Preguntó Bertín Osborne a José María Aznar por el mejor presidente del Gobierno mientras ambos se lanzaban balones como chiquillos. «¿Sin contar Aznar?», soltó dos veces el marido de Ana Botella. Solución: «Don Antonio Cánovas del Castillo». Y añadió otro con el don por delante: Antonio Maura. Ese Maura del que Baroja, criticando el apoyo que le daba Azorín, decía que no era más que «un comediante de grandes gestos y de pocas ideas».
La entrevista al ex estuvo muy lejos de ser un «No empecemos a chuparnos las poll… todavía» del Señor Lobo. Fue un «empecemos ya a ver cuántas veces nos da tiempo hasta la una y media de la madrugada». Aznar elaboró una ensalada de tomate con atún de bote y se rio de que Rajoy llevara empanada («¿Qué hizo? ¿Cortarla? Eso tiene mérito»). Pero que Bertín no muerda no significa que Aznar quedara bien. Dejarlo hablar y darse importancia es hacerle un traje como el que Yasmina Reza confeccionó a Sarkozy.
Rosa Belmonte
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