viernes, 31 de marzo de 2017

Non Grato ... por Antonio Soler

Vienen a preservarnos del mal, a solucionarnos la vida y darnos orientación por más que no les hayamos pedido ayuda ni consejo. Son los antiguos curas que pasaban lista en la parroquia y anotaban las ausencias con lápiz rojo, los inquisidores de baja frecuencia que acudían a casa de los infieles para doblarles la moral y partirle por vía interpuesta el espinazo a ese Satán que anidaba en el alma de aquellos descarriados en forma de apostasía o ateísmo. Vienen a preservar las buenas costumbres y a acicalarnos espiritualmente. Sí. Sólo que en esta ocasión no vendrán. Nos referimos al famoso autobús de la asociación 'Hazte oír'. Todos los grupos municipales del Ayuntamiento de Málaga han estado de acuerdo en declarar non grato al autobús redentor de los niños transexuales y se han conjurado para encabezar una manifestación de repulsa en caso de que el dichoso autobús llegase a las puertas de la ciudad.

Honra a Málaga y a sus representantes esta declaración iniciada por el concejal de Podemos, Juan José Espinosa, y respaldada unánimemente por todos los partidos. La iniciativa no tiene ninguna consecuencia legal pero sí tiene un efecto moral. Es una declaración de principios que vincula a esta ciudad con el respeto a la diferencia y la tolerancia. Una consecuencia a la brillante leyenda de su escudo. La primera en el peligro d ela Libertad. Los rectores de la organización 'Hazte oír' también se dicen tolerantes, amantes de la familia, protectores de las buenas costumbres. Seguro que no se consideran abominables, ni a sí mismos ni a su causa. Seguro que quieren el bien de los demás, pero harían bien en dejar que los demás elijan lo que consideran su propio bien, que cada cual sea dueño de su vida y de su destino.

En ese apostolado por las buenas costumbres y en contra del progreso moral, y también físico, recuerda uno aquellas palabras de Angel Ganivet sacadas de un librito titulado 'Lo viejo y lo nuevo'. Decía Ganivet que «el antiguo hogar no estaba constituido únicamente por la familia, sino también por el brasero y el velón, que con su calor escaso y su luz débil obligaban a las personas a aproximarse a formar un núcleo común. Poned un foco eléctrico y una estufa que iluminen y calienten toda una habitación por igual, y habréis dado el primer paso para la disolución de la familia.» Seguro que la oscuridad también mantendría a los niños con una orientación distinta a las codificadas por 'Hazte oír' alrededor de la mesa camilla. La oscuridad mantendría la uniformidad y el grillete moral. Cada cual enjaulado en su casilla cumpliendo las ordenanzas que la tradición dicta. Hombres y mujeres de provecho dentro de una sociedad simétrica y, lo quieran o no, arrimados al triste velón. Ya podrán hacer en la penumbra aquello que a la luz resulta condenable. No. Mejor lejos del velón, lejos del brasero y de ese autobús que como un alma en pena vaga predicando la sombra y el frío.

Antonio Soler

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