Referente clave de la literatura contemporánea francesa, Jean Echenoz (Orange, 1947), Premio Goncourt en 1999 y con otros muchos reconocimientos en su haber, es autor de novelas de gran calado como Me voy (1999), Ravel (2006), Correr (2008), Relámpagos (2010), 14 (2012) y Enviada especial (2016), publicadas todas en España por la editorial Anagrama. Su narrativa, precisa, medular y a la vez altamente descriptiva, con ánimo tanto biográfico como histórico, ha ejercido una influencia notable en el panorama europeo del presente. Echenoz será hoy el gran protagonista de La Noche de los Libros, el festival literario de La Térmica, donde mantendrá una conversación a las 20:30 con la periodista Bárbara Ayuso. Ayer, nada más llegar a Málaga, visitó el Centro Pompidou y atendió a Málaga Hoy para esta entrevista.
-Además de escritor es usted músico. ¿Se siente de alguna forma como un compositor cuando escribe una novela, como si se tratara de una sinfonía? :
-Bueno, en realidad no soy músico. Escucho mucha música desde siempre y sí, tuve alguna formación musical, pero inevitablemente fue a menos cuando decidí a dedicarme por completo a la literatura. Pero sí que hay algunos elementos comunes entre la escritura y la composición musical, sobre todo la búsqueda del ritmo, de la sonoridad, del acorde... El tempo es una cuestión muy importante en una novela. Hay que saber transitar por distintos ritmos diferentes y saber dar a cada momento el adecuado, más lento o más rápido.
-En su última novela, Enviada especial, se lleva usted a su terreno la novela de espías. ¿Es el género un elemento importante para usted, aunque sea para negarlo?
-Mi adscripción a un determinado género, como en este caso, no es un asunto impuesto. Que una novela pueda ser más o menos de espías nace, en mi caso, de una situación concreta a partir de la que escribo y que por diversas circunstancias va adquiriendo el formato propio de la novela de espías. No es lo mismo que tener claro desde el principio que vas a escribir bajo las reglas propias del género. En gran medida, una novela como Enviada especial nace a base de preguntarte qué ha pasado antes de los acontecimientos que narras, cómo los personajes han ido llegando a donde llegan. Y seguramente es así como se hacen las novelas de espionaje, pero, insisto, si he llegado aquí ha sido por otro camino distinto. Cuando escribo no pienso en géneros, sino en contar una historia. Y ya está. Esa es mi tradición literaria particular.
-Sus novelas son ricas en la construcción de imágenes, con ambición casi cinematográfica. Pero, ¿son así precisamente para demostrar que la palabra puede llegar más lejos que la imagen?
-Siempre que empiezo a escribir una novela lo hago desde una imagen determinada. Y, a partir de aquí, procuro que la narración sea lo más visual posible. No rechazo esa ambición cinematográfica de la que hablas. Más aún, creo que mis novelas comparten con las imágenes el mismo lenguaje.
-De hecho, usted ha escrito guiones cinematográficos.
-Pero no fueron muchos.
-¿No fue una experiencia satisfactoria para usted?
-No. A ver, es un trabajo muy interesante, desde luego. Pero cuando escribes un guion, para una película o para el teatro, escribes así, para una película o para el teatro. Es una actividad completamente distinta a escribir una novela. Digamos que la novela me permite desarrollar el ámbito de la ficción de manera muy cómoda, muy agradecida. Escribir un guion, por el contrario, es muy estresante, porque cuando lo haces la película no existe todavía y lo que escribes tiene únicamente una función de intermediario hacia algo que aún no está, que aún no puedes ver. Eso influye mucho, por ejemplo, en la construcción de los diálogos. Escribir diálogos en un guion es poco menos que nada, porque el diálogo únicamente se da en la película ya rodada. Es ahí donde tiene sentido. La escritura anterior es algo muy confuso.
-¿Qué opina de un invento tan francés como la autoficción?
-No me interesa nada, la verdad. Me aburre.
-Y eso que la autoficción tiene un gran éxito en España gracias a escritores como Javier Cercas.
-Javier Cercas me interesa muchísimo, pero la autoficción no. Al menos, como la escriben los francesas. Ese formato, esa manera de hacer una novela, no sé, me lo encuentro ya en la primera frase, con el autor puesto ahí como protagonista, y me produce sopor. En serio, no lo puedo evitar.
-En cualquier caso, los géneros de no ficción están muy de moda. ¿Diría usted que la imaginación atraviesa una crisis particular?
-No, la imaginación no está en crisis. Lo que pasa es que la novela es un formato en continua transformación, a veces se cansa de ser de una manera y aspira a ser de otra. A lo largo de la historia de la literatura podemos encontrar diversos momentos en que la novela ha parecido asfixiarse, agotarse. Entonces, se ha convertido en otra cosa y ha seguido adelante. Es verdad que desde hace unos años hay mucha atención puesta en la novela de no ficción, pero esto seguramente no tiene tanto que ver con una crisis de la imaginación como con una crisis de la lectura: cada vez aparecen y se demandan nuevos soportes para la lectura a mayor velocidad, y esto evidentemente tiene consecuencias en la fabricación de la ficción. Pero la imaginación funciona hoy como lo ha hecho siempre.
-Sus novelas biográficas Ravel, Correr y Relámpagos están dedicadas respectivamente a Maurice Ravel, Emil Zátopek y Nikola Tesla. ¿Es posible una narrativa que no nazca de una existencia real, propia o ajena?
-Escribí esos tres libros, así como 14, en el que abordé la Primera Guerra Mundial, cuando me sentía ya algo cansado de la ficción. Me pareció interesante contar vidas reales, a la manera de la biografía pero con la libertad que permite la novela. Pensaba que así podría descansar de alguna forma, tomar oxígeno. Pero la verdad es que al final no encontré muchas diferencias entre escribir estos libros y otras novelas basadas en la imaginación. Y esto seguramente se debe a que uno siempre escribe de lo que observa, de lo que experimenta. Es cierto que las novelas siempre tienen algo de autobiográfico, algo de uno mismo.
-Por cierto, ¿a quién preferiría para una entrevista personal, como la nuestra: a Ravel, a Tesla o a Zátopek?
-Uf. A Ravel. Todos ellos son personajes muy misteriosos, pero Ravel es el más misterioso de los tres.
-¿Y para una cerveza?
-Supongo que a Zátopek.
-Defina a su lector ideal.
-El lector al que mejor conozco soy yo mismo. Es que no existe nada parecido a un lector ideal. Cada lector evoluciona de manera distinta con cada libro. Y por esto cada lector se apropia del libro y lo rehace a su manera.
-Leer es re-escribir, entonces.
-Eso es. Es una participación directa en el proceso. Es al lector a quien corresponde acabar el libro.
Pablo Bujalance
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