Foto: Tiojimeno |
La proyección de Verano 1993 en la pasada edición del Festival de Málaga se saldó con iguales consecuencias a las acontecidas poco antes en el Festival de Berlín, donde ganó el Gran Premio del Jurado y el galardón a la mejor ópera prima: con buena parte de los espectadores rendidos a las lágrimas y el convencimiento de que una gran película estaba viendo la luz. El filme se llevó la Biznaga de Oro y se estrenó el pasado viernes con una notable respuesta en la taquilla. Su directora, la debutante Carla Simón (Barcelona, 1986), regresó ayer a Málaga, ya metida en las tareas propias de la promoción, para compartir sus claves personales tras la puesta de largo.
-¿En qué medida contribuye una Biznaga de Oro a la vida posterior de una película?
-Sin ninguna duda nos ha ayudado muchísimo, sobre todo en España. A nivel internacional el Festival de Berlín permitió que se abrieran otros caminos, pero aquí Málaga ha sido muy importante. Desde que ganamos la Biznaga hasta que se ha estrenado la película ha habido un flujo abundante de información que lo ha hecho posible el festival. Y en el primer fin de semana tras el estreno la taquilla ha ido muy bien, las productoras están encantadas. Málaga tiene una repercusión mediática muy fuerte. La verdad es que yo no era consciente de la relevancia que puede llegar a adquirir una película cuando pasa por aquí, y si encima ganas ni te cuento.
-¿Está satisfecha entonces con la distribución en España?
-Han llegado a las salas 37 copias. Parecen pocas, pero nos han bastado para colarnos en el top ten de las películas más vistas. Sí, estamos muy contentos.
-¿Y a nivel internacional?
-Tenemos un agente de ventas que se encarga de vender la película a distribuidores en todo el mundo. Después de Berlín pudieron venderla a Francia muy rápido, a EEUU también, y luego a Holanda, Bélgica, Polonia, Turquía, Argentina, Grecia e Italia, entre otros sitios. El siguiente estreno importante es en Francia, el 19 de julio, pero el mismo día se estrena también en Holanda, Bélgica y Suiza.
-Francia parece un mercado favorable para el filme, ¿no es así?
-Sí, los distribuidores creen que puede funcionar muy bien allí. Ya veremos. En el fondo esto me resulta un tanto extraño. Cuando estábamos haciendo la película nunca me paré a pensar en cuánta gente podría llegar a verla. Y lo que ha sucedido ha superado cualquier expectativa. Hay gente que ha visto la película y me ha escrito muy agradecida. Pero para mí Verano 1993 era una historia personal que me apetecía contar, simplemente. Me parece mágico que haya llegado a gustar a tanta gente. Habrá que aprovecharlo porque nunca se sabe si volverá a pasar.
-¿Pero no llegó a abrumarle el hecho de que una historia tan íntima, tan suya, empezase a llegar a públicos tan amplios?
-No me abrumó, pero sí me sorprendió. La primera vez que la vimos fue en Berlín, y estábamos terminando allí el sonido aún, prácticamente saliendo de la postproducción, cuando, al encenderse las luces de la sala, vimos que había gente llorando. Eso nos impresionó mucho. Luego la reacción del público fue igual, tremenda. A Málaga llegué un poco asustada por las expectativas que se habían generado en Berlín, pero la respuesta fue la misma, a la gente le llegó de la misma manera.
-¿Hay hueco entonces para el cine de autor, o el cine a secas, en la industria cinematográfica?
-Sí, lo hay. A ver, mis referentes son los de un cine que a lo mejor no ve tanta gente como esas películas americanas de superhéroes. Al mismo tiempo, dado que me dedico a esto, mi posición como espectadora siempre es inevitablemente distinta a la de la mayoría. Pero las productoras de la película me inspiraron mucha confianza porque, aunque nuestro proyecto se correspondía con el cine de autor, podía al mismo tiempo conectar con mucha gente. Te confieso que yo no lo tenía nada claro, pero resultó que sí, que las productoras tenían razón. De modo que es posible hacer un cine más de autor y contar con el respaldo del público, o de cierto público. Para mí es muy importante tratar al público como a personas inteligentes. No pienso renunciar a ello. Me niego a darlo todo masticado, quiero mover a la reflexión a ir más allá. No me gusta ser explícita ni contarlo todo. Y a la vista está que hay gente que reacciona positivamente cuando le ofreces una propuesta así.
-¿Encontró muchos obstáculos hasta que pudo hacer la película que quería?
-No. Me siento muy afortunada. Empecé a escribir la película hace tres años y desde entonces ha ido todo muy rápido. Llegaron todas las ayudas que pedimos y obtuvimos el sí de las puertas a las que llamamos. Sé que puede parecer anómalo que el camino se nos facilitara tanto, pero la historia que queríamos contar fue conquistando a la gente desde el principio. Además, yo tenía motivos de peso para contarla, y eso terminó ayudando al proyecto. Cuando quisimos darnos cuenta, ya habíamos rodado la película. Tres años es un plazo muy breve para culminar el trayecto desde el papel en blanco hasta el estreno.
-¿Echa de menos en España uno modelo proteccionista como el francés, con sus cuotas?
-Sí, el cine español no se cuida lo suficiente. Pero creo que no tiene tanto que ver con cuotas de pantalla como con la educación. Habría que trabajar más en ese sentido. Un modelo podría ser un proyecto llamado Cine en Curso, que se desarrolla en Madrid, Galicia y Cataluña y en el que los directores trabajamos directamente con profesores y alumnos en colegios e institutos durante un curso completo. Es muy revelador lo que puede llegar a conseguirse así.
-¿Cree que el éxito de Verano 1993 puede llegar a pesarle con vistas a su próxima película?
-Es una presión un poco rara. Tengo un par de ideas, también relacionadas con los vínculos familires, pero no he tenido tiempo de desarrollar nada. A veces me invade como cierta urgencia por escribir, pero por otra parte no sé si volverá a repetir todo lo que estoy viviendo con esta película, así que me apetece acompañarla en todo su proceso, incluida la promoción.
-¿Cuáles son sus referentes?
-Para esta película fueron muy importantes El espíritu de la colmena y Cría Cuervos. No tanto en el aspecto visual, sino en el retrato de la psicología infantil, con su parte oscura, y en la presencia del contexto, que es muy concreto pero que se filtra de manera muy sutil. Para dirigir a las niñas me basé mucho en Ponette, de Jacques Doillon. Y aunque sus películas no se parezcan mucho a la mía, me gustan cineastas como Lucrecia Martel y Claire Denis. También me interesa mucho una película como El país de las maravillas de Alice Rohrwacher. Muchas mujeres...
-¿Se ve dirigiendo una película completamente distinta? ¿Algo de ciencia-ficción, por ejemplo?
-No me lo imagino. Prefiero el cine que se acerca más a la vida, porque para mí la observación de la realidad y la realización van de la mano. Pero nunca se sabe de qué proyectos se va a enamorar una.
Pablo Bujalance
Málaga Hoy
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