domingo, 25 de noviembre de 2018

Anatomía de un lapo ... por Jose Antonio Tujillo

El lapo es el sujeto en la gramática del cobarde. Tienen razón los que defienden que el pollo siempre fue arma de débiles, y no es menos verdad que el gargajo siempre fue algo más premeditado, sin que por ello no tenga que ser también criticado.

Sin saliva que mediara, Jordi Salvador, diputado de ERC, abandonó el pasado miércoles el hemiciclo escupiendo al ministro de Asuntos Exteriores, Pepe Borrell, protagonizando una sesión parlamentaria para olvidar y que hizo sufrir en exceso a Ana Pastor, mucho más acostumbrada a los pellizcos de monja que a la bronca. La deriva del parlamentarismo español actual comenzó hace años cuando algunos de sus señorías se atrevieron a pactar con la vulgaridad e introducir sin matices los ecos de la cuadra de su ideario en el corazón de sus diatribas. A quien natura no da, la tribuna no presta. Uno de los mayores exponentes del macarrismo parlamentario actual es Gabriel Rufián, protagonista primero de todo lo que aconteció estos días en el palacio de la Carrera de San Jerónimo. Su crítica en forma de deposición esta vez tuvo por víctima a un Borrell que pasaba por allí. Se convirtió en el primer diputado expulsado en doce años en nuestro Parlamento. Su monólogo semanal, que tanta gracia hace en determinados ambientes periodísticos, es hijo de una lengua geográfica bífida que en vez de saliva se baña en azufre.



No dejando de ser una mera anécdota lo acontecido, lo triste de todo esto es comprobar como los diputados de ERC sabían que contaban con ventaja en la sesión de control al Gobierno socialista. Subieron a la lona a un combate amañado, donde el púgil al que se enfrentaban no iba a tener ni rincón, ni equipo que lo protegiera. Ni Pedro Sánchez, ni nadie del resto de ministros, ni siquiera los diputados afines a Borrell salieron a defenderlo de tan vulgar afrenta. Templaron gaitas, y miraron para otro lado, para no incomodar de ninguna forma a uno de sus socios preferentes, y al que le deben en parte el poder. Un tongo con todas las letras. Tantos paños calientes pusieron los socialistas y prensa afín, que los reyes del lapo se vinieron arriba y abochornaron más a un ministro de Asuntos Exteriores que en vez de ocuparse del protagonismo necesario de España en el acuerdo final del 'Brexit' seguía lamiéndose sus heridas. Sólo le cabe una salida honrosa: dejar el gabinete que defiende la máxima luterania de escupe o revienta.

Aplíquenme hoy los versos certeros de Blas de Otero: «Escribo como escupo. Contra el suelo (...) y contra el cielo».

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