miércoles, 20 de junio de 2018

Ben Clark: «Hay que invertir en Ciencia. La poesía sirve de poco si te mueres de cáncer»

Foto: tiojimeno


Recién instalado en Málaga, el último Premio Loewe participará mañana jueves en el ciclo poético promovido por el Museo Picasso

Sobre el mar en calma de Pedregalejo pasa un avión del Infoca en vuelo rasante y se queda extasiado mirando su estela. «¡Qué maravilla!», concede sin cerrar la boca, con los ojos todavía fijos en la nave amarilla. «Siempre quise ser piloto de avión, de niño me parecía alucinante», ofrece Ben Clark, que acaba de llegar a lomos de una bicicleta plegable a esta terraza del barrio al que se mudó hace seis meses junto a su pareja.

El precio de los alquileres les terminó expulsando de su Ibiza natal. Descartaron Madrid y Barcelona «por su tamaño». Y optaron por Málaga. «Habíamos oído que había mucho movimiento, pero lo que nos hemos encontrado es una escena cultural alucinante», ofrece el poeta de ascendencia británica que el próximo jueves cumplirá 34 años en el Museo Picasso Málaga mientras participa en el ciclo poético de la institución cultural (21.00 horas, entrada libre hasta completar el aforo).



El Premio Loewe 2017 se ha sumado a un currículum jalonado por el Premio Hiperión 2006 (ex aequo con el malagueño David Leo García), el Premio Ojo Crítico de RNE y el Premio Nacional Félix Grande, entre otros galardones. Libros como 'Hijos de los hijos de la ira', 'La fiera' y 'La policía celeste' han servido para colocarle la etiqueta de «voz de una generación», título que Ben Clark (Ibiza, 1984) capea como quien ya conoce ese temporal: «Es difícil de asumir ese componente generacional. Se asume primero con humildad y segundo, como si no tuviera otro remedio. He sentido que tenía que intentar dar voz a mis propias inquietudes, porque también sentía que podían ser las de la gente que tenía a mi alrededor y que tenían mi misma edad. No tanto como un representante, sino quizá como un intérprete».

Un traductor de las frustraciones, los miedos y las esperanzas de los hijos nacidos en la Transición que han visto quebrarse los esquemas sociales, políticos, laborales y sentimentales en los que se manejaron sus padres. «Somos la generación que no cree en el Apocalipsis, sino en una lenta degradación que hemos asumido y que nos parece más o menos inevitable», concede el poeta, que el jueves será presentado en el Picasso por la periodista Laura Ferrer Arambarri.

Sostiene Clark que la poesía sirve hoy para lo mismo que ha servido siempre: «Para intentar comprender mejor las emociones que tenemos y que a veces no encuentran su correspondencia en palabras». Y aun así, mantiene una opinión alejada del discurso buenista de la cultura como solución de todas las cosas. «Primero necesitamos más inversión en Ciencia, desquitarnos de esta vergüenza que es no tener un tejido de investigación y que haya investigadores en situaciones precarias. La poesía sirve de poco si te mueres de cáncer... Sacrificaría 100.000 libros buenos de poesía por una investigadora que nos pudiera descubrir la cura del cáncer», zanja el poeta. Y tirando de ese hilo, Clark saluda la convivencia que ha apreciado estos meses en la escena cultural de la ciudad entre las administraciones públicas y las iniciativas privadas: «Málaga está viviendo un gran momento, ojalá sirva para crear un tejido cultural capaz de sobrevivir cuando se retire la inversión pública».
«Hay poesía en Twitter»

Un momento político al que se asoma con sentido del humor. «A mí personalmente me hubiera gustado ver qué hacía Màxim Huerta. Me he quedado con las ganas de saber qué habría hecho como ministro. Conozco personalmente a Pepe Guirao y me parece una elección magnífica. De hecho, la pregunta inevitable es por qué no fue el primero. Dicho eso y estando seguro de que Guirao va a ser un gestor excepcional, me hubiera gustado un poquito más de Màxim para ver a dónde nos llevaba», desliza con socarrona sonrisa.

Un humor que el poeta encuentra también en escenarios a menudo hostiles como las redes sociales que también gasta: «Claro que hay poesía en Twitter y lo que me encanta de Twitter es el humor. Eso sí, es interesante apuntar que los juegos de palabras no son poesía. La poesía es emoción y pensamiento y sin esas dos cosas se queda en un divertimento. Es importante pensar que la poesía no se puede hacer de cualquier manera».

«Hay mucha poesía que busca el 'Me gusta' -apostilla Clark. Yo mismo busco el 'Me gusta', pero lo busco en mis 'posts', no en mis poemas. No busco un 'Me gusta' de mis lectores de mis libros, lo que busco es que cambie algo dentro de ellos, que sientan que lo que han leído les sirve para algo. El 'Me gusta' por el 'Me gusta' es el peligro ahora, porque volvemos a lo cuantificable. ¿Un poema es mejor que otro por que tiene más 'Me gusta'? Me parece ridículo».

Y entonces se distrae un instante. Alza la mirada al mar, luego al cielo, quizá en busca de aquel avión de los sueños de la infancia

A. J . López

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