jueves, 28 de junio de 2018

Sobral, un clásico revivido


El joven cantante portugués inicia sobre el escenario de un repleto Teatro Cervantes su nueva gira por España, la primera después de haber ganado Eurovisión en 2017 y haberse sometido a un trasplante de corazón

El lisboeta ofreció un delicioso recital repleto de jazz, bossa nova, desparpajo y humor - «Todos sabemos por qué está este teatro lleno», dijo antes de interpretar Amar pelos dois


Tiene 28 años y es un clásico. Lo de Salvador Sobral este miércoles en el Teatro Cervantes certificó lo que ya muchos sabíamos: que la manera de interpretar del portugués supera en años luz la anodina regularidad con la que cantan la mayoría de sus coetáneos. Su magia nace de una mezcla de normalidad, desparpajo y profundo sentimiento que atraviesa como un tiro toda esa absurda ceremonia que a menudo nos impone la música en directo para alcanzar el corazón del oyente sin aparente esfuerzo –porque detrás hay horas de estudio y dedicación– y sin ningún artificio. Poco importa lo que cante y donde lo haga, es su manera de hacerlo lo que hace añicos todas las barreras de quienes se asoman a su voz.


El lisboeta ya era dueño de esa maravillosa manera de cantar mucho antes de subirse a la siempre incontrolable maquinaria de Eurovisión. Pero, claro, el público –al menos la mayoría– solo concede indultos a los que antes han sido ungidos por la televisión o la radio. Por eso retumbaban en las coloradas orejas de muchos de los que ocupaban el patio de butacas del Cervantes los asientos vacíos a los que Sobral tuvo que enfrentarse en sus cuatro anteriores visitas a Málaga. Esta noche faltaban sitios. El teatro parecía pequeño, dejando en evidencia nuestra absurda forma de consumir música y cultura: solo nos gusta si los mass media la digieren por nosotros y nos la empaquetan bien bonito.

Pero más allá de hábitos sociales y culturales, la sencilla complejidad de Sobral desnudó al público en el primero de los conciertos de su nueva gira. Un recital repleto de melodías latinas, con un evidente abrazo sonoro entre el fado y la bossa nova, en el que presentó los temas de su álbum debut, Excuse me, y adelantó parte de lo que será su nuevo trabajo. Por supuesto no faltó el Amar pelos dois, la canción con la que hizo ganar a su país por primera vez el certamen eurovisivo –«Todos sabemos porqué está este teatro lleno», dijo–, ni tampoco el prometido guiño a Málaga, que materializó en los bises con unas estrofas de El vampiro de los míticos Tabletom.

Acompañado por Júlio Resende al piano, André Rosinha al contrabajo y Bruno Pedroso a la batería, Sobral mantuvo un constante y divertido diálogo con el público. Entre alocadas anécdotas, cantó a cappella, bailó, aporreó el piano, rapeó e incluso se puso flamenco. No ha cumplido los treinta y es un clásico. Pero Sobral es, además, un clásico redivivo. Porque ayer materializó en Málaga su decidido regreso a los escenarios tras haberse sometido a un trasplante de corazón. Asegura que su vuelta a la vida no ha sido solo física sino también mental. Y lo maravilloso, lo más valioso de su concierto, es que fue capaz de transmitir esa alegría a los que estaban frente a él. «Hoy me he bañado por primera vez en mucho tiempo en el Mediterráneo», confesó. Y se trajo la sal en el pelo y toda la vida que uno encuentra al cruzar la orilla.

Jesus Zotano

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