lunes, 30 de enero de 2017

El ángel que se eleva sobre la fealdad


El público llenó la sala y despidió, en pie, al genio veterano

Es difícil escapar de la fealdad de las trincheras que se transitan a diario. Como esos sacos pesados que las revisten, las cargas, inseguridades y obligaciones impiden levantar el cuello, alzar la vista y descubrir la magia que puede haber más allá de la rutina descafeinada. Puede que por eso sea tan necesaria la existencia del espectáculo, como sostiene el coreógrafo, actor y mimo Lindsay Kemp. Tan vital la hazaña de atravesar las puertas de un teatro, sentarse en una butaca y dejarse llevar a otras realidades, sumergirse en la belleza del gesto, en la grandeza de una danza que habla de amor imposible, de muerte, de locura y tragedia, que llora y exhala un sentimiento desgarrador. Trascender lo cotidiano, dejar en la puerta las banalidades y volar como el ángel de Kemp supone una liberación momentánea que el público, ayer, supo agradecer puesto en pie.


Lindsay Kemp volvió ayer a Málaga para mostrar nuevamente ese personalísimo carisma que se hizo imprescindible en la escena teatral de los años 70 y 80 y que sigue siendo reclamo esencial de sus producciones. Y lo hizo con Kemp Dances, inventos y reencarnaciones, un montaje de algo más de una hora de duración en el que mezcla nuevas creaciones con algunas piezas clásicas recreadas y revisadas. El Teatro Cervantes se llenó para ver al genial Kemp. No fueron pocos los que compraron su entrada en ventanilla minutos antes de la función.


DANIELA MACCARI, IVAN RISTALLO, DAVID HAUGHTON Y JAMES VANZO LO ACOMPAÑARON EN ESCENA

Pasadas las 19:00 se pidió silencio, los móviles fueron apagados y las conversaciones acalladas poco a poco. Luces fuera y la música de LaTraviata hizo el tránsito al viaje que emprendía el mítico bailarín, con su vestido blanco, con un diván, un espejo y un abanico como únicos recursos escénicos. Recuerdos de una Traviata, con las notas de Verdi y la voz de María Callas, fue la primera de las piezas vistas sobre las tablas. En solitario, sin excesos ni piruetas. No hacía falta nada ni nadie más para armar minutos de extraordinaria belleza.

Derrotada, una Violetta vencida por la tuberculosis, que tiene que despedirse de su amor para siempre se perdió entre las sombras tras el primer acto y cuando se volvió a iluminar la escena sonó la música en un cabaret parisino. En él, Daniela Maccari y Ivan Ristallo eran dos amantes que se cortejaban con un baile alegre y colorido hasta que se escucharon las voces radiofónicas que informaban del horror, de la entrada en la ciudad de las tropas alemanas. La femme en rouge, obligada a separarse de su amado, lamentaba su torturador presente cuando Lindsay Kemp, de nuevo sobre las tablas, se desplegó y volvió a cerrar como una Flor con la composición de Mozart Laudete Dominum.

Daniela Maccari regresó a la escena atrapada en su sufrimiento, de luto por la pérdida del ser amado, incapaz de alzar el vuelto de nuevo en solitario. Clamó a una muerte esquiva que le devolvió durante unos instantes a su hombre y se lo volvió a arrebatar para dejarla aún más encerrada en su funesto destino. Mi vida, la coreografía de Luc Bouy con música de Gregorio Paniagua, Francisco Tarrega y Arvo Part fue una de los "inventos" de Kemp Dances, creada para este espectáculo.

Con ella se dio paso a Fragmentos del diario de Vaslav Nijinski, uno de los momentos de mayor fuerza del montaje. Kemp, acompañado por primera vez por el resto de bailarines, se metió en la piel del dios de la danza, en su mente debilitada, en su locura. Y tras un breve vuelo de El Cisne que Maccari llenó de elegancia gracias a la coreografía de Marco Berriel y la música de Camille Saint Saens, el maestro completó su obra con el Requiem de Verdi y sus alas de ángel. Se elevó para después caer, como un Ícaro quemado por el sol. Emocionó un rostro blanquecino que supo decirlo todo sin recurrir a la palabra, un mimo que trajo su "mensaje de amor y vida", que ofreció su regalo al público que no quiso perderse su lección teatral.

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