Salían a pie, hace ahora ochenta años, amontonando en un carro tirado por un mulo o por un hombre lo principal de sus pertenencias. Un colchón, un puñado de ropa y un poco de alimento que muy pronto escasearía. Los malagueños temían a las tropas de choque de Franco. Las violaciones, las torturas y fusilamientos encarnados en la figura de aquellos marroquíes que el patético general utilizaría hasta su muerte como escolta. Población civil mezclada en la huida con la retaguardia de un ejército en derrota. En el imaginario colectivo quedaron estampas una y otra vez repetidas. La famosa mujer que amamantaba a un niño a la orilla de la carretera fulminados por la metralla, las carreras y el extravío de familiares ante la presencia de la aviación, el sonido de los pies al pisar la carretera alfombrada por una gruesa capa de caña de azúcar masticada -único alimento posible para muchos de los fugitivos-.
La memoria de algunos protagonistas y una literatura no siempre a la altura de las circunstancias han revivido uno de los episodios más dramáticos de la Guerra Civil. De los más dramáticos y de los más ocultos. Durante muchas décadas los capítulos más desgarradores de la contienda quedaron asociados a nombres como Guernica, Ebro, Madrid o Teruel, y si se hablaba de algún éxodo era el que se produjo con la caída del ejército de Cataluña, cuando medio millón de personas -incluidos el presidente de la República y Antonio Machado, que ya nunca regresarían a España-, cruzaron la frontera francesa en unas condiciones desoladoras, con un puñado de tierra española entre los dedos, maltratados por los gendarmes senegaleses y hacinados en improvisados campos de concentración como el de Argelès-sur-Mer. La salida de Málaga de una gran parte de la población y su hostigamiento por parte de la aviación y la marina franquistas quedaron en segundo plano. Un episodio vergonzante. Para unos, los republicanos, por no haber ofrecido la ciudad la resistencia que podía haberse esperado. Para otros, los nacionalistas, por la crueldad con la que actuaron sobre una población civil indefensa.
Es la hora del recuerdo. Memorialistas de la ley, meros resucitadores e historiadores rigurosos atienden a ese hecho. Un grupo de senderistas se ponen en marcha para seguir los pasos de aquel pueblo asustado y masacrado. Después del reconocimiento al gran médico canadiense Norman Bethune, la tragedia de la carretera de Almería salpica hasta al propio Picasso. El crítico de arte Alain Moreau aventura que fue el éxodo de Málaga lo que desencadenó el germen del 'Guernica'. Se basa en apuntes y esquemas trazados antes del bombardeo l pueblo vasco por parte de la Lufwaffe y atribuye la elección de Guernica como emblema de su obra al oportunismo de Picasso, dispuesto a aprovechar la conmoción internacional que levantó aquel bombardeo. Algo que desde luego no era nuevo para el pintor malagueño, siempre activado por y para el éxito. Una miseria más para aquel episodio presidido de principio a fin por la miseria.
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