Una boda en Murcia tiene mucho parecido con las reuniones de los lunes
en el PP. Las señoras bien que bailaban con Rajoy y le decían «¡Qué
éxito, Mariano!» no son muy diferentes de esos secretarios generales,
vicesecretarios o barones palmeros. Aunque en Génova no suene Raphael.
Ayer, en la sesión de control al Gobierno, Gabriel Rufián volvió a sacar
a Rajoy el espantajo del franquismo. El presidente («estoy más
actualizado que usted») le recordó que su partido, ERC, apoyó las leyes
de Zapatero que proponían enseñar el trabajo de las Fuerzas Armadas en
los colegios (lo que criticaba el que habla desde el interior de una
tinaja). Dar una paliza dialéctica a Rufián es tan fácil como dársela a
Cañita Brava. A Rajoy se le ve contento ahí. Qué éxito, Mariano. Pero no
sé, debería pensarse lo del retiro. Yo dejaría de ser presidente solo
por no tener que tratar con Rufián. La libertad también consiste en no
hablar con quien no quieres hablar.
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