PERSONAJES (10): NEIL
Ocurrió en julio de 1969 tras un viaje de cinco días que todo el mundo siguió con expectación e incredulidad.
Aquel día -¿o era de noche?- la Humanidad profanó la utopía de lo inalcanzable, derribó la sublime fuente de inspiración de los poetas, e invalidó la más lírica de las promesas de los enamorados. Hasta ese día ella conservó intacta su alma en ese tránsito elíptico, inalterable, y sin pausa, a través de los siglos, ¿qué digo siglos?, a través de millones de años. La misma alma que adoraron los íberos y los fenicios, y antes aún los neandertales y los cromañones.
Y es que llegar hasta allí no fue tarea fácil ni exenta de riesgos. Los ingenieros que trabajaron en el programa Apolo no las tenían todas consigo. Aquello podía salir mal hasta el extremo de que el presidente Nixon tenía preparados dos discursos según la cosa tuviese un final feliz o no: Tres astronautas lanzados al espacio sideral con la misión de aterrizar -perdón alunizar- en un lugar con un campo gravitatorio distinto, dar un paseo, recoger muestras, volver a despegar desde la superficie de aquel otro mundo, y entrar, violentamente, en la atmósfera terrestre, ante la perplejidad e irritación de Heh, dios y señor del espacio infinito.
La Luna a la que García Lorca dedicó un romance y Sabina el deseo de que todas fueran de miel. La misma, a la que lobos hambrientos aúllan en las noches frías de invierno, con la certeza de que los oye y les devuelve la cortesía con una luz prestada para que se orienten en busca de la presa. Una luna con una cara oculta -como algunos hombres- que a todos oculta.
Neil Armstrong el hombre que se atrevió a pisar la Luna por primera vez. Forever.Manuel Mata
Ocurrió en julio de 1969 tras un viaje de cinco días que todo el mundo siguió con expectación e incredulidad.
Aquel día -¿o era de noche?- la Humanidad profanó la utopía de lo inalcanzable, derribó la sublime fuente de inspiración de los poetas, e invalidó la más lírica de las promesas de los enamorados. Hasta ese día ella conservó intacta su alma en ese tránsito elíptico, inalterable, y sin pausa, a través de los siglos, ¿qué digo siglos?, a través de millones de años. La misma alma que adoraron los íberos y los fenicios, y antes aún los neandertales y los cromañones.
Y es que llegar hasta allí no fue tarea fácil ni exenta de riesgos. Los ingenieros que trabajaron en el programa Apolo no las tenían todas consigo. Aquello podía salir mal hasta el extremo de que el presidente Nixon tenía preparados dos discursos según la cosa tuviese un final feliz o no: Tres astronautas lanzados al espacio sideral con la misión de aterrizar -perdón alunizar- en un lugar con un campo gravitatorio distinto, dar un paseo, recoger muestras, volver a despegar desde la superficie de aquel otro mundo, y entrar, violentamente, en la atmósfera terrestre, ante la perplejidad e irritación de Heh, dios y señor del espacio infinito.
La Luna a la que García Lorca dedicó un romance y Sabina el deseo de que todas fueran de miel. La misma, a la que lobos hambrientos aúllan en las noches frías de invierno, con la certeza de que los oye y les devuelve la cortesía con una luz prestada para que se orienten en busca de la presa. Una luna con una cara oculta -como algunos hombres- que a todos oculta.
Neil Armstrong el hombre que se atrevió a pisar la Luna por primera vez. Forever.Manuel Mata
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