Hace ahora un año, en estas mismas páginas, hice referencia a una frase de Taleb Rifai para llamar la atención sobre los riesgos en la industria turística en Málaga. «El crecimiento no es el enemigo del turismo, sino el modo de gestionar y de operar el aumento de viajeros en los destinos», dijo el entonces presidente de la Organización Mundial de Turismo. En otro artículo posterior, hice referencia a la necesidad de tener en cuenta «el riesgo evidente de que el centro histórico se convierta en un parque temático de apartamentos turísticos low-cost si no se desarrolla un modelo adaptado a los nuevos usos turísticos y a la generación de riqueza y empleo; en esto, a veces, menos es más». Y ahora, cuando probablemente la ciudad y la Costa del Sol registran un verano récord, es cuando esos temores toman visos de realidad y alertan sobre la necesidad de tomar medidas en el sentido en el que hablaba Rifai.
Hay un riesgo cierto de masificación en Málaga que debiera analizarse con rigor y bajo criterios técnicos y científicos y nunca con apasionamientos desafortunados. Málaga ha trabajado durante lustros por construir el modelo de una ciudad turística, cultural y tecnológica y ahora empieza a recoger los frutos, quizá a una velocidad que puede desbordar las previsiones. Porque, como bien decía Rifai, el problema no es el aumento de visitantes, sino cómo se gestiona ese aumento. Es preciso enfocar bien el asunto. En las pasadas navidades, el alumbrado de la calle Larios originó grandes problemas de masificación, hasta el punto de tener que cortar el tráfico. ¿Eran turistas? Lo dudo. Creo que el problema es que están cambiando los modelos de ocio y de consumo del tiempo. Hoy todo el mundo se echa a la calle. Y en Málaga, aún más.
Málaga ha cambiado radicalmente y esa transformación va a provocar que los malagueños vivamos la ciudad de forma diferente. Eso, mal que nos pese, es inevitable y nos causará incomodidades. Si hemos apostado por ser una capital cultural y turística no podemos pretender que no haya viajeros atraídos por esa oferta. No se puede aspirar, como decía Javier Recio, a tener turismo sin turistas.
De lo que se trata es de gestionar y ordenar esta actividad turística y de ocio con sentido común y equilibrio. Los espacios, los horarios, la imagen y los alquileres deben regularse, así como planificar y estudiar la movilidad, los aparcamientos, el transporte, etc. Y analizar el mayor, en mi opinión, de los problemas: el impacto del alquiler vacacional sobre el mercado inmobiliario y el parque de viviendas en alquiler. Y esto no se hace enfrentando a unos con otros; ni alentado la turismofobia, como bien comentó el consejero de Turismo.
El Ayuntamiento de Málaga, con Francisco de la Torre al frente, debe tomarse en serio este asunto y ponerse a trabajar con equilibrio y luces largas. Y así configurar el nuevo modelo de ciudad y, sobre todo, las relaciones de sus vecinos y residentes con los turistas que, por cierto, vienen a Málaga porque les hemos invitado con una oferta turística y cultural de primer nivel.
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