domingo, 31 de julio de 2016

Candilejas ... por Gaby Beneroso

Leí el otro día que iban a cerrar Discos Candilejas y me llevé una sorpresa. Porque creía que ya habían cerrado. Hace más de dos años que los perseguía el efecto desconchado de la renta antigua, como un cobrador del frac sin banda sonora que llevarse al precipicio, y preferí taparme los oídos, por si alguien me señalaba. Ese efecto 2015 que iba a arruinar a los artesanos del comercio hiperconceptual malagueño por culpa de la renovación de su alquiler postantiguo, y al que muchos suponíamos capaz de conllevar parecida devastación a la que sufrimos a causa del pavor informático del año 2.000 (preodisea en el espacio), o sea, poca cosa, ha resultado peor de lo esperado. Los comerciantes se han ido sin que nos enterásemos -se los ha tragado la renta- dejando a su paso un reguero de cajeros y reponedores con afán de no seguir siéndolo durante otro siglo y medio, como lo intentaron durante ese mismo suspirito burgués sus predecesores, antes del sueño americano y después de muchos cracs del 29 malagueños. Hoy hay un agujero en el agujero que dejó en su antigua esquina la mercería de la esquina. Un año después de la norma restauradora del precio justo de los nuevos viejos alquileres, ya no quedan ultramarinos de pobres. ¿Qué querrían decir con lo de ultramarinos? Más allá del mar, ¿qué habría?

Mi tienda de ultramarinos estaba en Dos Aceras. Me traían discos de más allá del mar. Por eso yo sí sé lo que querían decir con ese sinsentido incomestible. Mi música venía de Cuba y de Filipinas, de Valle-Inclán y del Capitán Trueno, o lo que dejó de ese desamor tanta pérdida insuperable mucho antes de que hubiésemos nacido, con Morrissey cantando como los ángeles. Cuántas hormonas de acné juvenil habré olvidado repasando las últimas novedades sobre las viejas portadas de la antigua Candilejas. ¿Puedes ponerme este? Nunca supe cómo se llamaba el señor paciente que sustentó la tienda durante tantos años, y que ahora leo que José o Pepe, según te mire. Tampoco su socio de entonces. Qué importa. Crecí con discos y me estanqué sin ellos.

A Santa Lucía fui poco y mal hasta convertir a Álex y Fran en sólo dos conocidos primero y dos personas amables después. Y el resto son excusas. Cada vez voy menos al cine, leo menos y oigo menos música y como yo no quiero esa culpa, se la echo a la renta antigua. Soy un inculto empedernido y cuesta abajo en una ciudad de pompa cultural. Sin ópera y de opereta. Con tantos museos. Tantos cuadros que ver. Uno al día, y no llego a mi funeral con la misión cumplida. Más inculto que ayer pero menos que mañana, una joyita. Y la tienda de discos, cierra. Candilejas cierra. Lleva cerrando un tiempo. Como con justos reproches bien educados. Poco a poco. De aquí a noviembre, tal vez. Como máximo, hasta Navidades. Y no creo que sea por lo renta antigua. Ni por culpa de la mala gestión municipal en el tema del Astoria. Ni por la Noche en Blanco. Ni por lo que se gastan en las franquicias museo. Ni siquiera yo, traidor, creo tener la culpa. Lo que sí tengo, además de muchos recuerdos, son remordimientos.

Leí el otro día que iban a cerrar Discos Candilejas y me llevé una sorpresa. Porque creía que ya habían cerrado.

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