viernes, 15 de julio de 2016

Diario de Una Minina : Cartas a mi Padre

EL DIARIO DE UNA MININA: “UN DÍA COMO HOY”.
Este capítulo, destinado a inaugurar el Diario, fue concebido hace años, pero no pudo salir de mis entrañas hasta hoy, cuando me desperté "sin piel". El proceso de la escritura requiere en ocasiones una sacudida emocional para desencadenar el parto creativo, y precisamente ayer me tocó rezar entre los olivos "Padre, por qué me has dejado?"
Y los últimos serán los primeros.
EL DIARIO DE UNA MININA: "CARTAS A MI PADRE" :

Después de cuatro días desaparecido encontraron a mi padre, o lo que quedaba de él. Cuando lo vi en su féretro con la cara amarillenta y las facciones que no parecían suyas, no quería acercarme. La familia insistió y entonces me quedé toda la noche en el velatorio. Seguía sin darle crédito a mis oídos cuando mi madre llamó de la morgue para decirme que "papá ya no está", ni a mis ojos que veían un excelente trabajo de reconstrucción y tanatoestética, pero que no me convencía para nada.
Tampoco me convenció observar al día siguiente como el féretro se hundía en la tumba, ni tirar, obligada por mi madre, un puñado de tierra encima. Físicamente estuve allí, pero sobre mi conciencia había caído una niebla espesa y gris.
Seguía sacando mis excelentes notas en el cole, pero hasta pasados muchos años no pude volver a tocar ni cantar: mis profesores de música quedaron mudos ante mi negativa de continuar la carrera, también quedaron mudos el piano y el acordeón; los compañeros del coro sin su mezzo soprano y la orquesta sin improvisaciones rebeldes sobre las partituras inertes.
Por suerte me enamoré del "balón volante" y ese amor me trajo una gran familia - mi equipo, un padre en funciones - mi entrenador, y nuevos retos sobre el suelo de parqué que en ocasiones anteriores habría usado para crear las coreografías, pero no pude bailar tampoco.
La niebla seguía colgando sobre mi conciencia, mientras yo buscaba a mi padre en las calles, en el tren, en las tiendas, en todos los sitios que habíamos transitado juntos, porque él llevaba a "la hija de su padre" (como me llamaba mi madre, celosa de nuestra complicidad), a dondequiera que fuese.
Todos los días seguía esperando el inconfundible sonido de sus pasos al subir por la escalera y de la llave girando en la cerradura. Me sentaba frente al teléfono deseando que llamase para decirnos que se lo habían llevado inesperadamente a la movida militar de turno y que volvería pronto. Entonces, yo le escribiría cartas contándole mis días, igual que lo hacía con tres años cuando él me había enseñado a leer y escribir antes de que el ejército volviese a tirar de su rango.
Un año después participé en una Olimpiada de idiomas y el tema que me tocó exponer en inglés era "My Family". Describí ante el jurado mi árbol genealógico con su tronco, ramas y hojas, casi completo. Y de pronto sonó una pregunta, cual relámpago anticipando una lluvia torrencial: "And your father?"
"My father is dead", - dije y salí del aula. Iba como un muerto resucitado por la calle inundada de mis lágrimas hasta llegar a casa. Lloré cinco horas hasta que la niebla se había despejado por completo y por fin pude entender el auténtico significado de "papá ya no está".
Hoy, cuando por la naturaleza multifacética de mi trabajo en ocasiones me toca tratar con Tanatos muy de cerca, vuelvo a recordarlo todo y me despido de mi padre nuevamente.
Y sigo escribiendo cartas, cartas a mi padre, que son las hojas del Diario de una Minina. Tatiana Minina 
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