La joven compositora malagueña Paloma Peñarrubia está abriendo camino en una disciplina en la que el desequilibrio de género es abrumador*. Es, por ahora, la única autora andaluza que ha compuesto la banda sonora para dos largometrajes estrenados comercialmente: Seis y medio (Julio Fraga, 2015) y la reciente Bajo la piel del lobo (Samu Fuentes, 2018), por la que está recibiendo numerosos elogios. Le ha puesto música también a varios cortometrajes y trabaja con asiduidad en publicidad y artes escénicas, además de desarrollar sus propios proyectos (Las flores no lloran, Bromo…) en los que la música se entrelaza con otras artes.
¿Cómo empezaste a componer para las artes escénicas y para el audiovisual?
Con 21 o 22, empecé con mi proyecto Las flores no lloran, junto a compañeros de arte generativo y visual. Juntos creamos un diálogo en escena, entre la música y lo visual. En concreto, he seguido trabajando con Azael Ferrer (que trabaja como iluminador en el Teatro Cánovas de Málaga) y también hemos estado rodeados siempre de gente del mundo del teatro. Al final, nuestro círculo de amigos nos acercó a las artes escénicas. Y fui creciendo con estos compañeros. Las primeras personas que me propusieron hacer algo para teatro fueron Alberto Cortés y Alexandra García, con su compañía Bajotierra. También eran muy jovencitos. Y también empecé a ponerle música a cortos de amigos. Al principio no ganas ni un duro, pero no dejas de hacer cosas y de aprender. Hasta que eso se formaliza como tu trabajo, pueden pasar diez años, como ha sido mi caso.
Paloma Peñarrubia en la grabación de la BSO de ‘Bajo la piel del lobo’
Lo fundamental entonces son los contactos, entiendo…
Una cosa te lleva a otra, alguien te ve… Nunca sabes quien te va a ver, quien te va a proponer algo interesante. Con Azael, por ejemplo, hice un proyecto de músicas visuales para teatro, que se llamaba Synth-Esctesy, y dio la casualidad de que Julio Fraga vio ese espectáculo. Luego, cuando empezó a preparar su largo, Seis y medio, se acordó de aquello y se puso en contacto conmigo. Lo importante es hacer cosas, nunca sabes dónde se te va a abrir una puerta. Y el hecho de ser fiel a tu estilo hace que se te abran puertas inesperadas. Tienes que creer en ti.
¿Y cómo llegas a Bajo la piel del lobo?
Iba a ser un proyecto con coproducción andaluza, aunque finalmente las ayudas de la Junta de Andalucía no llegaron a tiempo y la parte andaluza de la producción, que era quien me había propuesto, se tuvo que retirar. Pero había hecho ya una prueba y los demás productores quisieron seguir contando conmigo.
A mí el guion de Samu Fuentes me había cautivado. Me pareció una historia muy potente, muy bien desarrollada. Me inspiró mucho tanto su parte descriptiva como la trama.
Siguió adelante el proyecto y me siento afortunada de haber podido contar con mis compañeros intérpretes de Málaga: Luz Prado al violín, Mauricio Yamamoto al chelo y Juan Baca al contrabajo. Gracias a ellos había podido hacer la prueba y al final pude contar con ellos también, se integraron en los músicos de la orquesta que interpretó la banda sonora.
En Bajo la piel del lobo tienen mucha importancia los sonidos, el silencio y la música. ¿Cómo planteaste tu trabajo en esta película?
El paisaje en la película es un personaje más. Cada personaje tenía un leit motiv personal y otro desarrollado por su relación tanto con el paisaje como con los demás personajes. Y quise ir dándole también una sonorización al paisaje, de forma muy sutil, porque es verdad que el silencio y el sonido son muy importantes. La idea es penetrar en la intimidad del personaje en ese espacio deshabitado. Para ello, el silencio y el sonido ambiente son fundamentales, le hacen sentir al espectador que está allí. Ahí Eva Valiño [responsable del sonido], ha hecho un trabajo maravilloso.
Juegas mucho con la percusión y con instrumentos tradicionales como la chalaparta.
Tomé la decisión de utilizar una instrumentación muy vinculada a la materia prima, que se relacionase directamente con la naturaleza. Que no hubiera instrumentos metálicos; que se pudiera incluso confundir a veces una melodía con el crujido de un árbol. Que no estuviese claro dónde termina el sonido ambiente y donde empieza la música. A los intérpretes, les pedí que hicieran muchos efectos sonoros emulando crujidos, sonidos naturales. Y para conseguir una atmósfera más primitiva, empleamos instrumentos de percusión sobre madera, como la chalaparta, que te transporta al lado más tribal.
En cualquier caso, Seis y medio y Bajo la piel del lobo, los dos largometrajes a los que les has puesto música, son muy diferentes en lo que respecta a género, época, escenarios… Imagino que eso es un reto.
PP: Pero a mí el hecho de que cada proyecto sea tan diferente me alimenta muchísimo, me inspira. Si los proyectos son muy parecidos, caes en inercias. Me gustan los retos y afrontar cosas que nunca he hecho, así no se deja de aprender.
