miércoles, 22 de marzo de 2017

La sensibilidad inteligente ... por Victor A. Gómez.

Carla Simón se convierte en la gran favorita a las Biznagas con 'Verano 1993', el emocionante y mesurado viaje emocional de una niña en busca de su lugar en el mundo.
Uno de los grandes debes en esto del cine español es la capacidad de observación, la habilidad para atrapar momentos, detalles y miradas, de salirse de las líneas fijas de un guión para indagar en sus huecos y encontrar, quizás, la razón de lo que verdaderamente quiere contar. Lo escribí el otro día a propósito de la fallida 'No sé decir adiós', una película con buenísimas intenciones pero que queda destempladísima por su rigidez y la ausencia de matices en la puesta en escena. Pero aquí llega 'Verano 1993', sin duda, la mejor película en lo que llevamos de Sección Oficial: comparen su sentido y sensibilidad con la correctísima tibieza del filme de Lino Escalera y verán a lo que me refiero exactamente.


En realidad, todo se limita a saber mirar, me imagino. Y 'Verano 1993' sabe mirar desde fuera para acceder al interior de su historia y sus personajes, sin exponerlas, sólo sugiriéndolas. Que no engañe o reste méritos el hecho de que el filme se apoye en las experiencias personales de su directora y guionista; no es eso lo que le confiere peso y poso a sus imágenes, a esas pequeñas escenas vivenciales, de dolce far niente o a los momentos algo más turbadores, sino la notable inteligencia y comprensión con que todo se despliega ante nuestros ojos. Acompañamos a Frida, la protagonista de la película y trasunto de Carla Simón, en una serie de momentos aparentemente inconexos pero que terminan componiendo un viaje emocional, quizás el más importante que todos afrontamos en la vida y al que a ella le toca emprender de muy niña: encontrar tu lugar en el mundo. Y estamos con ella cuando juega con su prima Anna (qué escenas tan deliciosas) pero también cuando la tragedia de la que viene trata de ensanchar su sombra sobre la pequeña, tentándola con lo oscuro, lo feo y lo doloroso.

Lo más admirable de 'Verano 1993' se encuentra en cómo aprovecha las posibilidades sentimentales de su relato sin comprometerlas, sin explotarlas, con mesura. Así da gusto que le conmuevan a uno, especialmente con esa escena final, una luminosísima conclusión a pesar de que consiste en un llanto aparentemente inconsolable. Mientras contemplaba ese plano, sin saber aún de su carácter absolutamente autobiográfico, me planteaba a mí mismo: "Qué lástima no saber qué ha sido de Frida, cómo es ahora, 24 años después de todo aquello". Pues ahora lo sé: es una mujer sensible, que ha aceptado lo que la vida le ha puesto delante y ha firmado una película formidable.Victor A. Gómez.  

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