Teta y culo quiere ser Picardo, sal y pimienta, noche y día, sol y luna. Todo a la vez
Eran otros tiempos, cuando el pasaporte y la peseta. Calculo que 1992 o 1993. A un grupo de estudiantes de instituto nos llevaron a visitar Gibraltar, viaje que por entonces era frecuente en los departamentos de Inglés. Fuimos en autobús y, cuando pasamos el paso fronterizo, los profesores nos dieron carta de libertad. Cada cual se fue por su lado, a su amor, y un grupo de amigos anduvimos pajareando por aquí y por allá. Nos bebimos unas jarras de cerveza, compramos camisetas, transistores, tabaco y abalorios en un centro comercial y nos hicimos unas cuantas fotos que he vuelto a ver en mi vida. Echamos el día que se dice, sin hablar por supuesto en inglés con nadie y sin que aquello pudiese parecer otra cosa que un paseo por un decorado pelín hortera. A la tarde, al pasar de nuevo por el paso fronterizo, veníamos bullangueros y alegres por la cervecita, de cachondeo, y alguno de nosotros, al ver la bandera española ondeando, comenzó a gritar: "Al fin España, al fin España". Un agente de la Guardia Civil que andaba por allí se nos acercó entonces más serio que el Duque de Ahumada en un retrato ecuestre. Y cuando creíamos que nos iba a reconvenir el tío, que ya tenía sus años, nos fue dando la mano uno a uno mientras nos decía: "Bienvenidos a casa, chavales, bienvenidos a casa". El agente era un cachondo y la guasa, como comprenderán, fue general. Desde entonces hasta hoy siempre me acompaña esa anécdota cuando sale el tema de Gibraltar y por eso como que me da la risa cuando veo a la derecha montuna británica amenazando con tirarnos bombas, a nuestro ilustrado Margallo poniendo pecho palomo o al señor Picardo muertecito de miedo y queriendo culpar a España de que los británicos le dijesen sí al Brexit y no a la UE. Teta y culo quiere ser Picardo, sal y pimienta, noche y día, sol y luna. Todo a la vez porque si algún lugar puede ocurrir eso es allí, en Gibraltar, territorio de ficción. Más nacido para la humorada que para la gravedad del patrioterismo apolillado. En cualquier caso, ni se dude, Gibrartá aspañó, Gibrartá aspañó. Pero cuando ellos quieran, hombre, que no hay que forzarlos. Aquí estaremos si eso llega para decirles: "Bienvenidos a casa, chavales, bienvenidos a casa". Bienvenidos a lo que siempre fue la realidad. Feliz Ruíz
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