Festival de Teatro de Málaga. Teatro Cervantes. Fecha: 19 de enero. Texto y dirección: Juan Mayorga. Reparto: Blanca Portillo y José Luis García-Pérez. Aforo:Cerca de mil personas (casi lleno).
Juan Mayorga parte en El Cartógrafo de un axioma: el Holocausto es un suceso irrepresentable. De este modo, la obra trata, en gran medida, de los límites del teatro como mecanismo no sólo de representación, sino narrativo e, incluso, de divulgación de ideas. ¿Qué podemos decir desde un escenario acerca de algo que sencillamente no cabe aquí? ¿No sólo literalmente, también evocadora y hasta, para ser honestos, metafóricamente? Desde esta conciencia plena del límite, Mayorga parece preguntarse, incluso, después de Adorno: si escribir un poema tras de la Segunda Guerra Mundial puede ser éticamente reprobable, ¿qué hacemos entonces? ¿Cómo podemos disponernos a conocer el mundo y habitarlo si el más espantoso terror hace de él algo extraño para nosotros? ¿Hasta qué punto es posible soportar este exilio? En la que posiblemente es su mejor obra, con un paisaje humano fascinante y una ambición dramática no exenta de matices titánicos, Mayorga entra a fondo en el límite a través de un viaje que se desarrolla en un ecosistema muy concreto: el gueto de Varsovia, desde 1939 hasta el presente. El viaje se produce por tanto en el tiempo en torno a un misterioso mapa y un improbable cartógrafo, pero también a través de la propia percepción humana y de lo que puede comprenderse acerca de un fenómeno irrepresentable. El autor asienta su particular código matemático y hace del escenario una verdadera cartografía con un criterio spinozista: El Definitio est negatio funciona como certero trasunto del Omnis determinatio est negatio, respecto a lo que podemos saber y lo que no. Pero si la escena es un límite, el teatro puede ser cualquier cosa menos una frontera. Por eso Mayorga presenta su mapa desnudo, sin arquitecturas, con dos actores, una escenografía mínima y, eso sí, una asombrosa iluminación que firma Juan Gómez-Cornejo. Es la imaginación del espectador donde el mapa sucede: cualquier definición / determinación ejercida a priori no habría hecho más que mermarlo.
El resultado es una ilustrativa lección de la capacidad del teatro para significar. Si en la secuencia matemática partimos de la negación en lugar de la determinación, la escena se revela como un instrumento maravilloso para contar: cero tiende al infinito, menos es más. Eso sí, para poner en marcha un invento como El cartógrafo hacen falta dos actores del calibre de Blanca Portillo y José Luis García-Pérez, verdaderos exploradores del límite hasta sus últimas consecuencias con una querencia a darse que únicamente puede percibirse como un regalo: más allá de la soltura con la que componen a tantísimos personajes bien distintos, de la solvencia técnica y del juego que nunca abandonan, lo que hace de ellos dos grandes intérpretes es su generosidad a la hora de hacer de sí mismos material dramático de primer orden. El cartógrafo, finalmente, es un reflejo del poder transformador del teatro: del modo en que podemos acudir a sus límites para ser lo que queremos ser. En el mundo que queramos habitar.
Pablo Bujalance
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