Paloma Peñarrubia junto a dos de los músicos que colaboran con ella.
Tú vienes de la música experimental pero el cine es, en cierto modo y con muchas excepciones, un medio ambiente bastante conservador en lo musical, los cánones de las bandas sonoras son bastante rígidos. ¿Cómo has incorporado tu vocación musical a esa tradición?
Yo tengo una base prácticamente autodidacta. Estuve en el conservatorio de pequeña, pero al final mi experiencia la he adquirido a fuerza de componer, de experimentar, de equivocarme, de ser curiosa y aprender de los grandes. Mi estilo se sale del método, por decirlo de alguna forma, de los recursos efectivos. Y en un principio yo pensaba que eso podía ser una traba, por mis limitaciones. Pero finalmente creo que el cine también está ávido de otras formas de expresar la música. A lo mejor lo que yo hago no es de un gran virtuosismo o no responde a un método más estandarizado, pero eso es precisamente lo que le da un carácter personal. Y creo que ese muro de la estandarización se está rompiendo, solo hay que fijarse en compositores como Julio de la Rosa.
Has citado a Julio de la Rosa, pero ¿quiénes son tus referentes en tu oficio?
Tengo muchos: algunos que vienen de la música de cine y otros que no, pero que al final trabajan de alguna manera con la imagen, incluso porque su narrativa es bastante pictórica o visual. Por ejemplo Murcof o Jóhann Jóhannsson, que vienen del mundo clásico, fundiendo la electrónica con la música clásica. O Alberto Iglesias, Alexandre Desplat, Pascal Gaigne -que este año ha ganado el Goya con Handia-… Creo que cada uno de ellos aporta un timbre, un carácter diferente. Todos te pueden nutrir, el caso es coger esa referencia y proyectarla con la dirección que tú quieras.
Paloma Peñarrubia.
Trabajas también bastante en publicidad. ¿Te sientes libre en ese terreno?
La libertad siempre te la da la persona que dirige cada proyecto, más que la disciplina en sí. He trabajado en proyectos publicitarios en los que me han dado muchísima libertad y en otros en los que no tanto. Y me ha pasado lo mismo con los cortometrajes. En cuanto al ritmo, la publicidad es frenética. Pueden llamarte hoy para que entregues algo dentro de tres días. Y a veces hay que pararlo todo para hacer una entrega determinada. Pero también está mejor pagada. En el cine los procesos son más largos. Es una inmersión, un viaje. Pasas por unas fases en las que te sientes fuerte y estás muy inspirada y por otros momentos en los que te bloqueas. Pero todo hace que te vayas curtiendo a nivel profesional, que vayas aprendiendo. Tienes que afrontar cada reto con cabeza, técnica e inspiración.
Para cerrar, me resulta inevitable preguntarte por la práctica ausencia de mujeres en una disciplina como la música de cine. ¿A qué crees que se debe?
A ver, una teoría, que puede ser o no cierta, es que al final en este tipo de proyectos hay que poner mucha confianza sobre alguien; se crea un equipo y, si te sientes cómodo, repites para tus siguientes proyectos. Venimos de una época muy excluyente con respecto a las mujeres. Los equipos estaban formados por hombres y se repetía ese hábito de recurrir a quien ya se conoce, que casi siempre era un hombre. Yo soy bastante positiva y creo que estamos viviendo una transición hacia una época en la que habrá más mujeres también en estas tareas. La facilidad del cine digital abre puertas a más gente, muchos jóvenes pueden hacer cine ahora con más facilidad. Y entre esos jóvenes habrá tanto hombres como mujeres.
Y esa mayor apertura está permitiendo también que algunos profesionales especializados, como tú, podáis trabajar desde su ciudad, sin obligación de emigrar.
A veces he tenido la tentación de ir a núcleos como Madrid o Barcelona, pero la verdad es que me resulta una pérdida de dinero en alquiler. El hecho de ser activo no quiere decir que ganes un pastizal, porque al final los sueldos son bajos para todos. Y valoro mucho tener una calidad de vida con respecto a poder disfrutar un tiempo de descanso, conciliándolo con mi tiempo de trabajo. Ese dinero que me ahorro viviendo en mi propio domicilio puedo invertirlo en equipo, en otras cosas. Y para mí también es muy importante tener un contacto con la naturaleza. Necesito expansión y ya demasiado estrés te da el trabajo como para que el entorno también te lo produzca.
La tentación de estar más cerca de los contactos está, pero yo confío en que al final van saliendo las cosas. Se puede mantener puntualmente el contacto con el cliente sin necesidad de vivir en su misma ciudad, y al mismo tiempo trabajar en un espacio en el que tú te sientas cómodo.
* Solo en una de las treinta y dos ediciones de los Goya el premio a la Mejor Música Original ha sido para una mujer: Eva Gancedo, por La buena estrella, en 1997. Solo en tres de las ochenta y cinco ediciones de los Oscar que han contado con un Premio a la Mejor Música la ganadora ha sido una mujer: la última, Anne Dudley, por Full Monty, curiosamente también en 1997.
Juan Antonio Bermúdez
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