Fuerte yo? Qué va… si soy un avión estrellado y un barco naufragado mil veces, demasiado frágil por naturaleza; hay quien dice que es por mi acentuada sensibilidad.
Mi padre en su juventud había sido boxeador. De pequeña me enseñaba a defenderme, será porque sabía que nací sin piel. Siempre me decía: "Si vas a subir al cuadrilátero, es para ganar. No dudes ni un instante y sube!"
Pero nunca me enseñó a perder, porque no siempre se gana. De eso se ocupó la vida y las experiencias que tantas veces me han dejado en un knock-down. Después de que el golpe te deja fuera del combate te quedas un tiempo tirada en el suelo, sin ganas de levantarte, hundida en un charco de sangre, sudor y lágrimas, con alas rotas, mariposas muertas y queriendo morir.
Por suerte siempre tuve quien confiara en mí, me echase un cubo de agua fría y me gritase al oído "arriba"! Entonces usas la rabia del fracaso como la fuerza propulsora y emprendes nuevamente esa lucha, que en realidad, siempre es con uno mismo.
Pero esta mañana no pude levantarme del suelo, a pesar de tantos "arriba!" que retumbaban en mi cabeza, tantos espectadores con sus expectativas.
Me tomé un café triple con la esperanza de que el chute de la cafeína me ayudase hacer algo útil con mi cuerpo y mi cabeza, pero sin resultado. Dejé la esterilla de yoga tendida lanzándome el mudo reproche cual pareja desatendida.
Abrí la puerta de la nevera y cogí una bandejita de arándanos que me compré ayer, aunque no son iguales que aquellos que cogíamos con mi padre.
A medida que iba vaciando el contenido de la bandeja, iban y venían los recuerdos de nuestras escapadas al bosque a recoger setas y bayas. Sentí el aroma de hojas verdes y tierra húmeda, oí el cantar de los pájaros, vi en mi retina el cielo asomándose a través de las copas de los pinos y mis dedos teñidos con el jugo de arándanos, recordé que iba bailando y cantando todo el tiempo, volando con la libertad y la fuerza de las alas recién estrenadas.
No, no saben igual. Después de escupir sangre nada sabe igual. Y entonces, cuando ya no te queda nada, ni siquiera el dolor, recuerdas que la vida es un teatro y te ha tocado protagonizar una obra que no admite ensayos. "Show must go on", piensas, te pones la mejor de tus sonrisas y vuelves a subir al escenario a hacer lo que mejor sabes, porque estar ahí "arriba" es el compromiso más importante que hay: el compromiso con uno mismo, y no me puedo fallar.
Tatiana Minina
Artículos anteriores del Diario de Una Minina AQUI
Artículos anteriores del Diario de Una Minina AQUI

No hay comentarios:
Publicar un comentario