Jorge Mario Bergoglio, socio del San Lorenzo de
Almagro Club de Fútbol, no es otro que Francisco I, Papa 266º de la
Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Desde su llegada a la cúspide de la Curia Romana,
despertó esperanzas en unos y recelos en otros. Sus postulados y su
facilidad para conectar con la gente sencilla -que en cierta forma
recuerdan a Juan Pablo I- hizo que todo el mundo, creyente
o no, fijara su atención en este octogenario jesuita, amable y cercano.
Un tipo valiente que ha pedido disculpas por los
abusos cometidos por curas pedófilos, anunciando tolerancia cero, “La
Iglesia llora con amargura y pide perdón” dijo hace unos días; y a los
homosexuales, por haber sido discriminados y maltratados:
“personas que deben ser acompañados pastoralmente”.
La autorización, basada en su “Amoris Laetitia”,
para que los sacerdotes den la comunión a los divorciados y que otorguen
el perdón del pecado del aborto, puso en guardia a los cardenales más
conservadores que le enviaron una carta, firmada
por Raymond Burke (estadounidense), Carlo Caffarra (italiano), Joachim
Meisner y Walter Brandmüller, (alemanes), exigiendo explicaciones. Al
no recibir respuesta la hicieron pública, supongo que para que el Día
del Juicio Final, el Gran Hacedor se lo tenga
en cuenta.
Defensor del ecumenismo, de la justicia social, de la paz en Sudamérica, de la Iglesia de los Pobres, este cura me mola.

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