hijo de fulano y entras del tirón.
Solo les cuesta a los que van por oposición.
Algeciras, ¡qué cuestas!
Cuesta de San García, Cuesta de la Piñera, cuesta del Decano, Cuesta de la Calle Trafalgar.
El camarero se acuesta, ya ha cerrado el bar.
Algeciras, llana, llana pero con cuestas.
Cuesta arriba, cuesta abajo.
La vida cuesta arriba, la cultura cuesta abajo.
Cuestan un gin-tonic en un bar pijo lo que cuesta un concierto de Jesús, de Malamadre, de Big Menú o del Clavijo, pero como le cuesta pagar en la puerta, termina cogiendo la cuesta para tomarse un Bombay Sapphire.
Algeciras, la llana, llana pero con cuesta.
No cuesta llenar teatros en Nueva York ni París, en Pernambuco o en la Conchinchina,
que le pregunten a Paco, lo que cuesta es llenar en Algeciras.
Algeciras, llana, pero con cuestas. Con todas sus cuestas.
Las cuestas de nuestras vidas.
Cuesta de los primeros años que se pasan rodando.
Cuesta de los amigos que te ayudaban a subir cuando estabas agonizando.
Cuestas de los besos que se daban de tapadillo en las pequeñas cuestas de arena de las dunas del Rinconcillo.
Cuestas de ir acuesta de los lomos del tiempo, hasta que te das cuenta de que ya la vida va bajando y no subiendo.
Cuestas de Algeciras, de las dos Algeciras, la buena y la puñetera.
Cuestas y más cuestas. Cuestas de una vida entera.
Algeciras, llana, pero con cuestas.
Cuesta, Algeciras. Cuesta lo mismo odiarte que tenerte cariño.
Sé que algún día volverán tus Tito Wanted a su Algeciras la llana, para volver a despeñarse por las mismas cuestas por que se despeñaron de niños.
Algún día. Pero todavía, AL-GE-CI-RAS, cuesta.
Antonio Romera "Chipi"
TÉLLEZ TEXTO 3
Tito Wanted siempre dio calidad. Cero Cero, en hachís, cláusulas suelo de primer nivel en chalets acosados, gato de raza por liebre de campo, pretaporter por diseño. Lo mismo hizo en política. Que la gente quería democracia, le daba democracia sin democracia, que es como la leche sin lactosa, menos buena, pero quizá más digestiva para espíritus delicados. Que la gente quería libertad, la proporcionaba pero con cuenta gotas, para evitar el libertinaje, anunciaba ante las cámaras de la televisión local. Tito Wanted siempre fue creativo, eso si. Cuando las calles estuvieron seguras, inventaba peligros para que la gente pidiera seguridad. La calidad marcó siempre su gestión. Fue un corrupto, claro. Pero el indiscutible corrupto, el mejor corrupto, el inigualable, sin nada que envidiar a Jesús Gil en Marbella o a Silvio Berlusconi en Italia. Tito Wanted estaba perfectamente homologado en corrupción por la Universidad de la Trincalina, por el Patio del Coral y por el de Monipodio. Algeciras fue suya porque Algeciras es una buena mujer a la que siempre le atrajeron los canallas.
Pero Tito Wanted abandonó la religión de la política, que es el opio del político, cuando decidió que había que ser pragmático y que había conseguido, al menos, uno de sus objetivos. Si no había alcanzado el bien común, al menos había logrado el bien propio.
Fue entonces cuando empezó a vestir como un cowboy y la gente le empezó a llamar Tito Wanted. Un día le pregunté por qué y me hubiera gustado oírle decir que siempre había estado solo ante el peligro. Que no había recompensa suficiente para lograr cazarle. Que había sido un jinete solitario, que la culata de su vida estaba llena de muescas y que siempre, más allá de Pelayo y del río Palmones, había un horizonte hacia el que cabalgar cuando tronara la tormenta. Pero no, sencillamente me miró con desprecio y me soltó: “¿Qué por qué me llaman Tito Wanted? Porque siempre he sido de wanted blanco”. Seguro que usted se ha cruzado con él en algún momento de su vida. Dicen que Algeciras se parece mucho a Tito Wanted o que Tito Wanted se parece mucho a Algeciras. No estoy de acuerdo. Algeciras se parece a quienes sufrieron a Tito Wanted. O a quienes le disfrutaron. Ustedes mismos, por ejemplo, respetable público. Ustedes, que seguro que quisieran que la Isla Verde volviera a ser una isla verde y que su belleza, como tantas otras veces, volviera a resurgir de sus escombros o de sus cenizas. O de los escombros y las cenizas de Tito Wanted.
Bis Final :
Comienza con un solo de piano de Javier Galiana , Julián Sánchez al acordeón y "El Chipi " cantando entre el publico que acompaña el tema "La Niña del Fuego" con Palmas cerrando el concierto.
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