jueves, 21 de julio de 2016

Málaga: territorio Shakespeare... por Pablo Bujalance

Pata Teatro afronta con éxito en el Ganoa el tramo final de funciones de 'Mucho ruido y pocas nueces'.Despacito, sin hacer ruido ni tomar atajos y con el amor al teatro como primera causa, la compañía malagueña Pata Teatro, que dirigen Josemi Rodríguez y Macarena Pérez Bravo, ha sabido abrir un hueco imprescindible en la vida escénica malagueña, empresa harto difícil en una ciudad en la que el arte dramático parece condenado, sin remedio, a la dictadura de lo efímero. La agrupación continúa estos días las representaciones nocturnas en el patio del Instituto Vicente Espinel (más conocido comoGaona, en honor a la vía que lo acoge) de su montaje deMucho ruido y pocas nueces de William Shakespeare, en la quinta edición de su ciclo juliano de Clásicos en Verano, que comenzó el pasado día 1 y se prolongará hasta el día 30 con funciones de lunes a sábado; y lo hace bendecida por el éxito, con el cartel de No hay entradas colocado en casi todas las veladas y las ya históricas colas de espectadores que dan la vuelta en Dos Aceras como preludio de cada sesión ampliamente generalizadas. Semejante trofeo, acrecentado en esta quinta edición con respecto a sus predecesoras, también saldadas de manera satisfactoria, contiene claves que merecen ser analizadas dado que hablamos, sí, de una convención tan frágil e impredecible como el teatro.

Ante todo, que las propuestas veraniegas de Pata Teatro gusten tanto al público se debe, en el mayor porcentaje, a la calidad de los proyectados presentados. Tras cuatro años consagrados al repertorio del Siglo de Oro con cuatro ases como El perro del hortelano de Lope de Vega,No hay burlas con el amor de Calderón, El lindo Don Diego de Agustín Moreto y La Celestina de Fernando de Rojas (que ya significó el año pasado un notable punto de inflexión respecto a la línea mantenida), Mucho ruido y pocas nueces convierte a Málaga en territorio Shakespeare en el año del cuarto centenario de la muerte del Bardo con una de sus comedias mayores. El montaje, dirigido por Josemi Rodríguez, responsable de la versión junto a Macarena Pérez Bravo, incluye en el reparto a Virginia Muñoz, Antonio Chamizo, Miguel Guardiola, Carlos Cuadros, Rocío Rubio, Víctor Castilla y los propios Rodríguez y Pérez Bravo, con el patio del instituto convertido en eficaz escenografía y el cuidado vestuario diseñado por Elisa Postigo, que contribuye de manera inestimable a excitar en el espectador la impresión de que está en la comedia. Sin embargo, independientemente de los valores artísticos, que los espectadores mantengan álgida su respuesta y que se empiece a hablar de los Clásicos en Verano de Pata Teatro fuera de Málaga como ejemplo de gestión escénica se debe, necesariamente, a que la compañía ha sabido ofrecer al público lo que el público buscaba. Una quimera en lo que a programación se refiere que no parece, por tanto, imposible de materializar.

Aunque a lo largo de más de dos décadas ha tocado prácticamente todos los palos, Pata Teatro debe buena parte de su proyección nacional al teatro familiar: su obra El árbol de la vida se impuso en Fetén (la mayor feria dedicada al género infantil, celebrada en Gijón) como mejor espectáculo y su último trabajo, Frankenstein, se estrenó con éxito en el Teatro Cánovas y protagonizará el próximo calendario navideño del Teatro Echegaray. Para la primera edición de sus Clásicos en Verano, celebrada en la iglesia de San Julián, la compañía contó con la colaboración del Teatro Cánovas; en la segunda, practicada ya la mudanza al Gaona, fue el Área de Cultura del Ayuntamiento la que prestó su apoyo logístico, pero desde entonces Pata Teatro ha trabajado desde la más absoluta autogestión con la colaboración del equipo directivo del Instituto Vicente Espinel. Uno de los aspectos que más sorprenden al público, en este sentido, es que los mismos actores del reparto venden las entradas y reciben y acomodan a los espectadores, al más puro estilo añejo de los viejos corrales. Y, posiblemente, el mayor acierto de Pata Teatro haya sido recuperar el espíritu de los teatros estables, que, a imagen y semejanza del antiguo Teatro Ara, ofrecían funciones a diario como estrategia para cultivar en el público potencial la costumbre de ir a la función; si a esta costumbre se le añade una divertida comedia de Shakespeare en un entorno monumental y fresquito, pocos cebos deben quedar intactos.

Merece un debate aparte la posibilidad de que Málaga aproveche la oportunidad brindada por Pata Teatro para llevar la experiencia a más sitios y apostar por una programación (¿alguien dijo festival?) estable de teatro clásico. Quién sabe. Nunca es tarde.

Pablo Bujalance

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