Nace en la ciudad de los museos un nuevo foco cultural. Una recuperación del pasado y un proyecto para el futuro. El Centro Cultural Sefardí de Málaga. Se cree que en 2019 abrirá las puertas su sede. Pero desde antes empezará a dar sonoras señales de vida. Entre otras cosas porque, siendo fiel a la naturaleza más profunda del pueblo que representa, este centro desarrollará su actividad no en torno a una sucesión de objetos o imágenes, sino alrededor de la palabra, el libro y las ideas. En un ensayo conjunto, Amos Oz y su hija Fania escribían que «la comunidad judía ha girado siempre alrededor de palabras pronunciadas y escritas, de un laberinto de interpretaciones, debates y desacuerdos en constante expansión».
El pueblo judío, siempre preparado para una posible mudanza, ha basado parte de su riqueza en aquello que le resultaba más fácil de llevar consigo. Y ante medios hostiles ha considerado la cultura como las mejores herramientas para la supervivencia. Que un centro de esa naturaleza y con esa vocación por el debate de ideas surja en Málaga es un motivo de satisfacción. No sólo para la comunidad judía, sino para toda la ciudad. La rutilante noria de los museos malagueños no está completa. Hay un hueco claro para una entidad de estas características, donde lo visual y lo plástico cedan protagonismo a la historia, a la palabra y al cruce de ideas. Eso, finalmente, significa concordia, convivencia, enriquecimiento. Profundizar en el pasado y abrir el horizonte del futuro a nuevas expectativas.
Por otro lado, supone un acto de justicia. La recuperación de una memoria que forma parte de nuestra propia historia. Porque, como ayer se dijo en el acto que anunciaba la andadura oficial de este centro, cuando hace cinco siglos se produjo la expulsión de ese pueblo, quienes abandonaron nuestra ciudad no fueron los judíos de Málaga, sino unos malagueños judíos. Existe un abismo entre un concepto y otro. En unos tiempos llevados por los populismos, la xenofobia y el rechazo -el miedo- a lo diferente, esa idea integradora que no excluye a nadie por su religión o su cultura se hace más necesaria que nunca. No colocan estrellas amarillas, no hay pogromos, pero por todas partes llueven mensajes que pretenden dividir y aislar a los supuestamente diferentes, sean árabes, ecuatorianos o simplemente pobres. El cierre de fronteras, los muros, los distingos entre los puros, los impuros y los foráneos conforman un ambiente en el que aquellos expulsados de 1492 volverían a ser 'los judíos de Málaga'. A medida que este centro desarrolle sus actividades, la sociedad malagueña y la española irán descubriendo el poder intelectual que han desarrollado los sefarditas, su repercusión europea a través de una serie de nombres, escritores, intelectuales, que en su día partieron de Sefarad, de España, hacia la diáspora. Que alguien como Shlomo Ben Ami, exministro de Exteriores israelí, antiguo embajador en España y un claro intelectual del Partido Laborista, haya aceptado la presidencia del centro da una pista de lo que éste puede suponer.
Antonio Soler
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