
Ayer se hizo pública una sentencia que en el fondo hace lo mismo: responsabiliza a la víctima de los actos de sus verdugos. Los manuales recomiendan no resistirse para no empeorar las cosas, mientras que para los jueces la diferencia entre el abuso y la violación depende de que haya forcejeos y resistencia física, violencia e intimidación. La pregunta es cómo puede no haber intimidación cuando se da por probado que la muchacha estaba angustiada, con agobio, desasosiego y estupor, en una actitud de sometimiento y pasividad, acorralada y gritando, según se extrae textualmente de la sentencia. Ninguno de nosotros puede saber a ciencia cierta los sentimientos que flotaban en ese rellano tan cutre, pero hay una contradicción evidente entre lo que se da por probado y lo que se condena en la sentencia. No hablamos de que tengan que permanecer en la cárcel nueve años o noventa. Es que para los jueces no hubo violación, simplemente abuso. Esta sentencia deja desprotegida a las mujeres, a cualquiera que sufra un abuso y que, sabiendo que tiene todas las de perder, decida no rebelarse para mantenerse con vida. No solo te violan, además tienes que jugártela. Tienen que romperte la cara para poder probarlo. Uno de los jueces describió los vídeos como unos vídeos porno, «actos sexuales en un ambiente de jolgorio y regocijo». La lejanía de algunos magistrados con la realidad parece ser total. En la serie 'The Fall' la protagonista cita a Margaret Atwood: «Los hombres tienen miedo de que las mujeres se rían de ellos, y las mujeres tienen miedo de que las maten». Es increíble que todavía nos queden tantas cosas por hacer, no ya para defender a un género concreto, sino para acabar con la abominable sensación de impunidad que desprende la violencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario