En estos días se ha dirimido en Archidona por la flamencología más docta y por vez primera con pasión científica algunas de las claves oscurecidas de lo jondo como sus orígenes oficiales no tan ancestrales.
En Archidona, una de las patrias biográficas menos reivindicadas de Blas Infante se han dirimido en estos días (del 4 al 7 de julio) algunas de las claves más desconocidas del flamenco en un acontecimiento histórico para su indiscutible cuna; las andalucías. La recoleta ciudad que abraza la Plaza Ochavada ha reunido a una veintena de los mejores flamencólogos del país y hasta cincuenta oyentes en algunas de sus sesiones de estudio para dilucidar algunas cuestiones pendientes tras doscientos años de historia oficial de lo jondo y una infinidad de asideros fantásticos por mor del mairenismo y hasta la poesía lorquiana.
La Universidad de Málaga ha amparado este curso titulado 'La década prodigiosa (1860-1869). El big bang de lo flamenco' que está removiendo las viejas creencias instaladas en el movimiento intelectual que tuvo este arte en el siglo pasado; el auspiciado por el cantaor Antonio Mairena y el poeta Ricardo Molina y que cristalizó una vieja división en este arte; la de los puristas y los heteredoxos o lo que es lo mismo los inmovilistas del misterio o los innovadores de la ciencia con un libro de ficción conocido por algunos todavía como La Biblia: 'Mundo y formas del cante flamenco'.
Al frente de este cónclave histórico de estudiosos con bibliografías amplias y rigurosas destacó la dirección y voz siempre creativa de José Luis Ortiz Nuevo, creador de la Bienal de Flamenco de Sevilla y autor de numerosos tratados sobre los orígenes y originarios de este arte. «Se ha percibido una energía de mucho valor por esos 50 asistentes diarios al curso, con una media docena de artistas entre ellos y otros tantos profesores de universidad. Hemos tratado de aportar luz a una historia y con ello no restamos duende ni misterio al flamenco. Eso va a estar siempre ahí pero se ama mejor lo que bien se conoce», resumió Ortiz Nuevo sobre el acontecimiento.
«Lo que se ha tratado aquí es de acabar ya con esas elucubraciones de que la soleá es del tiempo de los romanos o que las puellae gaditanae bailaban por alegrías, hemos tratado de acarrear documentos que demuestren la autenticidad de las cosas», agregó Ortiz Nuevo. Y estas indagaciones pasan por desmontar teorías caducas como las arraigadas alrededor del Mairenismo y que ya no sostiene la ciencia actual como las de la etapa hermética, la existencia de un cante grande o un cante chico, por estilos de más o menos valor y una demarcación geográfica única como nacimiento de este arte, la que va de Cádiz a Sevilla o Jerez sin tener en cuenta lo que dicen los papeles de la pujante Málaga de los cafés cantantes de finales del siglo XIX, Granada o el levante minero.
El análisis de la década de 1860-1869 sirve de marco teórico como la más trascendental época en la cristalización de este arte en lo profesional, ayudado por inventos como el ferrocarril para crear afición; significa el regreso desde América de la gran figura del 'nacimiento' del cante tal y como casi lo conocemos en la figura de Silverio Franconetti (Sevilla, 6 de octubre de 1823 - Sevilla, 30 de mayo de 1889), que sin ser gitano, descubrió básicamente la capacidad que iba a tener este arte como industria como primer prócer de los cafés cantantes y primer divulgador de un repertorio de estilos compacto en su propia voz.
«En mi intervención he tratado de explicar que el flamenco no nace de forma espontánea arrastra unas influencias pero sin Silverio no estaríamos aquí, el flamenco sería otra cosa, una expresión exótica del Puerto de Santa María. Es el personaje que le da alas al flamenco, ve una necesidad, un filón. Antes de él no había una profesión y es decisivo», justificó Faustino Núñez, quizá el investigador más prolífico y celebrado de esta corriente científica.
«Aquí también se ha puesto de manifiesto que la parte oriental aporta casi la mitad del repertorio, tarantas, mineras etcétera que en los años veinte del pasado siglo vivirán un boom. O ahí está la importancia del fandango y los tangos, de compás binario, añadido a las viejas soleá y seguiriyas. Las figuras de Juan Breva o Chacón, El Cojo Málaga y tantos otros que no han sido tan reconocidos», aportó Núñez.
Otras aportaciones de interés llegan de personajes como José Gelardo, catedrático de francés e investigador flamenco murciano, que entregó a la concurrencia la sospecha de que Silverio también conocido por el El Rano fuera partícipe de una casa flamenca con una hermana, hasta ahora desconocida en estos menesteres apodada La Rana. «En aquella década hubo mucha tela marinera. Ahí aparecen también las figuras de Perico el Sopas o Pedro González que fue discípulo compañero de Silverio y el Rojo el Alpargatero. Una importancia del levante primitiva ya en el flamenco que llega hasta Enrique Morente y que le copió en algún cante Camarón», terminó.
Además de estos hallazgos la periodista de ABC Marta Carrasco, en otra de las ponencias programadas a lo largo de estos tres días, realizó una interesante semblanza de la malagueña Pepita Oliva, protoflamenca que llevó estos aires previos a toda Europa o la de la bailarina Isabel Cubasque también arrastraba esa escuela de aires aflamencados por teatros de todo el mundo según revalorizó la investigadora Ángeles Cruzado.
Francis Marmol
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