Sin ser yo muy de referéndum -a veces es un comodín de los políticos- creo que esta ocasión sí lo merecería. Es un aspecto vital para la ciudad que no puede desfilar delante de nosotros como si tal cosa ni sumir al ciudadano en la invisibilidad, más cuando presumiblemente la obra será pagada con dinero público, y más aún cuando nos referimos a un patrimonio que cada día que pasa se disuelve. Creo además que lo que más gusta de nuestra Catedral es que le falte una torre, esa es su gracia: es un monumento que tiene una tara y es esa tara la que lo hace irrepetible. La Manquita es única, como esos objetos que vienen con defectos de fábrica y que funciona como metáfora accidental de toda la humanidad, porque todos nacemos con carencias. La ausencia de una torre es lo que la hace tan especial.
En cualquier caso, puestos a negociar, tratar de copiar sin más la torre norte me parecería de alguna manera una ridiculez, una colosal apuesta por el pastiche. La catedral tiene distintos estilos porque su construcción pasó por distintas épocas y copiarla sería como tejerle un descosido. Se notaría demasiado.
Aunque primero habrá que acabar con las goteras, si construimos la torre de una catedral en el siglo XXI apostaría por hacerlo de una manera conforme a nuestro momento. Por ejemplo, yo a la catedral le colocaría una prótesis fabricada mediante una arquitectura traslúcida que sólo funcionara por la noche. O un holograma, o una estructura láser, o algo así. Luego ya veríamos si le ponemos de vez en cuando alguna canción de Queen. Es decir, vale, terminemos la catedral, pero no con Rafael Moneo sino con James Turrell. Vamos a terminarla con las luces encendidas. Puede que hasta la Iglesia Católica estuviera de acuerdo con este proyecto porque qué es Dios sino luz. Él es la luz del mundo, y en Málaga somos todos unos iluminados. Tenemos ideas. Se nos ocurren cosas.
Txema Martín
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