lunes, 8 de agosto de 2016

Aquel Verano de ... por Jesus Nieto

Aquel verano de finales de los noventa me respetaron los terrales. Aquel verano de finales de los noventa fue el último verano en que creo que mi sonrisa fue sincera. Aquel verano de finales de los noventa recuerdo un glorioso concierto de Joaquín Sabina en la Malagueta, donde llegué a colar a mi padre y a mi tía. Son recuerdos de otros días, que hasta hace nada me parecían recientes y a los que ahora se les ha borrado la color. Era otra Málaga, sí; quizá más decrépita y más manejable. Sin el 'affaire' noria, con Celia Villalobos en nuestro ámbito de actuación y las/sus piernas más bonitas del PP, que le diría Domi en un directo de Feria frente al mar. La Sexta aún ni se había pensado. Aquel verano de finales de los noventa nos respetaron los terrales pero también los mosquitos.

En aquel verano descubrimos un paraje, pasado el Puerto de la Torre rumbo a Almogía, donde el calor respetaba a la noche y se estaba bien con un bocata. O ese recodo de la carretera de Los Montes, un pelín antes de Venta Nueva, las noches de fuego.

Y ya disculpará el lector que salga yo hoy por estas peteneras líricas de la memoria, que bien sé que la serie de este periódico para las remembranzas no corresponde a Opinión. Lo sé, sí, pero es que ocurre que ha venido soplando un poniente de hornazo y me he puesto a recordar a lo tonto. Es lo que tiene la calor, el fin de las vacaciones y la boda de mi mejor amigo: que uno se pone a evocar vacíos.


Tampoco acostumbro a dormir bien por estos mosquitazos que nos invaden, y es así que uno le da a la cosa 'proustiana' de evocar veranos al olorcillo del jazmín o la chancla. Quiero recordar también las primeras sangrías a la orilla de la luna y la última feria de los cacharritos con mi hermano Sergio; después vendría el 'cartojal' y la madurez, la edad adulta, bajo un sombrero de paja publicitando al pálido de Málaga.

De todas formas, y aunque me hayan 'llamado a filas' en un Madrid licuado, los días de Feria me conectan -nos conectan- con 'aquellos veranos de' que tantos sentimientos despiertan en estas páginas. Cuando llega la Feria existe la posibilidad de la huida por las verdes forestas de Galicia, o de la calma demográfica de unos espetos sin multitud en Pedregalejo. Pero la Feria es la Feria, y del compromiso con el 'tito de Albacete' a la diversión, nuestra ciudad ofrece una amplia variedad para imponerse esa cuestión burguesa que es el imponerse ser feliz. Ay...

La Feria es en sí misma el ecuador del verano, el beso a la madrileña/cordobesa la noche de los Fuegos por los Baños del Carmen. Es quedarse en Málaga Este y cerrar el Pimpi Florida recordando con coplas a Jesús. La Feria es amanecer sin resaca y bendecir a Dios por un día más de vida, de verano.

'Aquel verano de' siempre pasa por un verano de Feria. Aquel verano puede ser todavía, por qué no. Queda verano, quedan días, abran las casetas y las almas. Que del Gobierno ya le dará debida cuenta un pokémon o su cuñado.

Jesus Nieto

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